Once

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- Lo siento, va a haber un pequeño retraso en el vuelo - le dijo la señorita en el mostrador de billetes - Hay un alce en la pista de despegue.

Kara no estaba de humor para aguantar aquello. Había conducido cuatro horas desde Lance Creek hasta Casper Wyoming, y había llegado allí a las 12 de la noche, para que le dijeran que no había ningún vuelo hasta las ocho de la mañana del día siguiente.

Se había metido en un bar, donde había acabado tomando tequila. Después, se había dirigido a la terminal, y se había acurrucado en una silla, dispuesta a esperar a la hora de partida de su vuelo. Cuando se despertó, varias horas más tarde le dolían todos los huesos. También tenía una tremenda resaca.

- ¿Qué clase de aeropuerto permite que los alces corran sueltos por las pistas de despegue? - preguntó en el mostrador al cabo de un rato - Esto nunca sucede en Los Ángeles.

La mujer que la atendía sonrío.

- Todo el mundo sabe que en las grandes ciudades no hay alces.

- Lo único que sé es que tengo un terrible dolor de cabeza - murmuró Kara - ¿Dónde puedo conseguir una aspirina?

Ella se rio, al parecer lo encontraba todo tremendamente divertido.

- Parece que está de mal humor - dijo la mujer castaña y agito enérgicamente los rizos de la cabeza - Puede comprar las aspirinas en la tienda que hay al final del pasillo. Para cuando regrese, será hora de embarcar ¿Hay algo más que pueda hacer por usted?

- No - gruño Kara. Su estómago empezaba a quererse vengar por todo el tequila que le había echado dentro. Kara nunca solía deber y no le gustaba. La idea del tequila había sido motivada por su intento de alejar la depresión, pero había sido peor. A partir de aquel momento, se convertiría definitivamente en una bebedora de leche. Eso le hacía pensar en vacas y las vacas le hacían pensar en Lena, lo que aún la deprimió más.

Se sentía realmente desesperada y dolida. Ya sabía lo que era estar con Lena y no sabía cómo iba a sobrevivir sin ella. Lo primero que vio en la tienda fue la prensa amarilla, que exhibía en sus portadas a Kieran Thorul.

Kara se preguntó cómo iba a conseguir olvidarla, si su foto estaba en todas partes. ¿Por qué su único amor tenía que ser la cara más fotografiada de América? Kara no quería pensar más en eso. Buscó las aspirinas y se puso a la cola. Estaba cansada de complicaciones. Accidentalmente, escuchó una conversación de dos jóvenes que estaban detrás de ella.

- Es lo mas caliente que hay en el planeta. Siempre que estoy con una mujer, me imagino que estoy con ella. Así es que, visto así me he acostado con Kieran Thorul un millón de veces.

- ¿Y quién no? Con sólo mirar las fotos, te das cuenta de que es una ninfómana.

- Me gustaría ser yo él que la satisficiera.

Aquello fue demasiado. Kara se volvió en un movimiento fluido. Tenía el rostro inflamado por la rabia.

- Ya está bien, será mejor que cierren sus repugnantes bocas.

- ¿Y a ti que te importa? ¿Quién eres, una heroína?

-- Kara sonrió - Y, ahora mismo te daré tu merecido.

Sin pensarlo dos veces, le asentó un tremendo puñetazo a uno de ellos y sintió que, por lo menos se había roto 2 nudillos. Inmediatamente después, se volvió hacia el otro y realizó la misma operación. El hombre agito la cabeza un momento y, acto seguido se lanzó sobre Kara, pero cayó sobre el mostrador de caramelos. Una mujer gritó, llamando a los de seguridad. Kara evito un puñetazo Y golpeó de nuevo a su oponente, que cayó al suelo entre un montón de paquetes de caramelos. Alguien más entró entonces en la pelea, alguien que le decía que se calmara y trataba de agarrarla de atrás. Y,  justo antes de que se sacudiera a este último, un guardia de seguridad sacó la porra y la golpeó en la cabeza. En ese instante, las luces se apagaron.

El pasado de una mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora