la boda | última parte

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La última media hora en el coche transcurrió de forma tranquila, esta vez el silencio instalado entre ellos era diferente. No era necesario llenarlo con palabras, como hacía unos años peleaban y necesitaban hablar de más para de nuevo regresar al confort. Ahora la vida los había hecho madurar y cada uno en silencio iba idealizando el momento.

-Estoy muerto en vida -anunció Flavio, apagando el motor tras estacionarse.

Dos golpes secos a la ventana del copiloto hicieron que ambos girasen hacia este. Samantha abrió la puerta y las sonrisas que les recibieron hicieron que todo se sintiera como en los viejos tiempos.

-En una hora y media se sirve la cena en el jardín -anunció Eva a la vez que Flavio bajaba del coche e iba por las maletas.

La sorpresa en el rostro de Lucas fue un poema.

-¿Cómo diablos traen tantas cosas?

Eva y Lucas se ofrecieron ayudarles con el equipaje y a instalarse.

La charla era bastante amena, ninguno preguntaba por qué Flavio y ella caminaban tan cerca uno del otro o había un roce por allá o una sonrisa delatadora por aquí. Pero la rubia les conocía bien, después se tomarían el tiempo de torturarlos con sus preguntas.

-Teneis que bajar arreglados, pero tampoco mucho -comentó la gallega antes de salir de la habitación que les habían designado y por fin se quedaron solos. 

Flavio avanzó directo a la cama y se dejó caer, cansado. -Siento que la espalda me va a matar.

Samantha fue directa a su maleta de mano y buscó una crema relajante.

-Quítate la camiseta -pidió, avanzando hacia la cama.

-Me gustaría más que me la quites tú.

La sonrisa en el rostro de Samantha fue amplia.

-Eso será más tarde, si no tientas tanto a la suerte. Por el momento, vamos a darte un masaje y una ducha que debemos bajar a la cena -dijo con la clara agenda que ya había arreglado en su mente.

-¿La ducha puede ser juntos? -preguntó, desnudando su torso y colocándose boca abajo.

-Es negociable -respondió mientras deslizaba sus manos por la ancha espalda de Flavio, haciendo pequeños movimientos para relajar sus músculos y asegurándose de que tuviera suficiente crema para que poco a poco la tensión cediera-. ¿Puedo saber algo?

-Claro.

-¿Por qué no me buscaste antes?

Hubo una pausa larga y Flavio suspiró. -Miedo -manifestó-. Miedo de que hubiera pasado demasiado tiempo y fuera tarde. Lo… Lo siento mucho.

Samantha no soltó más allá de un "uhm" y siguió con sus masajes, ordenando su cabeza. Pasó casi un cuarto de hora hasta que se inclinó un poco más y dejó un beso en la nuca del chico, que según sospechaba, se había quedado dormido. Comprobando que sus sospechas eran verdad, se echó con mucha delicadeza a su lado para no despertarlo, apoyando la cabeza en su brazo doblado y observándolo después de cubrirlo con una sudadera larga. Todo todavía era demasiado incierto, pero sentía una emoción difícil de aterrizar.

Sin darse cuenta de cuándo o cómo, cerró los párpados y solo los volvió a abrir al ser sacudida sin mucha delicadeza.

-Sam, estas no son horas de hacer siesta.

-Un minuto más -soltó en un murmullo, aunque dió un salto al sentir pellizco en las costillas.

-Ni un segundo -dijo Eva, volviendo a apretujar sus costillas.

brillo 》 flamantha one-shots Donde viven las historias. Descúbrelo ahora