Los minutos eran eternidades ante los ojos desgastados de Mercy 'pequitas' May, ella estaba al tanto de que cumplían con su ciclo; su misión de transcurrir el tiempo. También conocía la historia del hombre de la rueda de oro, pero al parecer, aquel hombre ahora corría despacio, posiblemente estaba en su descanso, aunque cabía la otra posibilidad de que no tuviera más ganas de correr con agilidad. La lentitud con la que se manejaba el reloj lo agradeció cuando aún se podían ver hasta los más mínimos rayos del prepotente sol, pero cuando la luna apareció; sentía que una bestia salvaje estaba haciendo ruidos en su oído. La sentía tan claro a su costado, con las notorias intenciones de querer devorársela.
Por otro lado, Jonas intentó por todos los medios consolar el sueño, mas no pudo hacerlo, sobre todo cuando oscureció. Creía que al menos al hacerlo el día se pasaría mucho más rápido, al igual que la noche. Pero ese lugar era tan malditamente tenebroso que, el simple acto de cerrar los ojos era como dar un paso al lugar en donde moriría. No sabía qué era lo que había a su alrededor a pesar de haber visitado el corral muchas veces, pero en las brumas del paisaje todo se veía deforme. Tenía la compañía de sus hermanos en ese momento, estaba con ellos, podía aferrarse a ellos todo lo que quisiera; pero parecía no ser suficiente.
Y por último, estaba Brian, que se encontraba mucho más estresado de lo habitual. Había perdido la cuenta de cuánto tiempo llevaban ahí aprisionados como tres muchachos perpetuamente atados a la pena de muerte. Morirían de hambre o sed en algún segundo u otro, porque en ningún momento del día habían tenido la opción de devorar, aunque sea, una fruta. Era su perdición. Él, a comparación con sus hermanos, pudo dormir un poco, perdió la consciencia luego de haber contado cómo sus ganas por romper todo el corral a patadas no hacía más que incrementar, no dejaba de pensar que lo único que quería era escapar de ahí. Ser libre de una maldita vez, no soportaba estar metido ahí como una fiera peligrosa que ponía en riesgo la integridad de otros, él quería ser libre al igual que las olas, o mucho más que ellas, pero al no poder serlo, se alteraba profundamente.
En cortos lapsos de tiempo podía tener un punto de vista más objetivo luego de hacer un tratado de paz con sus impulsos y, cuando eso pasaba, se sentía más desorientado que nunca en su vida. A esas estancias del día —o mejor dicho, noche—, podrían ser las siete o las nueve, él no tenía conocimiento de nada al respecto, pero podía deducirlo porque tampoco podía ser tan idiota. Se veía que hace poco la luna había empezado su carrera hacia el otro lado, hacia los otros confines del mundo. De lo único que era consciente: era que hacía un frío terrible en ese pozo ahuecado donde los sueños se estremecían. Aunque también podía dejar de dramatizar el pasado de un simple corral. Pero se puso nostálgico al pensar que los inviernos en Inglaterra se vivían de otra manera, como por ejemplo en su pueblo, todos los niños se reunían en las plazas para hacer actividades en profunda y completa armonía. Y él estaba ahí, sentado en el pasto viscoso de un corral que se encontraba situado al lado de un bosque, en el cual, no tenía duda que era habitado por un sin número de brujas.
Al menos, tenía cosas para contar.
Abrió los ojos con pesadez luego de una breve sacudida en su cuerpo, en las pestañas se le habían formado pequeñas lagañas que impedían el buen uso de sus sentidos. El sueño también se había visto inducido, en gran parte, porque no podía evitar llorar en silencio por la pérdida tan abrupta de su hermano, sin duda alguna, Cristopher sabía generar un balance óptimo en su vida. Le habían arrebatado lo más preciado que tenía de un momento a otro, ¿Cómo soportar eso? Hace unos tres días, a lo mucho, Cris gozaba de una buena salud, pero ahora, podría estar más que enterrado a un lado de la casa. E intentando regresar a su mundo corrompido por los infortunios, se movió un poco para ver si sus hermanos se habían quedado dormidos al igual que él, aunque también, podrían estar más que desmayados por la hambruna. En esos últimos días no se estaban alimentando del todo bien. Así que, aquello era lo más probable.