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Puede ser que los diez minutos se alargaran más de lo debido. Cuando en un principio nos giramos, en vez de ver aparecer un chico de metro sesenta, nos encontramos a alguien que le quintuplicaba la edad.

Rodolfo apareció en su máximo esplendor. Era un vecino de edad madura, con una incipiente barba canosa que nos saludó con un marcado acento. A mí me conocía desde siempre, y, al parecer, Hugo y él eran muy conocidos. Muy. Cuando lo vio y viendo la intención de querer hablar algo con él, Hugo se acercó y estuvieron hablando un rato. No eche mucha cuenta, pero por lo que puede oír el viejo Rodolfo tenía un problema en su vieja moto. Era de esperar, ese cachorro tenía más años que yo. Seguramente el costo de reparar no valdría la pena y puede que le saliera más rentable comprar una nueva. Pero bueno, el valor sentimental, como se solía decir, no se podía pagar.

Ah, bueno, y que no cabía duda de que Hugo se dedicaba a la mecánica. Tampoco había que ser muy listo.

Yo de mientras tanto y para no parecer que estaba pendiente, aunque obviamente, no lo estuviera, me dedique a revisar mi móvil. Sonreí cuando vi a Las tres mierdas, preguntar por mi tercer día en el trabajo. Conteste rápidamente, luego les llamaría para comentarles los detalles. También le recordé a Javy, la salida de este finde. Recordar, já. Era más bien una educada manera para hacerle saber que no me había olvidado y que había tomado su palabra. Muy en cuenta. No los veía desde que había vuelto y tenía muchas ganas de hacerlo. No quería que se echará para atrás. Él contesto. Bien. Todo viento en popa. Como debía de ser. Respondí a otros mensajes y bloque el móvil cuando escuche de nuevo la despedida de Rodolfo y su salida.

- Ya he perdido la cuenta de cuantas veces le he comentado el problema que tiene la moto. – Volvió a sentarse.

- Con lo vieja que es, yo creo que ha cumplido sobradamente su solvencia programada...

- Cómo las bombillas... – me miro, perplejo. Bueno había demostrado que no tenía ni puta idea de motos, de mecánica, de motores...- Sim embargo, permíteme que lo dude.

- Mecánico ¿cierto?

- ¿Tú crees? – miro, de nuevo, al frente – La mecánica funciona de otra manera. Otro mundo.

- Un mecánico profundo. Mis dieces.

Rio.

- ¿Y tú?

- Digamos que, dualmente mi formación no corresponde con lo que curro.

- Rebuscada. – cruzo de brazos.

Esta vez reí yo.

- Puede. – puso los ojos en blanco. – Ahora mismo estoy como dependienta en una panadería.

- ¿Haces pan? No te asociaba a eso.

- Estoy pensando que te quedas con lo que te da la gana, eh.

- Es posible.

- Solo atiendo. Pero no dudo en que algún día aprenderé.

Asintió, divertido.

- Sin darme alguna pista, te adivinaré lo que estudiaste.

- Lo dudo.

- Derecho

Bufé.

- Has ido por lo convencional.

- Solo he tanteado el terreno – eleva los hombros. Se lo está pasando pipa. Me cruzo de brazos.

-

Antes de que le diera tiempo a responder, oímos a alguien. Nos dimos la vuelta y descubrimos a Sergio que caminaba a paso apresurado con Buz entre sus brazos. También llevaba una bolsa.

-1º 51' 31"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora