➢Solo blanco

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Cuando pierdes a alguien, nace el miedo por la muerte. El aferrarte a alguien por miedo a que desaparezca y no puedas volver a verlo, y entonces te aferras a lo más mínimo, a lo más simple, dejándote más vulnerable aún.
Eso pasaba en esos momentos, Hailie se había aferrado a un chico sin conocerlo, en solo tres días, había forjado una amistad. Una que duró dos segundos, y ahora se había destruido, como todo lo demás.

Estaba abrazando al chico que ella creía un monstruo, quien le había advertido de su amigo. Tristan sabía que no era bueno quedarse ahí, le haría peor, pero no podían dejar al chico así como así en medio del bosque, así que comenzó a pensar hasta que supo exactamente que hacer.

—Hailie, vamos levántate.— Tristan le habló con suavidad y se separó de ella intentando levantarla.

—No puedo.— le respondió en un susurro. Su voz estaba gastada de tanto llorar y no podía moverse.

—Claro que puedes, solo impulsate con las manos.— esta vez Harvey habló, se fijó Tristan, y lo hizo ir con Naomi mientras él se cercó a la chica y tomó sus manos intentando levantarla.

—¡No puedo!—exclamó siguió llorando y el chico se agachó, dejando su peso en sus talones. — no se mueven, no responden.— ella miraba el piso y dejaba caer sus lágrimas a este directamente.

El castaño sabía como era ese sentimiento, perder a un amigo era algo horrible, sentir que la persona en quien confías no sabrá nunca más tus secretos, que no te podrán animar, o que ya no estarás ahí para ellos, y que no será lo mismo jamás, sobre todo si era tu culpa.

—Claro que puedes, esta en tu cabeza, es algo sicológico, pero puedes moverlas, hasta puedes correr demasiado lejos si así lo quieres.— habló intentando motivarla, tomó su mentón y la obligó a mirarlo, limpió con el pulgar sus lágrimas y le sonrió despacio, tranquilizando su malestar.

Tomó ambas manos otra vez y esta vez logró levantarla del piso. Colapsó un momento pero antes de caer, Harvey la agarró bien, la levantó del piso cual princesa y miró el cuerpo del chico.

—Me encargaré yo, llévalas a casa.— su amigo asintió y soltó la mano de la menor.—Volveré pronto, no salgan de la casa.— la menor solo asintió y fue con Harvey y su amiga hasta casa mientras Tristan miraba el cuerpo por un momento.

Pero ahora tocaba la parte más difícil y por consecuencia, el mayor debía hacerse cargo. El día estaba algo oscuro, las nubes cubrían el lugar. Wayne debía ser encontrado, no se merecía morir en el bosque, menos estar desaparecido. Si eso pasaba, en la televisión estaría latente su desaparición y con eso, la chica no podría olvidar nunca.
Fue a casa, busco en la cocina algún licor fuerte, además de guantes, y para cuando volvió lo esparció en el cuerpo, le arrebató su teléfono, su reloj, anillos, zapatos, y volvió a casa para dejarlos ahí, sacó el auto del garaje, y así, manejando con el cuerpo en el maletero, llegó en minutos hasta la carretera, se dirigió a Portland atravesándolo en un viaje de casi seis horas a Vancouver. Al llegar, estaba oscureciendo, lo cual aprovechó, y condujo hasta llegar a un bar de mala muerte, donde se estacionó con cuidado frente a este, percatándose de que nadie lo viera, se bajó, abrió la maleta y saco al chico arrastrando sus pies hasta un callejón, dejó la botella a su lado y se aseguró de que tuviera su cartera donde él la había puesto. Cuando termino, se subió al auto y salió de aquella cuidad, pero no llegó a casa, no sin antes hacer desaparecer el auto en la mitad de la carretera, aprovechando los restos de alcohol que había quedado donde iba el muerto, para prenderle fuego. Le fue mucho más rápido correr hasta casa, y en todo el camino, solo pensaba en él cuerpo del chico, se preguntaba que pasaría con él y que pasaría con su amigo, a donde habría ido, o si algún día volvería a casa.

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