CAPÍTULO 1

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|La vida que robamos|
~ 1 ~

La recepcionista del banco llamó a mi extensión, me avisó que alguien quería verme con urgencia. Primero pensé en Mary; la semana pasada había llegado como vil histérica diciendo que era urgente verme: su urgencia era que necesitaba comprar leche para los niños. Pero esa vez no era Mary, sino John; ¿él para qué querría verme? Estaba tentado a decirle a la recepcionista que lo despidiera, pero mi curiosidad fue mayor.
—¿John?—no encontré otra manera para llamar su atención, no me pareció lógico saludarlo como si fuera mi gran amigo. Sí, me ayudó a reconquistar a Pamela, pero nada más.
—Hola, Robert—sonrió, levantándose del sofá de la sala de espera—. Temía que te negaras a hablar conmigo—yo devolví la sonrisa, intentando no sentirme culpable.
—Me dijeron que era urgente—al grano, no iba a detenerme más tiempo del necesario.
—Pamela está internada en el hospital—mi respiración se cortó—, entró en labor de parto. Pronto nacerá su hijo—mi estómago dio un vuelco—. Siento que traiciono a Pam, pero eres el padre del niño, creo que debes saberlo.
—¿Niño?—sonrío—. ¿Tendré otro pequeño niño?
—Sí, eso marcó el último ultrasonido.
—¡Dios!—posé mis manos sobre mi cabeza—. ¡Seré papá!—la voz se me entrecortó por la emoción—. Otra vez seré papá.
—No le digas a Pamela que te enteraste por mí.
—Por supuesto que no, jamás—posé mi mano sobre el hombro de John—. Te has ganado mi respeto, no podría traicionar tu confianza—él sonrió—. ¿Vas a decirme dónde está internada?
—No sé si sea sensato, Robert—limpió las comisuras de su boca—. Ahí está… Alan.
—¿Alan?—me extrañé, Pamela no tenía ningún amigo con ese nombre—. ¿Quién es él?—John me tomó del hombro para incitarme a caminar, mantenía cierto aire de misterio que me estaba inquietando—. ¿Podrías explicarme a detalle toda esta estupidez?
—Pamela ya te lo había dicho, Robert: ella está enamorada de otro hombre—bufé.
—Sí, me lo dijo, pero pensé que desistiría de esa absurda relación al decidir tener al bebé.
—Hay cosas que debes saber, Robert—se sentó en el sofá más alejado de cualquier curioso, me invitó a sentarme a su lado—. Pamela no te mentía, en verdad estuvo saliendo con Alan cuando tú y ella mantenían su relación en secreto.
—¡Qué cínica!—bufé—. Eso se considera infidelidad.
—No voy a juzgar a nadie—murmuró, incómodo—, sólo ustedes saben cuáles fueron los acuerdos de su relación. Aquí el punto es que Pamela se enamoró…
—¡Por favor! Ella estaba enamorada de mí, eso jamás lo entendí, ¿cómo pudo enamorarse de alguien…?
—Robert, creo que estás siendo ególatra y egoísta, muy injusto, además—me miró, crítico—. Fuiste tú quien puso trabas al enamoramiento de Pamela, la tuviste y la perdiste, ¿no lo ves?—yo bufé—. Pamela y Alan iniciaron una relación poco antes de que ella supiera que estaba embarazada y…—suspiró—. Bueno, Alan supo la situación de Pamela, sabe perfectamente cómo fue concebido ese bebé.
—¿Y lo aceptó?
—Alan es un hombre maravilloso, digno de Pamela, digno de esa mujer que tú y yo dejamos perder—volví a bufar, pero sabía que John tenía razón—. Pamela le dejó en claro que la relación que tuvo contigo fue solamente para recuperar su salud, que no hubo amor de por medio para…
—¿No hubo amor?—grité, poniéndome de pie, atrayendo la atención de los presentes en la recepción. John me jaló del brazo para que volviera a sentarme—. ¿Cómo se atrevió a decir que no hubo amor? Cuando estuve con ella… ¡Por favor! Para mí ese momento fue la cumbre de mi amor por Pamela.
—¿Te enamoraste de Pamela?—preguntó, sorprendido, ¿qué no era obvio?
—Sí, me enamoré de ella. Yo quería tener un hijo con ella, lo logré, no como quería, pero lo hice—suspiré—. Ella jamás lo supo, lo sintió, creí que con eso sería suficiente.
—No, Robert, creo que era importante que lo supiera—suspiró—. Pamela pasó mucho tiempo enamorada de ti, tú la rechazabas. ¿No recuerdas las terribles cosas que le dijiste antes de aceptar…?
—Sí, sí lo recuerdo—lo detuve, no quería que me recordara que había sido un imbécil.
—En fin—suspiró—, Alan aceptó a Pamela sabiendo todo. Incluso él está dispuesto a reconocer a ese niño como suyo.
—¡Pero cómo se atreve!—volví a gritar—. ¡Ese niño es hijo mío!—los demás nos miraron llenos de morbo, pero no me importaba, no sabiendo que mi hijo sería prácticamente adoptado por un hombre que yo no conocía, que me había robado el amor de Pamela.
—Robert, seamos realistas—suspiró—: ¿cuántas veces llamaste a Pamela en estos nueve meses?—ninguna—, ¿cuántas veces la visitaste?—ninguna, maldita sea—, ¿cuántas veces intestaste acercarte a ella?—ninguna, ¿cómo iba a hacerlo si ella ya no quería saber de mí?—. Si ella y el bebé te hubieran interesado sólo un poco, tú hubieras hecho todo por verlos.
—Quise hacerlo—me defendí—. Pero la última vez que Pamela y yo hablamos, ella fue muy clara conmigo: dijo que se había enamorado de otro y que yo no podría hacer nada por reconquistarla. Me pidió que me alejara, que no volviera a molestarla, ella estaba furiosa conmigo por lo que había hecho—miré a John, casi suplicándole que me entendiera, pero era obvio que no iba a hacerlo. Ahora que escuchaba mis palabras, lo más sensato hubiera sido seguir a Pamela, no dejar que ella se fuera tan fácil.
—No sé, Robert, quizás esté hablando demasiado, pero estoy seguro de que tu presencia hubiera cambiado muchas cosas y que todo sería diferente en este momento.
—¿Y cómo iba a hacerlo?—suspiré, abatido—. Mis planes no salieron cómo lo esperaba, Mary no me dio el maldito divorcio, ¡está poniendo tantas condiciones! Me es difícil cumplir con todas, pensé que estaría divorciado poco después de que Pamela me dio la noticia de su embarazo, pero no fue así—acaricié mi cabello—. Mi abogado ha sido claro conmigo: el divorcio se complicaría más si descubrían una infidelidad mía, Mary podría hacer cualquier cosa teniendo esa información. ¿Te das cuenta de lo difícil que era acercarme a Pamela, sobre todo estando embarazada?
—Pudiste explicarle.
—¿Siempre vas a estar de su maldito lado?—bufé—. ¿Por qué no te pones un momento en mi lugar?
—Porque tú tampoco te pusiste en el lugar de Pamela, nunca lo hiciste, Robert—suspiró, afligido—. Todo lo que hiciste por ella, lo hiciste en realidad por ti, porque así lo deseabas, porque te convenía, pero jamás lo hiciste por ayudar a Pamela, ¿o sí?—yo me quedé callado, John tenía toda la boca llena de razón, no tenía manera de contradecirlo—. Yo sugeriría que hables con ella, no ahora, obviamente, podrían llegar a un acuerdo. Lo que hagan o dejen de hacer, ya no será sólo problema de ambos, ahora habrá consecuencias para su hijo… Intenten no ser tan egoístas, deben ver por él.
—De eso no te preocupes—reí, sarcástico—: Pamela está tan preocupada por el bienestar de nuestro hijo, que hasta le consiguió un padre—John me fulminó con la mirada—. Lo siento, no debí…
—Si vas a acercarte a Pamela y a su bebé, debes dejar esas actitudes de lado, son nefastas, Robert, y no harán más que empeorar las cosas entre ustedes. Pamela y ese niño no tienen la culpa de tus malas decisiones—yo iba a replicar, pero John me detuvo—: porque, seamos sinceros, si Pamela está a punto de ser madre fue porque así tú lo decidiste. Ella se está haciendo cargo de las consecuencias de tus actos—maldita sea, eso era real, Pamela no tendría que soportar sola todo lo que se venía encima—. Hay algo más que debes saber.
—¿No fue suficiente todo lo que acabas de decirme?
—Me temo que no—desvió la mirada—. En unos días, Alan le pedirá matrimonio a Pamela.
—¡Ella no puede casarse!—de nuevo, las miradas curiosas—. ¿Cómo se le ocurre…?—John me jaló de la manga de mi camisa.
—Si alguien está al pendiente de nuestra conversación, podría ir con Mary y contarle todo, ¿quieres que tu divorcio se complique más con todos los chismes?—lo miré, furioso—. Entonces cállate y compórtate—me espetó—. Y, por favor, deja de ser tan egoísta, estoy arrepintiéndome de estar aquí diciéndote todo esto, hubiera sido mejor no hacerlo.
—Pues ya estás aquí—murmuré—. Acaba de una buena vez—John suspiró, mirándome con enojo.
—Todo mundo sabe que el bebé que Pamela espera, es de Alan.
—¿Pero qué demonios estás dici…?—John volvió a jalarme de la manga—. ¡Ese niño es mi hijo! Ese imbécil de Alan no tiene derecho alguno sobre él.
—Pues tiene más derecho que tú, ¿quién crees que estuvo apoyando a Pamela todo este tiempo?—me preguntó, enojado—. Pamela tuvo miles de complicaciones de todo tipo durante su embarazo, el único que estuvo a su lado para apoyarla fue Alan, ¡nadie más! Y sólo él tuvo el valor de presentarse ante los padres de Pamela para decir que ese niño era suyo y que se haría responsable. ¡Dime quién tiene más derecho sobre el hijo de Pamela!
Miré a John con mucho desprecio, rabia, frustración… Pero él no tenía la culpa de nada. De hecho, ni siquiera tenía la obligación de estar ahí para contarme qué pasaba con mi hijo. La culpa era mía, ¡toda mía! Siempre puse mi divorcio de por medio, escudándome detrás de las complicaciones que éste me supuso, pero la verdad era que yo moría de miedo de hacerme cargo de otra familia. ¡Amo a Pamela! Yo quería un hijo con ella, pero no pensé más allá de todo eso, mi euforia no alcanzó a ver las consecuencias y fui tan cobarde que preferí huir: mis consecuencias las estaban cargando Pamela y ese tal Alan.
—¿Dónde están Pamela y mi hijo?
—No quisiera decírtelo, Robert—se negó John—. Ahora que sabes toda la verdad, creo que no es seguro que lo sepas, no quisiera que fueras a armar un escándalo. No es a nosotros a quienes corresponde decir la verdad sobre ese niño: corresponde a Alan y a Pamela—el celular de John sonó, era una llamada—. Dame un momento—se disculpó antes de contestar—. Hola, Alan—yo bufé y puse los ojos en blanco—. ¿Ya nació?—ambos sonreímos—. ¡Una niña!—nuestras sonrisas se ampliaron y yo ya no pude contener las lágrimas—. Pero el ultrasonido decía que…—se le cortó la voz—. ¡Es increíble, maravilloso! ¿Cómo está Pam?—lo miré, curioso—. Me alegra saber ambas están bien, ¡muchas felicidades, Alan!—yo le di un codazo, ¿por qué felicitaba a ese idiota? ¡Yo era el padre de esa niña!—. ¿Qué hiciste qué?—me miró, urgente—. ¿Y qué dijo ella?—torció los labios, sin quitarme la vista de encima—. Debió ser un momento muy raro—suspiró—. Bueno, especial, pero bastante inusual. ¿Los planes continuarán, entonces?—me miró como si todo estuviera perdido para mí—. Quisiera felicitarlos de manera personal, Alan, me da mucho gusto por ambos—sonrió, afligido—. Dile a Pam que voy para allá, gracias—cortó la llamada—. Eres padre, Robert—no sé por qué, pero lo abracé con fuerza—. Es una niña.
—¡Quiero conocerla!—exclamé, emocionado, separándome de John para limpiar mis lágrimas.
—Me temo que eso no será posible—susurró—. Creo que estás fuera de la jugada Robert.
—¿Qué dices, por qué?
—Tontamente, Alan le pidió matrimonio a Pamela en pleno parto.
—¡Qué idiota!—reí—. Debió ser muy incómodo para ella.
—No lo creo—desvió la mirada—. Ella aceptó y seguirán conforme a lo planeado: se casarán en tres meses.
Nunca había tenido la terrible sensación de creer que mi vida carecía de sentido.
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Si Robert pensaba que tenía muy fáciles las cosas, ya llegó John a quitarle esperanza: Pamela no mentía, sí estaba enamorada de otro, ¡y se casará con él!
Gracias por leer.

Azul🍂

¿Y SI FUERA ÉL?(ROBERT DOWNEY JR)(TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora