Nostalgia

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Capitulo X

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Kagome lloraba en los brazos de su madre, pues tenía miedo de haber perdido el amor de Sesshomaru a causa de su error y se sentía muy desconsolada.

Sus celos y su forma de actuar también habían destruido la hermosa amistad que tuvo con Hinata, su única y mejor amiga, su hermana, su confidente. Se arrepentía hasta el cansancio por haber hecho las cosas mal, ya que en el proceso los dañó a tal punto de que creía que nada volvería a ser como antes.

Si tan solo en su corazón hubiera nacido la pequeña sospecha de que Koichi era hijo de su amado peliplata y no de su hermano, como siempre pensó, otra sería la historia, pero tristemente las cosas no habían sido así.

—Madre, ¿que debería hacer?— Preguntó mirando a los ojos de su progenitora.

—Para que puedas estar en paz contigo misma, intenta hablar con Sesshomaru la próxima vez que venga a ver al niño y busca a tu amiga...— Le sugirió mientras le acariciaba los largos cabellos azabaches.

—No me perdonarán mamá— Aseguraba sin ni siquiera ponerse a pensar en otra cosa que no fuera el desprecio de ellos, aunque por otra parte, la relación con Sasuke seguía en una gran amistad, a pesar de todo.

Esos tres años fueron un duro golpe para su vida, pero pensaba más en Hinata, ¿donde estaba? ¿Que había sido de ella? Preguntas sin respuesta, que rondaban su mente.

Y aunque Sesshomaru veía a Koichi constantemente, lo más difícil era que durante esas visitas, él sólo se limitaba a charlar sobre el futuro de su hijo pero no decía nada acerca de su relación o si iban a volver a estar juntos en un futuro próximo. Y eso la mortificaba, pues el ya sabía
la razón de su arrebatado arrojo pero parecía no importarle nada realmente.

Luego estaba la partida de Inuyasha, la cual había sido un par de años atrás, a ambos les dejó una carta donde les pedía perdón por su mala actuación, ya que tristemente no había sido un accidente su muerte, si no un suicidio y a Sesshomaru le afectó tanto, que se volvió más retraído y solitario.

Su amado de ojos dorados, cabellos plateados y piel satinada, quien desde pequeño la hubo amado, más que a nadie en el mundo. Debió confiar en él desde un principio pero su temor por el que dirán fue más fuerte que su razón y su amor, pero dispuesta estaba a luchar para que ellos la absolvieran de sus equivocaciones, y trataría también de enmendar todo el mal que había hecho, sí, lo haría por sus amigos, su hijo y Sesshomaru.

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El fuego de la chimenea ardía vigorosamente, mientras la esencia de la madera quemada inundaba la enorme estancia. El brillo que emanaban las llamas bailoteaban por las lustrosas paredes de color blanco, debido a la oscuridad del lugar.

Bebió el brandy restante de su copa y después dejó el recipiente sobre la mesita que estaba a un lado.

Había sido un día largo en la oficina, y estaba tan fastidiado, que decidió ponerse de pie para irse a su alcoba.

Subió los peldaños de las escaleras que conducían a la planta alta con lentitud, como si no desease estar más allí. Esa mansión le recordaba a su abuelo y más concretamente a su hermano menor, pues ellos habían pasado la mayoría del tiempo ahí durante su más tierna infancia.

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