Prólogo

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— Su majestad, su consorte está esperándole

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Su majestad, su consorte está esperándole. Avisó la joven que había pedido mi madre hace unos días.

Se me revolvió el estómago de solo pensar que ya seria mi quinta consorte, con la que tengo que practicar intimidad. Debo dar seguimiento a mi sangre y asegurar un nuevo príncipe para Gaelania. Pronto seré el nuevo rey, estoy listo para ese paso. Arreglé la corona que yacía en mi cabeza esta tenia que ser removida, cuando hiciera el acto.

Alcé mi mano con impute y elegancia, sin verle la cara diciéndole a la muchacha que se retirará. Ella bajo la cabeza, largándose de mi alcoba. La puerta sonó tras su salida. Divisé unas pequeñas gotas, resbalandosé del cristal de la ventana de enfrente. Llovía, eran dos veces al año que podíamos hacer presencia de este fenómeno. Las personas de Gaelania amaban la lluvia había escuchado mencionar que en un planeta llamado tierra llovía toda una temporada. Lo odie aún más por ello, ese planeta es detestable la crueldad y violencia contra ellos mismos, es ruin, tan así que se destruyen uno con otros. Los humanos son miserables e intolerables. Nosotros somos muy diferentes a ellos, Gaelania, se llama así por por las dos hermanas que elaboraron una fuente, que contiene un líquido entre azul y anaranjado. Lo tomamos una vez por semana, manteniendo inmortalidad y que nunca los enfermemos. A diferencia de un humano que puede morir con tan solo un golpe en su débil cerebro. Somos gaelanos, únicos, al igual que nuestro mundo. Nos diferenciamos, por dos cosas de las personas normales, los iris de un Galeano son anaranjadas o azul intenso, nunca de otro color, si su color es distinto, es tachado como un individuo que no pertenece a Gaelania y es decapitado, porque nadie que no sea de Gaelania puede pisar el hábitat.

Gaelania tiene una capa invisible que los protege de todas aquellas almas curiosas que quieran traspasarla. Es solo nuestro territorio, somos fuertes porque trabajamos juntos, es un deber que hemos mantenido por mucho tiempo, el terreno Gaelano existe desde hace más de seiscientos años. Solo esperamos que los humanos no lo descubran, lo estamos evitando a toda manera. Antes había muchos de mis soldados que se ofrecían amablemente a visitar y asegurarse que ese mundo, no supiera nada de nosotros. Pero después de lo que sucedió con mi hermano menor; Baltazar. Temen que pueda pasarle lo mismo que a él. Son pocos los valientes que se ofrecen a ir a la tierra.

Baltazar, fue desterrado de su cargo de príncipe. No se que fue lo que le sucedió. Para que presentará ese cambio drástico, pero me di cuenta que él solo estar unos simples días en ese mundo los contaminan con sus mañas y sepa que cosas más. Su color de ojos ya no eran azul intenso. Habían cambiado a un celeste pálido. Pero eso no fue lo que me enfado, él ya no parecía querer este mundo. Volvió con un aura demasiado negativa, le pregunté. Qué, ¿que era lo que había influido en su cambio? Aunque yo sabía que todo había sido culpa de ese mundo.

Él respondió: — El amor.

No supe que contestar a esa palabra tan desconocida, pero intuía que era algo malo y que jamás permitiría que esa enfermedad, como yo la llamaba entrará en mi mundo. Nunca.








...pero las palabras susurradas en "jamás" continuamente se reversan y eso fue lo que sucedió en esta historia.



Bye, gaelanos.

Bye, gaelanos

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