4. La profe de ciencias es mi favorita.

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Todo ese mes pasó igual. No pude avanzar mucho con Leo. Él aún no quiere hablarme. Cuando le saludo, se limita a hacer un casi nulo gesto con la mano, y luego se escapa. Tengo que lograr que él diga algo, cualquier cosa es válida.

Así que tengo una pequeña idea, que tal vez funcione.

Era la hora de salida, y yo me apresuré a llegar a la puerta antes que todos.

-Amigo, ¿todo bien?

Me asusté al ver a Agus detrás mío. No me dí cuenta que me había seguido.

-Claro, ¿por qué?- disimulé.

-Bueno, saliste corriendo del salón antes de que la campana suene.

-Todo está bien- Dije, quitándole importancia.

-Seguro... Bueno, nos vemos mañana.

Salió del colegio y yo me quedé ahí esperando a que Leo salga.

Mica salió antes.

-Creí que te quedarías a entrenar un poco- Anunció.

Lo olvidé. Agus me había pedido entrenar un poco más por mi cuenta para que él tenga una excusa de colocarme de titular en todos los partidos.

-Sí, pero... recordé que debo ir a casa antes- Mentí.

-Claro. Y, ¿por qué no sales aún?- Preguntó cruzándose de brazos.

-Porque...- Dios, qué le digo...

-Tranquilo, Joaco- se rió- No es un interrogatorio- Me sonrió mientras se acercaba a mi oido- Pero si no me cuentas luego lo que hiciste, te mato- Me rodeó para salir y me dió una nalgada- Nos vemos mañana.

Me sorprendió, pero no mucho. Ella suele ser así. Me presiona indirectamente para que le cuente algún chisme que me entero... y siempre sabe cuando me entero de algo que ella no.

Seguí ahí parado unos segundos hasta que por fin ví salir al chico tétrico.

-Leo- Dije interponiéndome en su camino.

Él apenas levantó la vista, lo suficiente para ver quién estaba parado frente a él. Trató de salir rodeándome, pero yo lo detuve poniendo mis manos en sus hombros. Noté que volvió a ponerse nervioso.

-Tranquilo, sabes que no te haré nada- Dije tratando de suavizarlo- Solo quiero tratar de hablar contigo. Desde que te conocí, apenas me dijiste una palabra.

Él pareció suavizarse, pero no estaba seguro. Lo solté con cuidado.

-Por favor. Quiero ser tu amigo.

Él levantó su rostro un poco más y pude observarlo mejor. Su boca estaba entreabierta, como si dudara en decir algo.

-Yo...- Oí que le salía.

No pude evitar sonreír.

-Tú... Sigue, no te detengas- Pedí, suavemente.

-Y-yo...- Tal vez iba a decir algo más, pero le interrumpieron.

-El rarito nuevo con el marica de Joaquín... Quién lo diría- Levanté la vista de Leo y ví que Mateo estaba allí, provocando- Veo que no está tu querido Agustín para defenderte.

Era verdad. Agus siempre era quien me defendía de ese idiota. Mi única opción era hacer exactamente lo que prometí a Leo: defenderlo por mí mismo.

-Y yo veo que no están aquí tus feos compinches. ¿Qué quieres, Mateo?- Pregunté serio.

-No mucho. Simplemente no quiero volver a ver a esta rareza aquí- Dijo empujando a Leo. Yo lo tomé con mis brazos para que él no se golpee.

-Deja en paz a Leo, ¿por qué tienes que ser tan estúpidamente hormonal?- Mateo se quedó como procesando lo que acababa de decirle.

Siempre se me dió bien atacar con palabras. No siempre lo hago, pero se me da muy bien. Aún más con personas como Mateo, que no conocen el significado de casi ninguna palabra del diccionario.

-Mira, Joaquín, si tanto quieres defender a tu novio es mejor que ustedes dos se larguen de aquí, y nos dejen libres de sus mariconadas.

¿Este tipo no conoce otros insultos, aparte de "marica" y "raro"? Dios, debería pasar clases de vocabulario para principiantes.

-No somos ningunos maricas y tú no eres quién para decirnos qué hacer o no. ¿Es que siempre hubo que tratarte como a un niño de parvulario?

De nuevo se quedó un momento quieto, procesando las palabras.

-Joaquín, como vuelvas a desafiarme, te parto la cara, ¿me oíste?- se acercó tanto a mí que sentía su pesado y horrible aliento en la cara.

-Ah, ¿sí?- Estaba pensando que más decirle, pero no hizo falta.

-A ver, ¿qué pasa?- Preguntó una voz femenina. 

Mateo se separó de mí y ví que ahí cerca nos observaba seriamente una chica vestida con ropa de trabajo. Mi profe de Ciencias se acercó a paso seguro y nos observó con mucho cuidado.

-Señor Gómez- se dirigió a Mateo- Acompáñeme, por favor. Señor Hurtado- se dirigió a mí- puede irse.

La profe se fue, llevándose a Mateo.

-Lo siento, Leo...

Fue cuando volví a observar al chico. Estaba llorando y las lágrimas caían suavemente por sus mejillas.

Quise abrazarlo o algo, pero él tomó otra decisión. Simplemente se alejó y salió corriendo del colegio.

-¡Leo, espera!- Grité, mientras observaba al chico perderse entre las calles, alejándose de mí.

1.- Si Fueras TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora