Ira

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La vida podía destruirse, filtrarse entre los dedos pálidos, sin advertencia. La fama es cara, se rumorea. Y Washington tenía las pruebas, claras, en sus manos.

Veía la figura, delgada y demacrada. Lamentable imagen impresa. Arena esparcida de un reloj antes majestuoso.

La última vez que lo vio, sus pupilas dilatadas le sabían ausentes, y su delgado cuerpo le parecía hoja vacía de lo que fue poesía encantadora. La ropa deshecha y la sonrisa boba le rompieron y levantaron con la misma potencia, salvo que era ira y no esperanza lo que se abrió camino en la boca de su estómago. Al final, explotó.

Verán, cuando George le había sonreído una noche dentro de un bar con olor a sexo y tabaco, jurándose, entre risas, la siguiente estrella de Hollywood, le creyó. No lo conocía, pero sus labios llamándose y sus cuerpos sudando en el callejón fueron suficientes para dejarse consumir por las zafiras cuencas.

Muchas noches después, el hombre delante sobre el sofá, delirante, no era la brillante luz que una vez vio entre risas y humo que le hacía escocer la vista.

La fama es cara, se rumorea. Washington se sintió un estúpido esa noche, entre jeringas usadas y polvo sobre la mesa. Que se hubiese deseado libre, era lo más natural del mundo.

George no era más un Dios en las alturas, y él no tenía porqué seguir adorando un altar vacío.

Gritó. Demasiado. La risa perdida, drogada y sin cordura le hizo al fin empacar con prisa. No lo pensó. Pasos torpes, disculpas. Ruegos. Pero no retrocedería. Ya lo había hecho tantas veces antes. Verlo allí, roto en pedazos que él ya no podía reparar. Oh, si alguien supiese cuántas lágrimas había derramado en el suelo, con frágil silueta a un lado, temblando de abstinencia, ¿aún le culparían? Nunca supo cómo las conseguía de nuevo. Y así, cada vez.

Tras la puerta, su vida estaría fuera de sus manos. Y se sintió con razón. Esa noche se fue dejando llantos, un grito que aún arañaba sus tímpanos y una maldición que aún estrujaba su corazón.

Pero eso no debería importar ahora. Era 1986, marzo 17, y la estrella de ojos zafiros había dejado al fin consumir la vela a su nombre. La fama es cara, se rumorea.

Washington saldría temprano de su trabajo esa tarde, dispuesto a beber el añejo whisky de un bar que le recordaba una risa musical y una mirada hambrienta del mundo. Al día siguiente, en los periódicos habría un título que nadie leería: "Muere en la Hollywood Boulevard importante ejecutivo, en presunto estado de ebriedad".

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Notas. (?).

Este drabble fue inspirado en la canción "I See Through You" del musical Taboo.

_ᴍᴀɢᴅᴀʟᴇɴᴀ_

𝙬𝙖𝙨𝙝𝙠𝙞𝙣𝙜 ┊ 𝙤𝙣𝙚 𝙨𝙝𝙤𝙩𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora