Capitulo 14 - Secretos

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Tomé las llaves de la casa y en su lugar coloqué las llaves de la camioneta, todos estaban fuera, así que eché un vistazo dentro de la casa para asegurarme dejar todo en orden. Cerré la puerta y mientras me dirigía hacia el grupo tomé el IPhone de mis jeans y tras unos cuantos toques éste vibró confirmando la activación de la alarma. Caminé en silencio al final del grupo, tranquilo por primera vez en muchos días sin los horribles pensamientos que suelen merodear desde lo más profundo de los recuerdos hasta la realidad. Dejar de sentir la oscuridad me abrió paso a enfocarme en la naturaleza, incluso sin comenzar el ascenso ya había encontrado algunas ardillas rodeando el camino y una pequeña zarigüeya, la calma llegó muy linda junto al canto de los pájaros y el aleteo entre los árboles. Pasamos la carretera mientras notaba el cambio de clima, no podrían acoplarse de mejor forma los elementos. En la mente empecé a cantar mi canción favorita antes de tocar el primer escalón. Los suaves rayos de sol atravesaban la copa de los árboles permitiéndome contemplar ese increíble efecto. ¿Acaso Dios, estás devolviéndome el Karma en esta bella forma?, no lo sé. De cualquier manera, lo agradezco. Tuve que detenerme un par de escalones después puesto que Mariana estaba frente a mí con cara de asombro. Giré en dirección a su enfoque y recordé al ver la Cabaña.

- De allá venimos Mariana, ¿linda vista cierto? - La saqué de su momento privado al parecer, pude notar que se desestabilizó un poco

- Parece una cabaña normal desde acá. - Normal. Esa palabra golpea por cada rincón en dé mi cabeza. ¿Qué quiere decir con normal?¿Por qué no es normal?, acepto que es bastante grande y por algunos puntos pequeños lujosa. Creo que es tan subjetivo como para ocupar una mejor palabra. Que locura desconocer otras mentes.

- Y aún no hemos empezado el ascenso, no te detengas terremoto. - Avancé por el costado, no quiero preguntar nada que la incomode.

- Eres un caso perdido, Ricky Ricón. - Escuché tras dejarla a mi espalda. Si realmente conociera el contexto no hubiera dicho eso. Apreté los dientes e hice caso omiso a sus palabras. De verdad viniendo de su parte me duele.

Los árboles se meneaban un poco por sus copas y sentí que el tiempo no existía, por eso me gustan estos lugares. La gran ciudad siempre está llena de caos y movimiento, no duerme y siempre mantiene las energías de problemas y dinero; las montañas no dejan pasar esa tensión. Continué la escalada y me enfoqué en contar cada escalón hasta que vi un extraño movimiento en una rama de un árbol que atravesaba nuestro paso de lado a lado, una familia de mapaches comenzando por el más grande de todos caminaba por el brazo del árbol. Me imaginé uno aquellos pequeños salvajes persiguiendo a Jordan, su grito de gallina era clásico. Parece que tengo alguna habilidad de concentración extraña porque sentí que estaba en alguna película, de un pino aledaño tres ardillas corrían en dirección a los mapaches. Todo fue cuestión de segundos para que Jordan terminara debajo de la pelea. Si alguna vez existiera una competencia de mala suerte serías el campeón, hermano. Escuché chillar a los animales y cuando se dio cuenta gritó y corrió escaleras arriba aferrándose a Nathalie. Debí grabarlo tan pronto como vi al mapache por primera vez. Reímos todos tras el pequeño susto de mi amigo.

Al llegar a la cima sentí una paz increíble por la desconexión que generaba la ausencia de civilización; observé mi reloj para determinar cuánto tiempo demoramos en la primer parte, 41:23 segundos marcaba el cronómetro. Jordan asumió su rol de líder y nos explicó hacia dónde nos dirigimos ahora y el tiempo estimado haciendo aclaración de que debemos mantener el ritmo para llegar antes de que oscurezca. Quien viera este chico en estos momentos no creería que el perfecto guía explorador les teme a los mapaches. Una risa pequeña salió de mí. Estoy tranquilo y me alegra eso, lo puedo notar.

Llevo diez pasos contados desde la parte alta en camino hacia nuestro nuevo destino y el sentimiento de felicidad se está apagando. Solo he escuchado alguna que otra risa. Giré y vi que dejó sobre el suelo su maleta y las botellas que cargaba, ¿estará sobrecargada por el peso?, pensé que las chicas habían repartido bien el peso para todos. Inmediatamente me devolví y pude notar el cambio en el color de sus brazos y rostro, seguro que estaba cansada por la cantidad de sangre que tiene su rostro y sus brazos reflejaban el festín que los mosquitos se habían dado.

Una estrella en el mar del cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora