Kaira
Había algo en mí que no dejaba que esto fuera un cuento de hadas.
Era porque no lo era.
Ni nunca lo sería.
Solo estaba disfrutando de la caída antes del golpe. Y esta vez nadie me salvará si se llegara a complicar. Estaba bien de ese modo.
Puedo lamer mis propias heridas mientras mi corazón se cierra más.
No tenía ningún problema con seguir haciéndolo.
Ninguno.
¿Qué hay de malo en aguantar un poco más si eso garantiza su felicidad?
Pongo mis manos en mi rostro y respiro hondo, alguien empuja con suavidad la gorra que traigo puesta hacia delante. Bajo las manos de mi rostro, viéndolo sentarse en la silla con su expresión serena como si fuera un santo o algo por el estilo. Estira a un lado su brazo cubierto de tatuajes hasta su mano para llamar a la camarera. Vuelve sus ojos negros hacia mí.
—Esa cara de tristeza que traes haría sentir a cualquiera como la grandeza del mundo —encaró con su voz ronca y varonil—, incluyéndome.
El chico frente a mí era otra promesa que rompí.
—Grandeza en ti es difícil de ver, mala imitación —encarné una ceja al fingir examinarlo.
Una sonrisa ladina se formó en sus labios, quitó su gorra revelando sus raíces ya negras de su cabello tintado de blanco. Inventó que era por una apuesta a parecerse a mí el teñirse cuando en realidad se lo tiñó por puro impulso pero tampoco se ha molestado en dejar de pintarlo de blanco.
Por eso era mi mala imitación y por otras cosas.
—Tengo algunas fuentes que confirman lo contrario —refutó con orgullo.
Ambos nos estremecimos al analizar su comentario.
—Bien hecho, Mike. Ahora tendré pesadillas.
Emitió una risa suave que desapareció cuando la camarera se asomó, yo solo observaba como le pedía alguna cosa con voz cortante a la camarera que le coqueteaba sin descaro alguno pero él no le hacía ni el más remoto caso. Este chico era una catástrofe oculta, aunque ahora era ya un hombre por así decirlo de 21 años. Nos hemos reunido ya varios días desde que lo contacté pero no hemos tenido mucho tiempo para ponernos al día con la vida del otro. Se veía más maduro y no solo en lo físico que a diferencia de antes ahora era más alto, tenía los hombros más esbeltos y su brazo tenía más tatuajes de lo que recordaba, conservaba las perforaciones en sus orejas, aunque ya no tenía el piercing en su nariz. Había algo distinto en él. Verlo incluso cuidarse y no meterse en problemas era impresionante.
Lo que hace el amor, ¿no?
Para algunos.
La camarera regresó con dos hamburguesas junto a unas malteadas. Ofrecí pagar la mitad pero Mike se encontraba de buen humor como para aceptarlo. Una felicidad se instaura en mi interior al verlo tan feliz aún después de todo. He regresado lentamente a lo que dejé y una gran parte de mí siempre se sentirá culpable de dejarlo a él atrás por esa promesa que ahora estaba rompiendo.
He roto demasiadas promesas...
Luego de comer la conversación dio un giro de ser una charla normal a una seria como solíamos hacer en los viejos tiempos. Separar el trabajo de lo demás no siempre funciona a pesar de eso lo intentamos. Pude notar sus dudas en medio de eso pero no se echó para atrás al ayudarme porque Mike tiene una debilidad en este tema. Sabe la razón por la que hago esto y él hace lo posible por ayudar ya que protege lo que él no pudo tener. Discutimos con cuidado sobre las indicaciones de lo que debía hacer antes de tomar caminos separados con la ruta que había explicado en mente.
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Mi deseo caído
Romance¿Alguna vez has deseado tanto algo que llega a doler? Para mí, ella tenía todo lo que siempre deseé con tanta fuerza. Quizá por eso caí en su trampa... Nada podía ser tan fácil cuando te lo tiran del cielo. •[Libro 1.0 de la saga "Caídos"]