Sabias Palabras Del Abuelo.

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Habían pasado cinco horas

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Habían pasado cinco horas. Cinco malditas horas, y el traidor desgraciado de su hermano aún no llegaba.

La lástima se le había pasado desde que habló por última vez con Yamikumo. Ahora estaba molesto y herido.

Lo pensó por mucho tiempo, y se merecía lo que le había pasado.

Primero que todo, nunca hizo nada para evitar los malos tratos de Katsuki. Segundo, no debería de haber caído tan rápido en «Quiero que volvamos a ser amigos».

Había sido muy iluso al tragarse esas palabras tan fácilmente.

Y estaba enojado. Con su hermano, con Katsuki y con él mismo. Pero luego tendría tiempo para seguir sintiéndose un completo miserable como lo había hecho desde que llegó de la escuela.

Ahora sólo quería encarar a su hermano y que le dijera la verdad a la cara.

Tomó su libreta especial y miró los diez dibujos que había hecho.

La mano le dolía por la fuerza con la que agarro el lápiz, pero le importaba poco.

Admiraba cómo su enojo lo llevaba a hacer tan buenos trabajos. Después de todo, cada artista tiene sus momentos de gloria e inspiración.

«Es gracioso como mi inspiración es el enojo y la desesperación.»

Dio un respingo al escuchar la puerta de entrada abrirse y la voz de su hermano gritando que ya llegó.

Suspiro y se lavanto de la cama, para salir de su habitación.

Camino a urtadillas por el pasillo, hasta llegar al principio de las escaleras, viendo a su hermano hablando por teléfono.

—¿Qué pasó? —Preguntó, mientras se quitaba el saco e iba a la sala—. Te oyes histérico.

Izuku bajo con cuidado y se apoyo detrás de la pared que llevaba a la sala, evitando que su hermano se diera cuenta de que estaba ahí.

Asomo su cabeza y se dio cuenta que estaba de espaldas viendo a la ventana.

—¿Lo sabe? ¿Quién lo sabe? Habla claro, Katsuki.

—¡Vaya! Mi vida no puede ser peor hasta este punto —Grito sarcasticamente.

Yō se dio la vuelta y vio a su hermano menor cruzado de brazos, mirándolo con el ceño fruncido y apretando los dientes.

Yō se quedó paralizado un rato sin reaccionar.

—Te habló luego, Katsuki —Yō dejó su móvil en la mesa de centro y miró a Izuku nervioso. Luego sonrió—. ¡Hermanito! Que gusto que-

—Callate y escupelo —Pidió tajante. No estaba para los juegos sin sentido de su hermano—. Aún no puedo creer que le hayas pagado a Katsuki para que fuera mi guardaespaldas.

Me vuelves loco [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora