CAPÍTULO 3

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|Entre paredes|
~ 3 ~

Pamela limpiaba la barra, estaba por cerrar la cafetería. La campanilla de la entrada sonó, Pamela alzó la mirada enseguida y bufó cuando vio al chico de la florería.
—¿Más flores?—preguntó, fastidiada.
—Lo siento, señorita, sólo hago mi trabajo—el chico dejó sobre la barra un ramo de claveles—. Debe tener muy enamorado a su novio—ella sonrió, afligida.
Se despidieron con un beso en la mejilla, ya tenían algo de confianza, llevaban casi dos meses viéndose cada tercer día: alguien mandaba flores a Pamela, sin una tarjeta, sin una explicación, sin un hombre de por medio. Pero las sospechas recaían sobre una persona: Robert. Pamela tenía razones para pensar que se trataba de él, la más poderosa era que deseaba que fuera él, que todas esas flores fueran la manera de decir "perdóname, fui un idiota y me siento arrepentido". ¡Terrible manera de alimentar su ego y su orgullo!
Cuando la última mesa se desocupó, Pamela se apresuró a poner en la puerta el letrero de "cerrado"; se apresuraría a limpiar las mesas, lavar los trastes y ordenar todo, tenía el tiempo perfecto para llegar al festejo de cumpleaños de Nidia. Cuando lavaba las últimas tazas, escuchó la campanilla de la entrada, ya estaba acostumbrada a eso, siempre había un necio que desobedecía las reglas, se viró para confirmar el mensaje de que ya estaba cerrado, pero se congeló en cuerpo y alma cuando vio a Robert al otro lado de la barra.
—Está cerrado—murmuró Pamela, sintiendo que la sangre le hervía de coraje.
—¿La cafetería o tu corazón?—preguntó formando una sonrisa extraña.
—Para ti, ambos—ella apretó los dientes, su pregunta subió sus niveles de molestia—. Voy a pedirte que te vayas.
—Antes de irme, ¿te gustaron las flores que estuve enviando?—Pamela sonrió, orgullosa y altiva.
—Eran tantas que tuve que regalarlas, además, no me gusta que maten flores para ese tipo de tonterías.
—¿Cuáles tonterías?
—Caprichos de las personas: demostrar amor o arrepentimiento—miró fijamente al hombre—. No hay otra razón para matar a una flor, me gustaría saber cuál era la tuya—Robert se echó para atrás, no esperaba aquello, se sintió atacado y descubierto.
—¿Me creerías si te digo que por ambas razones me convertí en asesino de flores?
—Sólo creería en el arrepentimiento.
—Por favor, también cree en el amor.
—¿Cómo podría después de lo que hiciste?
—Dejando de creer que quien ama no lastima—agachó la mirada—. Todos, alguna vez, lastimamos a quien amamos, ¡a quien nos ama! Supongo que merecemos una segunda oportunidad.
—Desperdiciaste la primera, de hecho, desperdiciaste la segunda.
—Lo sé, pero necesito que vuelvas a confiar en mí.
—¿Confiar?—se le escapó una sonrisa burlona—. Te he devuelto mi confianza más de una vez, Robert, después de lo que hiciste, jamás vas a recuperarla.
—Por favor, Pam, ¡entiéndeme!—quiso tomar la mano de Pamela, pero ella se alejó, ahora la barra era una verdadera barrera—. De repente sentí cómo el mundo se me vino encima, ¡iba a ser el responsable de la cura de todos tus males! Ponte en mi lugar, cómo te sentirías, ¡seguro sería muy difícil para ti!
—Lo entiendo, ¡te juro que lo entiendo! Pero me duele mucho que hayas sido tú quien diera el primer paso, ¡no yo! Tú prometiste miles de cosas, me ilusionaste y luego te acobardaste—Robert bajó la cabeza—. Como te dije, jamás había pensado en ti ni en esa opción para sanarme, ¡jamás!—dio un golpe en la barra—. Aún no me explico cómo fuiste capaz de engañarme de esa manera.
—Pam, no te engañé—suspiró—. Voy a ser sincero contigo: en verdad te amo—ella bufó, abrumada—. ¡Te lo juro! No sabes cuántas veces he deseado estar a tu lado, volver a besarte, volver a sentirme amado por ti—ella enarcó la ceja, ¿hablaba en serio?—. Cuando te dije todo eso, cuando te prometí…—cerró los ojos, dolido—. En ese momento, te juro, te juro que te hablaba en serio. No puedo con la idea de que puedas morir por algo tan absurdo, ¡sabía que yo podía ayudarte! Por eso me ofrecí, pero también lo hice porque deseo estar contigo, ¡deseo con todas mis fuerzas el ser el primer hombre en tu vida!—Pamela respingó, haciendo que Robert abriera los ojos—. Cuando tú aceptaste, mis miedos se hicieron ver y no supe controlarme, no supe cómo reaccionar y lo hice de la manera más estúpida.
—Bueno, al menos aceptas que fuiste estúpido—bufó.
—Y también acepto que te amo—Pamela abrió los ojos, sorprendida, retrocediendo más, creyendo que la barra era un escudo insuficiente—. Es difícil de explicar, no te amo como un hombre amaría a una mujer, no en ese sentido, mi amor por ti va más allá de eso: eres una persona importante para mí, ¡de las más importantes! Quisiera que estuvieras bien, quisiera protegerte de todo, ¡te amo, Pamela! Y en verdad quiero ayudarte.
—Yo ya no quiero tu ayuda, Robert.
—¡Pero estás en peligro!
—Hubiera preferido seguir en peligro antes que escuchar todas tus estupideces y mentiras.
—¡No estoy mintiéndote! Sólo me acobardé—cerró los ojos, suspiró como armándose de valor—. Pamela, la mujer con la que estoy casado ha sido la peor elección en mi vida, de repente sentí que estar contigo sería otro error en mi vida…—Pamela lanzó una risa indignada—. ¡No, no por ti! Pamela, tú significas tanto en mi vida, si tan sólo pudieras verlo.
—Ni siquiera lo entiendo—Robert sacó su celular y buscó algo en él.
—Quizás esto te haga entender—Robert le mostró una foto. A simple vista parecía una donde Robert y ella estaban en un restaurante, pero al mirarla con atención, Pamela se dio cuenta de que no se trataba de ella sino de otra mujer—. Ella es mi esposa—susurró Robert. Pamela lo miró, sorprendida—. ¿Te das cuenta el parecido entre ambas? Me casé con ella porque se parecía mucho a ti, porque Mary me recordaba que tú existías—Pamela sintió que la respiración se le cortaba—. Cuando terminamos nuestra relación, me di cuenta de que había sido un tonto por dejarte ir.
—Por favor, teníamos trece años.
—Y sólo a esa edad, sólo contigo, supe lo que era el verdadero amor—Pamela sintió que el estómago se le encogía—. No tuve el valor de regresar contigo, aunque lo deseara. Mary se cruzó en mi camino y la elegí porque parecía que estábamos juntos de nuevo, Pamela—ella dejó el celular sobre la barra para acariciar sus sienes, estaba comenzando a sentirse aturdida—. ¿Ves toda la cobardía que he reunido durante tantos años? La cobardía rige mi vida, Pamela. Si volví es porque no quiero perderte una vez más, porque ya no quiero ser un cobarde… ¡Porque quiero que me perdones!
La confesión de Robert sobre su razón para casarse con esa Mary, había causado estrago en ambos: Pamela se recargó en la máquina de capuchinos, completamente aturdida. Pensó en John y en su discurso sobre las estupideces y el perdón; en ese momento parecía algo sencillo, pero ahora con Robert frente a ella, con todo lo que había dicho, ¡todo se tornaba difícil! ¿Cómo se actuaba en esos casos? Robert, por su parte, sentía que el mundo como lo conocía, se caía en pedazos. ¡Nadie sabía que se había casado con Mary por su gran parecido a Pamela! Y él lo ocultaba a toda costa, hasta de sí mismo, aceptarlo ahora le daba mayores razones para divorciarse, ¿pero qué haría después?
—Supongamos que te perdono—suspiró Pamela—, ¿qué pasaría después de eso?
—No podría saberlo hasta que eso ocurra.
—¡Por favor! ¿Crees que por tus estúpidas flores y por este ridículo discurso, voy a perdonarte? ¡No, Robert!—exclamó, molesta—. Yo no soy responsable de tus errores, lo que me hiciste pasar fue injustificado, ¿te perdonaría sólo por sentir lástima por ti?
—No me importan tus razones para perdonarme, sólo necesito que lo hagas.
—¿Para qué?
—Para actuar.
—Pues actúa, por primera vez en tu vida actúa por decisión propia.
Como si aquello fuera un permiso, Robert brincó al otro lado de la barra para aprisionar a Pamela entre sus brazos y propinarle un beso en los labios. Pamela trató de poner sus manos como barrera, pero Robert no cedió: siguió besándola, estrechándola a su cuerpo para que no hubiera escapatoria. Pamela comenzó a forcejear, pero Robert la sostuvo con fuerza, con seguridad, ¡nada podía hacer para escapar de aquél beso! Reunió todas sus fuerzas para empujar a Robert y darle una cachetada.
—¡Eres un…!
—¡Pamela!—John entró a la cafetería, corrió hasta la barra y saltó al otro lado para coronar la humillación de Robert, dándole un puñetazo—. ¡Lárgate de aquí! No tienes derecho a estar aquí, ¡no vuelvas a tocarla!—empujó a Robert para alejarlo de ellos—. ¿No oyes?
Contrario a lo que se pudiera pensar, Robert sonrió y se fue sin decir más. El beso de Pamela no le mentía, ella creía en sus palabras y estaba dispuesto a perdonarlo si él continuaba con su lucha. El siguiente paso ya no sería abordarla de frente y hablar, sino dar un paso más atrevido, ese que ambos deseaban.
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¡Vaya! ¿De qué paso hablará Robert? Más importante aún será el saber si Pamela va a aceptar su próxima jugada, porque a pesar de lo que vea Robert, ella se volvió un hueso duro de roer.
Azul🍂

¿Y SI FUERA ÉL?(ROBERT DOWNEY JR)(TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora