No tengas vergüenza.
Este es un lugar seguro
donde yo haré realidad
tus fantasías más morbosas,
oscuras y perversas.
Escribiré aquello que más
quieres leer, tus deseos
se cumplirán.
Así que solo entra,
pide y disfruta.
¿A qué esperas?
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—Siguiente, por favor.
Dibujó la sonrisa predeterminada que venía incluida en el contrato y formuló la monótona pregunta que debía salir de sus labios cada vez que veía a un cliente nuevo. A pesar de que trabajar en una heladería no le desagradaba, al final del día se acababa cansando. Estaba estudiando para alcanzar una meta considerablemente más alta y ese trabajo a medio tiempo le sabía a poco.
—¿A mí también me das ese tonito de voz?
Cambiando radicalmente la expresión, la chica sintió sus mejillas ruborizarse y su lívida cara regresar a la vida. ¡Fat Gum había llegado!
—¡Pensaba que no vendrías nunca! —exclamó con aún la cucharilla manchada de vainilla en la mano.
Observó a su pareja ladeando la cabeza y su sonrisa se convirtió en una sonrisa taimada. Toda esa grasa que solía tener había desaparecido, como una bola de helado debajo del sol de verano. Además, lucía exhausto: vestía ropa de calle (conservando su máscara negra) y aun así se le notaba cansado.
—¿Hoy habéis ido más lejos? —le preguntó sacándose el delantal.
Su compañero de trabajo apareció para sustituirla.
—No exactamente —explicó entrando al otro lado de la barra. Los zapatos de la joven hacían ruido al ella caminar y Fat Gum se ensimismaba con ello. Le contempló las piernas desnudas y fue ascendiendo su mirada hasta donde la falda se lo permitió.
A pesar de tener Particularidad, ella no quería ser como All Might. A ella le gustaba más lo convencional. Aunque su novio era de todo menos normal, el objetivo al que aspiraba no era sencillo tampoco.
—Anda, que te veo muy delgado —bromeó abriendo la puerta de la cocina. Toyomitsu la cerró detrás de sí (echando el pestillo sin que la joven se diera cuenta) y la siguió—. Te guardé un poco de helado de chocolate —dijo enseñándole la caja. Él fue a agarrarla, mas la muchacha la retiró y meneó la cabeza—, pero no creas que fue fácil mantenerla. Además, no está muy fría.
—Ya te lo compensaré —insistió rogándole. Necesitaba comer; no le importaba que estuviera deshecho. Hizo pucheros.
—Ay, no me pongas esa cara —se quejó dándosela. Se sentó en una de las muchas mesas de metal y Fat Gum se situó frente a ella, de pie y casi entre sus piernas, mientras abría lo que pronto devoraría—. ¿Qué has hecho para acabar así? —le cuestionó revolviéndole el pelo.
Taishirō se encogió de hombros con la cuchara en la boca y sonrió. Ella le agarró de las dos mejillas y le besó la izquierda. Entonces, Fat Gum cogió más helado derretido del cubo y dejó caer accidentalmente un poco encima de la muchacha. Alzando una ceja, ella tomó el helado con su dedo índice y se lo comió, divertida. Toyomitsu no dijo nada, pero esbozó una pícara sonrisa y la asió de ambas piernas, poniéndolas alrededor de su cintura.
