Capítulo 08: Mirada vegetal.

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Su mirada se encontraba clavada en el espesor muerto de ese bosque, notando desde ahí; lo inmenso que era. Antes no lo creía así, creía que así como se veía el inicio, también se podía ver el final de todo eso. Pero ese paraíso muerto se mezclaba con el horizonte nebuloso. Y solamente con verlo, se le subió a la garganta una sensación de náuseas: náuseas abyectas que sacudían su espíritu intranquilo. Parecía que ese tamaño podría pasar fácilmente como un pueblo, o dos.

Y no se concentró tanto en el sofocante tamaño que movía las fibras de su cuerpo, no, él pensaba en todo aquello que podría habitar allí. Tenía un ligero sentimiento de curiosidad, algo que podría acabar con él. Sus figuras angelicales en ese lugar podrían transformarse en cosas bestiales y grotescas. La idea de entrar una vez más, intentaba abrazarla en su corazón  abrigarla para hacer la más grande, porque a pesar de todo lo malo que pudo haber surgido a partir de pisar territorio ajeno, él quería volver a ver a ese tentador brujo. Quería volver a tocarlo, a agarrar su cintura; quería volver a besarlo.

Sus ansias no dejaban de aumentar alrededor de un par de carnosos labios que no escapaban de su imaginación, la sensación fue tan alucinante que no podía imaginarse perdiéndose de algo similar. Eran igual de dulces que los frutos rojos; tenía ganas de morderlos, consumar lo ínfimo para hacerlo enloquecedor; delirante. Algo grotesco e inenarrable, porque era por pura suerte que había podido probar esas reliquias. Se sentía en lo más profundo del sopor, el soñar estando consciente de todo; rompiendo barreras, desgarrando las telas de algún imposible. No se arrepentía de nada.

¿Quieres morir?

Vio, con el rabillo del ojo, una figura humana, también una especie de brillo que parecía haber manchado sus ojos de un potente color rojo, pero cuando volteó; se encontró con Black Philip, que incluso, se acomodó a su costado, parecía que quería dormir. Y lo miraba, con tranquilidad, el rizado se movió un poco, intentando alejarse, pero el animal no hizo nada más aparte de esos movimientos para su suerte. 

Esa mirada carecía de la inocencia habitual que siempre se encontraba en la mirada de cualquier animalito. Provocaba vértigo verlo, como si flotara por encima del abismo y en cualquier momento fuera a caer hasta lo más profundo. Inconscientemente volvió a acercarse, dándole curiosidad lo oscuro; la manera de entender todo a partir de ese punto de vista tan surrealista. El camino servía cuando había luz, pero tampoco necesitaba de tanta.

Buscaba un poco de sombra.

—Nadie quiere morir —se mofó de la ridícula situación en la que se vio envuelto. No entendía a qué cosa era que le había dado la respuesta, o a quién. Sólo se cuestionó dentro de su cabeza el dulce bienestar que provocaría un descanso eterno después de ser enterrado en una tumba; una melodía rica era lo que podía acompañarlo, como si fuera un llamando celestial a ser consciente.

Después de eso, su mirada regresó hacia las nubes inconsistentes, intentando descifrar qué ocultaban, qué forma tomaban. El núcleo por el que se veía su alma no dejaba de moverse, sus ojos miraban a las aves que rondaban por ahí. Aquel hermoso cielo color azul opaco tenía su total atención, mientras que por su mente viajaba un recuerdo que lo dejaba inquieto. Ese maldito beso lo estaba volviendo loco, robaba sus suspiros e incluso los latidos más profundos de su corazón; se estaba volviendo una maldición apartarse de tal cosa. Sentía que hasta en las llamaradas de alguna fogata podía llegar a ver su rostro, ese tan agraciado rostro que suplicaba volver a ver.

Tu familia sí.

En medio de todo su estupor sólo atinó a preguntarse a sí mismo: «¿Acaba de decir que mi familia quiere morir?». Efectivamente, sí, eso era lo que esa cabra acababa de decir, ¡Bah! Ni siquiera sabía si había sido la cabra, pero de lo que estaba seguro era que sentía pánico, pánico de no saber con qué mierda estaba hablando. Pensaba que en algún momento se había drogado con un hongo alucinógeno, que hasta hace rato parecía haber visto luces psicodélicas danzar frente a sus ojos. Estaba viendo y escuchando cosas abstractas. Así que decidió levantarse de ahí, como si acabara de tocar las verdaderas llamas del infierno y que cada célula de su cuerpo se hubiera derretido en su palma, se deslizaba como el sudor lo hacía por su frente.

el brujo  ੭  maycuryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora