Capítulo 20

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"To be continued"

A veces los finales son difíciles.

El hecho de que algo se termine resulta tedioso e inaceptable. No quieres aceptar que aquello que tanto habías puesto empeño, tiempo, ilusión y cariño esté condenado a acabar.

El fin siempre será inevitable, y muchas veces intentamos esquivarlo, retrasar el final de lo que muchas alegrías nos brindó por el camino.

Pero, como todo en esta vida, es algo que ocurre irremediablemente. Y eso, mis queridos lectores, es lo que está a pasar hoy.

La línea de alta velocidad circulaba aquella mañana de finales de otoño. El paisaje anaranjado empezaba a perder los pocos tintes de color que brindaban las hojas secas de la flora típica del clima mediterráneo de interior. Los pinos, no penséis en un pino como los navideños sino en uno con todas las hojas en una copa superior, era la única de las árboles que permanecía firme y sin perder sus pinchos.

Y cuanto más abandonaban Andalucía, menos arboledas encontraban, y sólo quedaban arbustos mal colocados por las montañas arcillosas típicas de la zona murciana. Entre las montañas desérticas el día comenzaba dando los primeros rayos de sol, posiblemente de toda la península Ibérica.

Dentro del tren, nuestros tres países viajaban con plena tranquilidad. Mientras España y Reino Unido seguían descansando, ya que apenas eran las siete de la mañana, la francesa aprovechaba su tiempo tomando uno de sus cuadernos y dibujando el característico paisaje, como había hecho anteriormente en cada momento que tenía libre.

Dibujar, realizar trazos prestando atención a cada detalle que pudiera captar en el tren de alta velocidad, suponía todo un reto que ella intentaba superar, con algún que otro éxito. Éxito que duró poco porque cuando pudo, se cansó y empezó a garabatear a sus dos parejas. Sentados uno al lado del otro, la pelirroja dejaba caer su cabeza en el hombro del inglés, y este hacía lo mismo sobre la cabecera española. Podía jurar que durmiendo el refinado Reino Unido amenazaba inconscientemente babar la cabellera roja de España.

Así sentados y dormidos, quién podría pensar que habrían masacrado ejércitos y matado imperios, a que nadie, ¿verdad?

La francesa comenzó a retratarlos a ambos, mientras dentro de ella se dedicaba a reflexionar el cómo había llegado hasta ahí. En qué momento había conseguido tener a aquellas dos maravillosas personas a su lado.

Primero el inglés, Reino Unido. Su apoyo durante tantos años, y quién lo diría. Franceses e ingleses tenían una larga historia de guerras y disputas, aunque claro esas habían sido realmente entre ella e Inglaterra, poco o nada el hijo tuvo que ver. Compartían un hijo, aunque exactamente eso era más por acuerdos, pero Canadá al final del día era su tierno, matador de focas, hijo. Además, después de la Segunda Guerra Mundial habían ambos encontrado a un igual, un alma idéntica que había pasado por tanto.

Aquella estúpida guerra, aquella estúpida pero tan letal guerra los unió como nunca los había hecho. Destrozados, se dieron apoyo y crecieron juntos, y nació un amor puro que culminó el día de su boda. Fue una locura, no era normal la unión formal entre las representaciones, incluso era inusual, pero ellos tenían claro que habían encontrado al amor de sus vidas, la persona con la que querían pasar la eternidad, o hasta que desaparecieran.

Y luego llegó ella.

Cabellos de fuego, ojo rubí, labia de zalamera y un corazón lleno de pasión. Dios, esa mujer los había vuelto locos a ambos. Lo que empezó como una leve atracción poco a poco evolucionó a un sentimiento de cariño que deseaban brindar a la antigua gobernadora del sol. Nunca buscaron enamorarse de España, simplemente surgió.

Tres No Son Multitud 🇬🇧🇪🇸🇫🇷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora