La nueva peluquería (Día #101)

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Enserio no puedo creer que ya llevemos 100 días confinados en nuestros humildes hogares...

¡Es inaudito! ¡Insólito! Es, es... lo que ha sido nuestra "nueva realidad" durante estos últimos meses. Ya estamos en junio del 2020. Estamos a mitad de año. En mi país natal, Perú, el mes de junio significa la apertura de la temporada fría del año. Así es, empezó el invierno en nuestro país, y, por primera vez, lo pasaremos en nuestras casas.

Ya llevamos oficialmente más de  3 meses encerrados, y nuestros cabellos están exageradamente largos; esto se evidenciaba más que nada en los varones. Con decirte que parecía que tenía un casco de motociclista de color negro intenso encima de mi cara, creo que te estoy diciendo todo.

Era hora de cortarse el cabello. Y nada más y nada menos que dos meses después de mi último corte de cabello. Uf... aún recuerdo aquella fresca noche de marzo. Cuando aún era verano. Cuando las palabras "cuarentena", "aislamiento social", "distanciamiento social", "covid", "virus", "toque de queda" y "pandemia" aún no formaban parte de nuestro vocabulario cotidiano.

Era un sábado, recuerdo, aquella vez. El jueves de aquella misma semana, me acuerdo, me dirigí a la peluquería que estaba a la vuelta de mi casa no más, no sin antes despedirme de mi tata y mi tía Eva. ¡Ay! De tan solo recordar a mi tatita me pongo algo melancólico... Pero bueno, sé que está en un mejor lugar ahora.

El hecho es que aquella vez fue la última vez que fui a la peluquería de forma, digamos, "cotidiana". Y digo "digamos" ya que no se parecía en nada a la peluquería pos cuarentena.

En esta última, tenías que lavarte las manos con agua y jabón antes de ingresar a la sala donde te esperaba la señorita peluquera con su respectiva mascarilla y encima su protector facial. Casi tan grueso como el de un soldador. Entré acompañado con mi tío Rick. Nadie me había acompañado a cortarme el cabello desde hacía un año por lo menos. Pero bueno... digamos que la situación lo ameritaba.

Allí empezó mi corte de cabello. Pude ver como lenta y minuciosamente caían mis cabellos color noche, los cuales eran tan largos que por un momento me cuestioné si Sansón, el del relato bíblico, no sería sino un ancestro mío.

(Para los que no conocen a este personaje: Sansón fue uno de los últimos jueces israelitas antiguos. Una de sus características principales, aparte de su gran fuerza, fue su larga cabellera, la cual era la encargada de otorgarle semejante atributo. )

La señorita peluquera tenía que desajustar de mis orejas cada cierto tiempo la mascarilla quirúrgica que yo portaba, para así poder cortar mi cabello por los costados.

Me miré en el espejo gigante de la peluquería más de una vez. Era como antes. Solo que esta vez traía puesta una máscara en la cara.

Así, acabo mi corte. Y nos fuimos a nuestra casa no sin antes haberle pagado a la peluquera 6 soles peruanos o casi 2 dólares americanos, para que me entiendan mejor. Era un precio razonable. Muy económico la verdad. No me quejo.

Regresamos a la 1pm a casa. Y esta vez no pude escapar de la ducha tampoco... tenía que bañarme. Había estado sentado en una silla en la que quién no se habría sentado antes. Realmente era necesario ducharme.

Tras salir de la ducha, me miré en el espejo del baño, y no veía nada mal. Jejeje.

Esa fue mi experiencia cortándome el pelo durante la cuarentena en el mes de junio. Y no, no quería malograrme el pelo yo mismo con una rasuradora. (Aunque me vi tentado muchas veces.) 

Junio, 2020.

Un adolescente en cuarentena (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora