15

151 19 1
                                    

La segunda semana de marzo había entrado arrasando.

Las temperaturas que la semana pasada habían recordado a una fría primavera habían quedado en eso, en un recuerdo lejano.

Una jodida ola de frío polar. O eso dijo su madre anoche mientras cenaban.

Cierra la ventana delicadamente mientras oye como golpea el viento contra la persiana.

Mira al armario.

Se lo piensa.

Finalmente se decide poner el polar gris, aquel que se ponía en ocasiones contadas. Ya no serían tan pocas. Mira el móvil.

El único ruido que realiza desde que sale de su habitación hasta estar en el pasillo es el de las llaves meciéndose entre sus dedos.

Llama. Espera. Entra. Pulsa. Espera. Sale.

Cuando se da cuenta otra ola helada le cala los huesos.

Bendito polar.

Sale de las paredes de cemento y ladrillos que forman el pequeño cuadrado de pisos. Tiembla. A la intemperie en medio de la avenida se pone los guantes.

Se para en el semáforo.

Podría contar con los dedos de una mano el número de coches que circulan a esa hora.

Tampoco es tan temprano, pero la oscuridad engaña. Sonríe. Sí, la oscuridad nos hacía dudar, nos hacía pensar. Se muerde el labio.

Pensar.

Eso se le daba muy bien. A veces demasiado.

Los coches que se acercan al semáforo reducen su velocidad.

Suspira.

Cruza el semáforo con paso firme sintiéndose observada. Los primeros rayos cálidos acarician el pavimiento, lentos y perezosos. Como ella. Había salido con el tiempo suficiente como para hacer el recorrido hasta la panadería dos veces. Pasa al lado del bar donde quedo con Sam hace dos días. Se resumió en una conversación donde intento exprimir el jugo de algún cotilleo de ella con el rubio, a lo que Ana no soltó ni gota. Se excuso con un << ves cosas donde no las hay>>. Siguieron hablando del piso, si las cosas iban bien podrían volver a finales de marzo. Cuando se dieron cuenta lo que se estaba terminando eran las cervezas y la calidez del sol.

Se frota la cara, cansada.

Sábado.

Nadie tendría que trabajar un sábado temprano. Era delito. El pensamiento no sabe por qué le recuerda a Mai.

Sam y Mai, hacía tiempo que no se juntaban las tres. Lo apuntaría en la agenda. Aunque conociendo a Sam le contaría sus sospechas sobre ella y su nuevoamigo. Se ríe.

Hugo.

¿Se avergonzaba de cómo se había comportado el otro día con él? Sí, terriblemente sí. ¿Qué no sabía qué coño le había pasado para comportarse así? También.

Se arrulla en su abrigo.

Lo de rayarse se le daba de puta madre. Sí, pensar. Claro que sí. A veces no le gustaría hacerlo. Mejor moverse por sus instintos. Consejo que siempre tenía entre ceja y ceja. Rara vez lo hacía. Se muerde el labio, otra vez. Recuerda una conversación donde Hugo nombró eso mismo.

Separa un pequeño pellejo de su labio. Cacao, le haría falta cacao. Se da cuenta de la madeja de pensamientos que tiene en la cabeza. La menea.

Paso a paso.

-1º 51' 31&quot;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora