Capítulo 12.

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Sábado. 12:15 am. Me encontraba en la cafetería, terminando mi almuerzo luego de estar devorándolo como si no hubiese comido hace mil años. Summer me acompañaba, así que tan sola no estaba; ésta sólo me miraba al ver la velocidad en la que comía, a lo que no se tardó en preguntar…

—Oye, ¿por qué comes así de rápido?

—Ehhh… —dije mientras tragaba el último trozo que quedaba en mi plato— lo que pasa es que tenía tanta hambre que… —dirigí mi mirada al puesto de comidas que se encontraba a simple vista de mis ojos— si fuera por mí, ya estaría por la cuarta tanda de comida —Summer se ríe—.

—¿Y por qué no vas por otro plato? —decía ella mientras yo no despegaba la vista de la comida; suspiré—.

—Porque la vieja de la cafetería no nos deja repetir —dije entre susurros, no vaya a ser cosa que Esther (la cocinera de la universidad) nos escuche; Summer suelta una risa—.

—July, no te conocía así —me reí—.

—Hay muchas cosas que no sabes de mí, Summer —dije sonriendo—.

—¿Ah sí? —decía ella alzaba una ceja; asentí— ¿Cómo qué?

—Cosas —dije mientras me encogía de hombros—. Cosas sin importancia…

—Emmm… ok.

Como veía que ella no terminaba su almuerzo, decidí enterrar mi cabeza en la mesa en la que nos encontrábamos sentadas para no tentarme al robarme su plato y devorarme toda su comida. En serio que me desperté muy hambrienta hoy, cosa muy rara en mí, ya que no siempre suelo tener tanta hambre.

—Oye —me llamaba Summer—.

—¿Qué? —dije sin apartar mi cabeza de la mesa—.

—¿Y Steven? ¿Dónde está?

—¡Ah! Lo que pasa es que, unos minutos antes de que llegaras aquí, él me mandó un texto diciendo que lo mandaron a detención —escucho que Summer se atraganta con la comida, para luego entrar en un ataque de tos, seguido de unas leves risas—.

—¿Steven? ¿En detención?

—Así como escuchas —ella vuelve a reírse—.

—¿Y qué hizo para terminar allí? —aparté mi cabeza de la mesa—.

—No me lo dijo todavía, pero más le vale que no haya sido algo grave, porque si no… —hice una pausa para chocar mi puño contra mi palma, haciéndome la “mala”, a lo que Summer responde con una risa—.

—¡Ay Dios! Si no está la madre de él para regañarlo, estás tú —me río—.

—Y alguien le tiene que dar sus límites —trate de parecer seria ante lo que dije, pero con la mirada acosadora de Summer hacia a mí, hizo que las comisuras de mis labios se elevaran para luego estallar en risas; ella se contagia de mí y se ríe—.

—Ok —decía Summer mientras paraba, un poco, sus risas y tiraba su tenedor en su plato vacío—. Yo ya terminé de almorzar. Vámonos de aquí antes de que te agarre la locura y te devores todo lo que encuentres a tu alcance —suelto una risa—.

—Está bien. Vayámonos, ya que tengo tanta hambre que sería capaz de comerme hasta unas golosinas.

Y así, agarramos nuestras cosas y salimos de la cafetería lo más rápido posible antes de que lo que dijo Summer se haga realidad. Hoy me levanté con tanta hambre que sería capaz de comerme hasta el pupitre del aula.

Íbamos caminando por los pasillos de la universidad de lo más tranquilas, hasta que veo una máquina de dulces al lado mío. Me detengo enfrente de la misma y veo que, allí dentro, había variedad de golosinas, peligrosas para mi salud, pero que me hacían tener mucha más hambre que hoy.

Un trato es un trato. «MAS#2». [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora