Estábamos sentados en el sofá cuando le cojí la mano y se la puse sobre uno de mis pechos. En la televisión se reproducía una película simplona, no demasiado conocida. La impaciencia me corroía, la tensión sexual que me arrollaba me hizo actuar a impulso. Noté como dejaba la mano estática por un segundo y luego se giraba a mirarme sorprendido. Me mordí el labio inferior. Sus ojos se oscurecieron o quizás fue por la luz que proyectaba la pantalla que teníamos en frente, pero había algo que no cambiaba según la luz, el bulto de sus pantalones. No hizo falta más para que pudiera observar como su miembro se daba a conocer aún tapado por varias capas de ropa... obstáculos que pronto apartaría.Me moví un poco bajo su mano y el lo agarró con fuerza sin dejar de mirarme. Ceñí las cejas ante aquello y él redujo la fuerza, aún así procediendo a apretar mi pecho como si de una pelota antiestrés se tratara. Mis pezones se endurecieron bajo la ropa llamando su atención, haciendo que él me repasara a la vez que se relamía los labios. Joder, esos malditos labios.
Su otra mano me rodeó el cuello y me atrajo hacia sí, envolviendome después en un beso fiero.
No tardó en hacer el recorrido "cuello-escote-pecho", cogiendome así y haciendome gemir entre sus labios. Tiré del escote de mi camiseta hacia abajo, dejando salir a esas dos excitadas tetas hacia su rostro, que las contempló maravillado. Agarró una de ellas con fuerza, le dio un pequeño azote y se llevó el pezón de la otra a la boca. La posó sobre él de una manera excesivamente delicada, haciendo que me retorciera ante la impaciencia de no ser tocada. Me miró desde ahí, torturándome antes del placer que tanto ansiaba. Eché la cabeza hacia atrás desesperada y de repente pude sentir como su lengua chocaba contra la punta del pezón. Qué arte. Qué arte que tuvo en hacerme gemir sin tocar mi intimidad. El pezón húmedo y su mano marcada en mi pecho, él se irguió. Me observó por un momento desde lo alto, aún no me creía que aquella cara que parecía tallada por los dioses realmente me estuviera mirando. Pasó la palma de la mano por una de mis mejillas y entonces supe que estaban rojas. Rojas cual fresa o cual tomate, tremendamente rojas, haciendo contraste sobre la piel blanca tersa. Me besó nuevamente pero esta vez sumido en tranquilidad, con suavidad y ternura.Sin embargo aquella tranquilidad no pudo durar mucho, sorprendiendome cuando sentí cómo su otra mano se abría paso entre mis pantalones y la ropa interior. Él seguía atrapando mi boca con la suya, privandome de cualquier queja o gracia. Dos de sus dedos se apoyaron sobre mi ropa interior provocando sensaciones nuevas, haciendome estremecer colmada de nervios pero estupefacta. Se avivó como si del fuego se tratase cuando comenzó a moverlos y yo termine mordiendole los labios. Se apartó y me miró divertido, y comenzó a acelerar el ritmo. La velocidad de sus movimientos aumentaba al son que crecía el placer que ejercían sobre mí. Los gemidos se escapaban de mi ser en formas agudas, haciendo que él riera satisfecho. ¿Cómo sino debe ser el sexo que no divertido?
Se acostó sobre mi cuello sin dejar de dibujar sobre mis bragas, y comenzó a besarme en él. Mencioné su nombre en forma de advertencia, "ya sé que eres delicada... que cualquier roce te dejaría marcada, pero me pones tanto".
Continuó haciendo el arrebato de chupetones en cada esquina de mi piel, sin saber que eso era exactamente lo que más me excitaba.Mi intimidad se acaloraba y comenzaba a humedecer la lencería. Y a la vez que mi respiración se volvía agitada el dejó los dedos parados. Le rogué sufrida, sabiendo al mirarle que lo hacía para molestarme, pero justamente después fue cuando alcanzaba el climax. Y es que unos segundos después de dejarme entre la duda y la tortura comenzó a moverlos casi salvajemente haciendome llegar al orgasmo. Madre mía, y ahora entiendo que no todo es como el porno, sino mejor. Me sentí mareada de placer y alegría, como si estuviera drogada de repente. Él me acarició complacido, sabiendo que había ganado. Me besó el vientre y de repente se dio cuenta de la humedad de mis braguitas, mirándome con una sonrisa pilla. Le devolví la sonrisa en símbolo de permiso, entendiendo perfectamente sus intenciones, y justo después su mano se adentró en mi intimidad. Dios venga y me bendiga, porque el pecado es demasiado dulce. Dejó que sus dedos me exploraran sin dejar de mirarme, sumiendome en una vergüenza exquisita. Me mimó cariñoso, mientras el sonido de mis fluidos al ser acariciados por mano ajena resonaba en el fondo. Sacó sus dedos y me los enseñó como un trofeo, cubiertos de mi "esencia", y se los llevó a la boca burlesco. La vergüenza me poseyó por un momento batallando a la excitación; oscura tentación de hacer lo mismo con la suya.
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Fantasías de Jazba.
FanfictieNO LO LEAS. [...] UPDATE: Ten en cuenta lo siguiente: La primera fantasía que te vas a encontrar fue escrita hace varios años (razón por la que no me siento excepcialmente orgullosa pero la dejaré publicada porque ha recibido bastante atención). Seg...