Antes de empezar: Les recomiendo mucho ir reproduciendo la canción "Sin aliento" que les dejo por aquí arriba, porque aunque no tenga un aura seductora, tiene que ver un poco con lo que estoy escribiendo. Ya después pueden reproducir la canción que ustedes gusten! <3
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"Un toque, un desastre.."
El aire se acopló de suspenso en el panorama; el pelinegro había levantado una ceja para crear mucha más pesadez en el pecho contrario, y ese gesto estuvo acompañado de una sonrisa espontánea.
──¿Qué es lo que deseas? ──preguntó con suavidad aquel hombre intrigado luego de haber regresado a su forma original y el rizado no pudo evitar escarapelarse ante la vibración estimulante que provocó la nota efímera de su voz.
Fue una sensación lánguida, de querer escuchar más y de querer tener más, pero a la vez le parecía repudiable el hecho de sólo poder imaginarse algo así. Hasta tenía miedo de volver a ver su rostro; de encontrarse frente a frente con el arrebato y la consecuencia, con el efecto y el desastre; de tener que volver a perderse en la mitad de un laberinto de sensaciones absurdas. Aun sabiendo eso, se decidió por abrir los ojos, sintiendo cólera consigo mismo por no saber controlar sus instintos, porque a veces esa era una buena forma de simplemente llamarse cobarde y creérselo; sólo que no entendía qué tan mal podía estar un acto de simple admiración a la belleza hasta que sus ojos se volvieron apacibles, se deleitaron de forma errónea al ver esa figura recargarse con sensualidad en la mesa de comedor; llevando a que sus hombros se pusieran rígidos y el lenguaje corporal lo delatara incómodo. Pero es que ni siquiera había dado el paso completo, se había quedado en mitad de camino porque seguía sin verlo a la cara. Los segundos ásperos impactaron en su rostro, era como clavarse un puñal tras otro en el corazón y otorgarse pausas densas en su palpitar; recibir látigos ardientes en su piel... no lo sabía con exactitud, pero lo inquietaba y sofocaba, pues hacia bramar hasta al sentimiento más ajeno a culpas. Y cuando por fin tuvo el valor suficiente para alzar un poco la mirada y ver siquiera sus labios; pudo admitir, muy en su interior, que había extrañado esa sonrisa altanera que llevaba en el rostro.
Y también pudo entender que negar ciertas cosas generaba una desazón surrealista en su espíritu.
Fue entonces que se acostumbró a la sensación de libertad, pero igualmente permaneció atento ante cualquier cosa, siendo prudente para no excederse de nuevo a causa de una presencia que lo llamaba constantemente a blasfemar. Aquella imagen que tenía de frente era espeluznante de cierta forma, era altiva, como si el brujo no tuviera nada por lo cual tener que arrepentirse realmente, pues se le veía de lo más tranquilo, mostrándose seguro de sí mismo y superior. Aunque, claro que lo era, sus poderes e inmortalidad hacían que todo él fuera una bendición, pero una bendición profana. Sus uñas jugaban sobre la mesa de madera, haciendo breves sonidos que lograron impacientarlo; redoblaban como tambores en un desfile o como un caballo en el hipódromo. Lo sentía como el sucio tic-tac de un reloj antiguo.
Su mirada se suavizó, se volvió más sensible antes de darse cuenta que se estaba mareando y su ritmo cardíaco aumentó como un desquiciado. Maldecía que la presencia de ese brujo provocara ciertas sensaciones e hicieran brillar sus ojos. El resplandor que había en su iris se asemejaban a la belleza que poseían las estrellas más cercanas a la tierra en las noches más oscuras. Se encontraba increíblemente vulnerable e indefenso, ni siquiera quería contarlo porque ese sólo estaba siendo el principio, además, no podían existir más palabras para describir tal castigo que se formó en su vida. Porque si le preguntaban: ¿Cómo ocurrió todo? La respuesta era simple, se encontraba en el rostro y mueca inalterable del pelinegro, en cada centímetro cúbico de él. Su sola presencia era la respuesta a esa pregunta sádica sobre quién fue que empezó todo, quién desapareció primero, incluso, remontándose a la época en la que la pena de exilio recién había sido impuesta. Sí, todo se repetía de nuevo cuando se aprecia esas facciones de ensueño, el ciclo se reinicia cada que uno se fija en los vórtices de sus comisuras, ¿Pero cómo es que sucede eso? ¡Eso nace desde el más puro sentimiento de culpa!