SettPhel ─ Magic Ways.

08. Rechazo.

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—Phel, Phel... —la voz de Sett se escuchaba como un bajo murmuro en sus sueños. Comenzó a entrar en razón, la reconocida voz ajena llamándole era acompañada con el molesto tono de su celular sonando. Ante el movimiento, Sett destapó un poco su cabeza, cubierta con la sábana en un mecanismo de defensa por el sol y luz que entraba por la ventana.

—Mhm... —los ojos tardaron en abrirse y pesaban muchísimo. Estiró su mano, a donde el rojizo le extendía el celular. Sin divisar quien era, atendió—. ¿Kayn? —Sett tapó su risa y culpa con una de las manos. Era el mismo número que ayer y gracias a haberle confesado quien era, de seguro se pegaría una buena sorpresa al reconocer la voz—. ¿Cómo?

De un salto, se levantó de la cama. Su cuerpo tembló, mareado por el abrupto despertar, siendo sujetado por Sett al instante. Aphelios respiraba con algo de dificultad, entre cortado y ahogando las propias palabras que quería decir—. ¿Qué?

Sett observaba todo el espectáculo sin decir palabra. Se sentó lento en la cama cuando el adverso dio vueltas con el celular pegado a su oreja, buscando sus vestimentas para apresurarse a cambiar. El celular rebotó a su lado cuando la llamada terminó –al menos parecía que Aphelios lo hubiese hecho-, y le sonrió, un poco, para tranquilizarlo.

—Lo siento, debo irme —daba brincos, por aquí y por allá, al colocarse sus zapatillas—. Es... Es urgente.

Bufidos y maldiciones no dejaban de salir de sus labios, su cabeza se aceleraba y con ello el calor y la descompostura. Se estaba sintiendo mal y no podía pausar el mundo en este instante. Cuando las temblorosas manos se acercaron a sujetar sus pertenencias, Sett se enderezó y acarició uno de sus hombros al llegar a su lado.

—Oye —como si de un interruptor se tratase, Aphelios se detuvo y respiró hondo, recobrando la compostura.

—Lo siento —volvió a disculparse. Se suponía que seguía siendo su momento—. Hablamos más tarde, ¿sí? —intentó alejarse, más el agarre en su hombro aún seguía insistente en su cuerpo.

—No puedes irte así, ¿qué crees que dirá ella? —rió por lo bajo cuando comenzó a peinar los despeinados cabellos de Aphelios. Era como si algo llevara todo su pelo a un solo lado y lo levantara para quedar en ridículo. Claro que para Sett no lo era.

—Oh —jadeó, dejándose acomodar y arreglar por las gentiles manos. Aprovechando, también, para removerse entre ellas para acariciarse a sí mismo. Al terminar, Sett se apartó un poco para observarlo, como si de un estilista se tratase, Aphelios sonrió y dio un pequeño golpe en su brazo—. ¿Qué observas tanto? Siempre estoy bien.

—Tienes razón. Pero así te ves mejor —volvió a su antigua posición, para susurrarle—. Que se dé cuenta lo que se perdió y dejó ir.

—Jamás perdió nada, Sett —una triste mirada despertó en los ojos del rojizo y Aphelios sonrió divertido, besándole su mejilla en despedida—. Lo digo porque no soy gran cosa, bobo, no porque me tenga a sus pies.

Caminaba sin dejar de planear su día en voz alta. Comentó que hablaría y volvería a juntarse con él para conversar las cosas en frío. Sett no alcanzó a despedirse, que Aphelios se marchó de la habitación.