Odine, era una estrella, preciosa e inalcanzable, brillaba de manera única y pocos tenían la dicha de ser alcanzados con tanta luz, hasta que por las desgracias del universo, la divina providencia la obliga a conocer a Theo, él, gravedad pura, de la...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
20h 57m 40s
-18° 33′ 44″
d e l o r i a n
El castillo que se encargaba de albergar a la familia real Deloriana, estaba en el centro de la capital, sí, cerca de ese horroroso mercado de pulgas, al que Odine no planeaba volver nunca más en su vida. Tenía muros enormes, de un material más fuerte que la roca o el metal, estos rodeaban por completo la estructura, y solo se podía ingresar por una entrada que era abierta con todo un protocolo, era claro que a pesar de estar tan cerca del pueblo, nadie que no tuviera permiso o autorización entraría, habían sido muy inteligentes en construirlo de esa manera, a decir verdad, dudaba que un ataque derribara esos paredones, como una vez lo hicieron con su hogar, de hecho, probablemente sería necesario hacerlo al menos varias veces para penetrar aquella fortaleza.
Completamente impresionante. Y una vez que pudieron atravesar los portones el enorme jardín que envolvía el palacio apareció frente a sus ojos, justo al final una hermosa obra arquitectónica que mezclaba la modernidad de la tecnología que poseían y un estilo medieval tradicional de antiguas generaciones. Simplemente precioso, con torres que querían alcanzar el cielo, pero apenas y lo rozaban, tenía ventanas a montones y a pesar de estar en medio de una ciudad estaba rodeado de preciosas plantas y cientos de árboles, como si más bien estuviera en el bosque.
