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#HalBru #BruHal #BatLantern #NuestraHistoria


Capítulo X.

«Un segundo hijo, es perfecto». Decían. «Así no estarán solitos y podrán jugar juntos». Cómo si en verdad mis hijos pudieran solo jugar. «Los segundos cachorros son siempre tranquilos y nada traviesos». Si como no. –Eran varias de las oraciones que se escuchaban murmuraba el castaño omega mientras buscaba a sus hijos.



Dick y Jay, como solían llamarlos en casa, eran cachorros hermosos. De cabellos negros y ojos azules, aunque lo de Jason eran casi turquesas y los Richard, zafiros. El menor de mirada avasallante y temeraria, justo como la de él y con el ceño fruncido marca Wayne que había heredado de su alfa. Mientras que el primogénito era de mirada coqueta y divertida, justa la clase de mirada que el ex militar solía tener en su soltería y con la cual muchos habían caído a sus pies.


Bruce, siempre le decía que morirá de un coraje cuando su cachorro creciera y atraiga a demasiados pretendientes. Solo esperaba que la vida fuera benevolente con él y que su casta fuera la de un alfa, porque de ser un omega; ya podía ir pensando en clases particulares de defensa dentro del perímetro de la mansión. Mientras que con su segundo hijo, rogaba fuera omega, pues de alguna forma el universo tenía que compensarle ese carácter hosco y difícil; así como esa posesividad que tenía para con Hal.


Mientras que Jordan, solo pensaba seriamente en aceptar la propuesta de Kyle y, colocar en sus pequeños retoños, rastreadores que le permitieran saber dónde se metían, pues con tan solo cuatro y dos años respectivamente; esos niños eran demasiado escurridizos, tenaces y aventureros para su propio bien y para la tranquilidad de ambos padres. Se prometió no volver a dejarlos jugar con su viejo escuadrón, quienes parecían divertirse al enseñarles tácticas básicas y simples; pero que le hacían sufrir cada día.


Cuando al fin logró encontrarlos, cómodamente dormidos y abrazados el uno al otro en el sofá de la biblioteca, pudo respirar tranquilo, y es que, la bendita "casa" donde vivían tenía más cuartos que cualquier de los hoteles donde por alguno u otra razón, se había hospedado. Haciendo con esto que buscarlos y sobre todo encontrarlos, fuera más que difícil y cansado.


Al verlos sanos salvos, simplemente se unió a ellos, abrigándolos con su aroma, sintiendo cómo se acomodaban junto a él y así abrazados los tres, tomaron una pequeña siesta. Cuando el alfa de la casona llegó y fue a la biblioteca en busca de su familia, simplemente sonrió por lo perfecta de esa imagen. Suerte era tener la tecnología de punta y poder inmortalizar ese instante para la eternidad.


Con calma y amor, se acercó a su omega, sentándose sobre la mullida alfombra junto a él; acariciando sus castaños cabellos y recibiendo en respuesta un ronroneo que le calentaba el corazón. Tras unos minutos más de contemplación del que fuera el amor de su vida y resignado a tener que despertar a sus pequeños, es cómo trajo del mundo de los sueños a quienes eran su vida.


Decir que cambiarían sus vidas, que gustosos regresarían a ser quienes eran antes de estar juntos era mentir. Fuera de lo demandante de sus hijos, de lo celoso y posesivo que era Jay, de lo travieso y aventurero que era Dick; por nada del mundo cambiarían eso que tenían. Pero nuevamente, una nueva vida se unía a ellos, un tercer cachorro revolucionaba sus días. Pues a pesar de ser un hombre de negocios, una alfa imponente y que a simple vista parecía insensible, Bruce Wayne, se daba el tiempo para estar con sus hijos, para ayudar a su omega en la educación así como para las cosas más básicas como lo era la hora del baño y que resultaba una tarea titánica cuando de Jay se trataba.

Nuestra HistoriaWhere stories live. Discover now