Domingo. 8:40 am. Steven no se encontraba a mi lado y, por lo que escucho, se está dando una ducha.
Desperté con un dolor de panza horrible, justo en la zona de los ovarios; seguro ya sospecho de qué se trata, ya que siento mi ropa interior totalmente húmeda. Decidí dar un vistazo a mi parte íntima y todas esas hipótesis me lleva a una sola conclusión: me vino el puto período.
Me dolía bastante los ovarios, no tenía ganas de hacer absolutamente nada, pero de lo que estoy segura es que no debería manchar las sábanas de la cama, y mucho menos el colchón. Me levanté rápidamente de aquí y di un vistazo a las sábanas para ver si están manchadas. Por suerte, no lo están, ya que son de color blancas y, si las hubiera manchado, en estos momentos esta sábana sería la bandera de Japón.
Me dirijo a mi bolso (en donde dejé algunas cosas allí, ya que no hay mucho espacio en la habitación) y sacó una toallita femenina. La uso como debe ser y tiro el papel que envolvía la misma en el tacho de basura que se encuentra aquí.
Al rato veo que la puerta del baño se abre y sale Steven, con el cabello totalmente húmedo, vestido en una remera negra con el logo de Nirvana, unos jeans negros y totalmente descalzo. Él dirige una rápida mirada a mí y me dice...
—July, ni cuenta me di que despertaste —mira por unos segundos mi estómago, en donde mis manos lo estrujan por el dolor que me producen los malditos ovarios—. ¿Estás bien?
—Sí, sí —le dije, acercándome a él y apoyando mi mano en su hombro—, estoy bien. Sólo... —tomé un poco de aire, miré hacia arriba, luego lo miré a él para luego decir...— sólo me vino el maldito período.
Me puse roja ni bien le dije eso. De estas cosas suelo hablar con Summer, con mamá, con Morgan... y hasta con Sarah, pero nunca hablé de esto con un varón, y eso me hace sentir un tanto incómoda. Por más que Steven y yo nos tengamos muchísima confianza entre los dos, igual, se me hace raro hablar de esto con alguien del sexo opuesto a mí.
Steven parece haber notado que me sonrojé, por lo que suelta una pequeña risa, apoya su brazo en mi espalda y me dice...
—No te avergüences por decir estas cosas enfrente mío —me da un beso en la mejilla—. No sé cómo funciona el cuerpo de la mujer, así que con más razón —solté una carcajada—.
—¿Y qué has aprendido de las clases de Educación Sexual que nos han dado en el bachiller? —dije entre risas; él se encoge de hombros—.
—Pues como ves, nada —él sonreía mientras decía eso; yo solté otra risa—. Si quieres, te doy una pastilla para el dolor —decía Steven ni bien yo volvía a dirigir mis manos a mi estómago, estrujándolo, como si eso fuese a aliviar el dolor de los ovarios—.
—No, gracias, Steven —dije alejándome de él y dirigiéndome a mi bolso—. Yo tengo mis propias pastillas, quédate tranquilo —él sonríe—.
—Está bien. Iré a preparar del desayuno, me muero de hambre.
Me da un beso en mi cabello y se dirige a la cocina a preparar el desayuno. Sin esperar más, saco mi dichoso frasquito en donde guardo mis pastillas para el dolor; lo abro, saco una pequeña píldora, la meto en mi boca y me la trago sin tomar agua. Por un momento casi me atraganto, cosa que aclaré, un poco, mi garganta para evitar eso, seguido de una leve tos.
Cuando ingerí por completo la pastilla, agarré mi cepillo de dientes, una toalla y me dirigí al baño. Primero opté por darme una ducha rápida, cosa que me llevó unos cinco minutos, y luego me cepillé los dientes, que me llevó dos minutos nomás.
Salgo con la toalla envuelta en todo mi cuerpo, me dirijo al armario y saco la ropa que usaré hoy: mi amada remera negra con estampados plateados, un pantalón de jean sin roturas sin nada, unas zapatillas negras y mi amado gorrito negro. Sinceramente no puedo dejar de lado a mi gorro.
ESTÁS LEYENDO
Un trato es un trato. «MAS#2». [EN EDICIÓN]
RomansaLuego de la vuelta de Bryan, Julianna tendrá que tomar una importante, pero peligrosa decisión para no poner en peligro a las personas que más ama en su vida y, por si fuera poco, alguien muy cercano a ella tratará de seducir a su novio, Steven, lo...