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- A ver, sabemos que te gusta el pan, te flipa. - Sonreí con la boca cerrada mientras veía a Sam acercarse más a la pantalla de su ordenador. - Pero una cosa es eso, y otro el fanatismo, cariño...

- Eh, eh, eh - interrumpió Javi. - Sabes lo que significa-. Guardó un silencio expectante. - ¡Qué tiemble el Polvillo que llega Ana Julieta Calavia!

- Quién quiere una diseñadora gráfica cuando tienes una panadera- bromeó Sam.

- ¿Habéis terminado de reíros ya?

- ¿De ti? Nunca. - Que los dioses me dieran paciencia.

Me recoloque el portátil sobre las piernas cambiando de postura por cuarta vez desde que estábamos en videollamada. El suelo estaba frío y aunque me había colocado de forma que el viento no me diera de pleno, la temperatura estaba bajando y en breve tendría que entrar si no quería resfriarme.

Que estar en la azotea no había sido buena idea, lo sabía, pero era eso o tener que responder a las preguntas cotillas de los amigos de mis padres. Ignacio y Teresa, solían, todo los viernes, salir a cenar con sus amigos a un bar de la zona, pero antes hacían "la previa", como si fueran jovenzuelos, en nuestra casa. Durante algo más de media hora, tres matrimonios, con copa de vino en mano, mantenían una conversación sobre los últimas novedades de la semana. Esta semana uno de los temas a tratar, sin lugar a duda, sería la vuelta a casa de la menor de los Calavia- Pedros. Y, justamente, hoy sin plan y en casa, me figuraba un auténtico interrogatorio escondido entre copas de vinos e intentos de ánimos ingenuos. Así, pues, al segundo de oír el timbre del portal que anunciaba la llegada de las parejas, rauda y veloz, con portátil en mano, salí de mi casa camino a la discreta azotea.

- Permítenos que flipemos un poco, chica. Que te dejamos sola una semana y por poco emprendes el imperio Calavio del pan. - Sam vacilo.

- Ay, Anaju, es que te imagino y no puedo parar de reírme- continuo. - Venga, va, cuenta los detalles.

- A ver, el hermano de mi padre...

- ¿Tu tío Tony?, ¿El que fue al First Date? - Por si cabía alguna duda, la bala perdida que tengo por tío decidido probar el programa de Sobera. Obviamente no por encontrar el amor, sino porque además de descarriado, era un focos.

- Sam, no la interrumpas más, que nos va a mandar al carajo. - guiño un ojo. ¿La destinataria? ni idea. En medio de una videollamada es difícil de saber.

- Mi tío Pablo tiene una panadería-. Aproveche a decir todo de corrido sino quería que me volvieran a interrumpir-. El otro día coincidieron y si os digo la verdad, no sé cómo salió el tema, pero el caso es que una de las chicas ha cogido la baja por embarazo y...

- Y aquí entras tú. - dijo triunfante Javy.

- Exactamente, durante un par de meses estaré allí repartiendo panes - que no hostias- y a lo que me manden.

- A lo mejor le coges el gustillo, Anaju. - sonríe Javy.

- A lo que le voy a coger gustillo es al sueldo.

- Bueno, ¿ y cuando empiezas?.- preguntó Sam.

- El lunes.

Los aplausos por parte de mis compañeros me retumbaron en los odios a través de los auriculares. Miré la hora y calcule que en unos diez minutos la reunión que había en mi casa se desplazaría al bar de turno.

- Bueno, y vosotros qué- digo dispuesta a cambiar el foco de atención.

- Yo hoy voy al Donosura. - suspiró hondamente. - Así que, tengo noche para largo.

- Cualquiera diría que tienes ganas. - picó Sam.

- ¿Tú crees, Sam? - Javy con un gesto cansado se frota la cara- Llevo dos semanas sin librar

- Ya, ya... - Sam gruñó. Digamos que la relación entre Tomás, el manager de Javy, por llamarlo de alguna manera, y Sam distaba lo más lejos de ser cordial. Era más bien, de malas caras y constantes tensiones que sólo cuando aparecía Javy aparentaban a lo máximo que podía llevar su relación: el soportarse mutuamente. - Tomás me ha dado el finde que viene libre. Podemos salir juntos, como en los viejos tiempo...

- Pero qué viejos tiempos, ni que viejos tiempo, si salimos hace dos semanas y tuvimos que volver porque te entró el lumbago. - Escupió Sam con una sonrisa. Yo, mientras, me reía sin control dando golpes contra el suelo.

- Esto lo hemos hablado ya, eh. Eso no sale de allí. - dijo Javy- Qué vergüenza, con 24 años...

- Vergüenza dice, yo todavía me acuerdo de la tía que te entró. No sabía dónde meterse. - Sam no le daba tregua-. Y cuando llegó el taxista... -. no pudo reprimir la sonrisa maliciosa que apareció en su rostro.

- Qué pasa, ahora toca el turno de reírse de mí o qué.

Las risas ahogadas quebraron el silencio nocturno, donde tras varios intentos por acompasar nuestras respiraciones, la caprichosa de nuestras mentes, recordaba a un Javy en cuclillas en medio de una pista de baile, que nos hacía volver a la histeria.

- Ay, dios mío. - dijo Javy quitándose las lágrimas de los ojos.

- Chicos, chicos...- en un hilo de voz intente continuar- Me voy ya, que me estoy helando.

- Joder, que ahora le tocaba el turno a Sam

- Qué dices tú- dijo con sorna. - Yo no tengo nada que contar...

- ¡Cómo que no! - acusó Javy-. Te recuerdo si quieres algunas de las premisas que nos distes: un satisfyer, tus paredes de papel...

- ¡Calla! - dijo cruzándose la cara con las manos, avergonzada. - Os lo cuento el sábado.

...

Todos tenemos la ferviente creencia de que nos cuesta arrancar en irnos de algún lugar cuando estamos a gusto. Pues tras varios intentos de dar por concluida la conversación, más de dos y de tres despedidas y otros tantos ademanes de acabar con la videollamada, "Las tres mierdas" nos despedimos hasta nuevo aviso.

Agarrotada, me estiró para luego recoger el portátil y tras un paso detrás de otro me dirigí a la puerta que daba acceso al interior del edificio.

Un silencio sinuoso imperaba a esa altura del mole de cemento, al fondo solo se escucha sonidos urbanos, cláxones, una sirena que reclama atención, una bulliciosa avenida...

Una corriente fría que me mueve el pelo y me anima a agarrar la manilla de la puerta. Tiro fuerte al mismo tiempo que la masa de aire empuja contra mí. Suspiro, y en un rápido movimiento me recojo el pelo cuando descubro que no estoy tan solo como creía.

La figura alta y delgada, a varios metros de mí, inicia una chispa en sus manos. Mira al frente como yo hace unos momentos. Me suena él.

Vuelvo a tirar de la puerta, pero esta vez con más fuerza.

Otra oleada de viento frío.

Espero a estar en su campo de visión y, antes de entrar, levantó la mano.

Un mentón alzado.

Una calada al aire.

Entro.

-1º 51' 31"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora