Capítulo 1

25 5 5
                                    

Caigo.

Siempre caigo.

Caigo por lo que no debería.

El día que encontré esa pequeña bodega caí.

Literalmente.

Amaba correr hasta que caí en un charco por seguir a un gato bajo la lluvia. Estaba llena de lodo, alcé la vista para ver al pequeño causante de la caída y lo vi sentado a una buena distancia mía restándole importancia a la lluvia.

Lo fulminé con la mirada e iba a irme de inmediato cuando me di cuenta de la casa frente a mí. Pero una luz de una pequeña caseta de madera detrás de esa elegante casa llamó mi atención. Dudosa me acerqué para cubrirme de la lluvia por el techo que sobresalía de esta. Estaba cansada y mis rodillas dolían por el golpe así que me senté apoyándome en la puerta. Faltaba mucho para que mamá llegara a casa. Al menos el gato me tuvo pena y se acercó.

El sonido de la lluvia resonaba pero no me molestaba, al contrario, me relajaba. Atraje mis rodillas a mi pecho mientras jaloneaba la cola al gato para fastidiarlo. Un ruido fuerte me sobresaltó, venía de dentro de la bodega.

Era una voz.

—¿Hola? —pregunté un poco nerviosa.

Un trueno resonó antes de escucharlo.

—Hola, extraña —respondió una voz que era imposible olvidar.

Mi cuerpo tembló.

—¿Qué haces ahí dentro? —pregunté, despreocupada.

—No es bueno hablar con extraños, curiosa —su voz se iba acercando—. ¿Cómo te llamas?

—Kaira —dije sin tomarle importancia, acaricié al gato negro que se encontraba jugando con mi cabello—. ¿Y tú?

Yo y mi mala costumbre de hablar con cualquiera persona como si lo conociera de toda la vida. Aunque este era más peligroso que cualquier desconocido.

—Drew. —La puerta me empujó un poco, supongo que él se apoyó al otro lado—. Estoy castigado, por eso estoy aquí.

—¿No crees que es un poco exagerado que te encierren en eso?

—Es una bodega y tengo comida aquí, no es tan malo —suspiró, hubo un momento de silencio—. ¿Cuantos años tienes?

—¿Importa? —pregunté, rodé mis ojos con un poco de molestia—. Seguramente tengo la misma edad que tú.

—Vale, tienes... ¿catorce?

—Bingo. Pronto quince.

—¿Qué hace una niña sola por aquí?

—Seguía a un gato... —carraspeé la garganta—. Deberían cerrar esta parte de la casa. Es fácil entrar.

—Tomaré nota —suspiró—. No queremos que extraños entren, ¿cierto?

—Exacto —afirmé—, pero yo ya no soy una extraña, ¿verdad?

—Eres muy confiada. —Dio unos pequeños toques en la puerta—. Pero... Hasta que no vea tu rostro seguiremos siendo extraños.

Que excusa tan mala.

—¿Somos extraños, Drew?

—Somos extraños, Kaira.

Hablamos un poco hasta que la lluvia paró y oscureció lo suficiente para volver a casa. Le dije que volvería para arruinar sus momentos preciados de soledad. Desde que oí su voz ya sabía quien era pero no era necesario que él supiera quien era yo.

Mi deseo caídoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora