Me vuelves loco [KatsuDeku]

¿Es Un Buen Comienzo?

El puño de Katsuki impacto contra su rostro, haciéndolo caer al suelo raspandoce la rodilla y el codo.

—Solo lo diré una vez, Deku: no te interpongas en mi puto camino. —Bramó Katsuki molesto—. ¿Entendiste?

Izuku permanecío en el suelo, sin decir una sola palabra. Su cuerpo temblaba y su mirada quedo clavada en la tierra.

No era nada nuevo que Katsuki le gritara, lo molestara o que incluso le amenazara. Era algo a lo cual, por desgracia, se había tenido que acostumbrar en los últimos años.

Era una rutina.

No podía hacer nada. No era tan fuerte como él. Tampoco podía pensar en la posibilidad de correr, ya que lo atraparia de inmediato y le podía ir peor. (Bueno, nunca lo ha intentado.)

Pero aún así, nunca había pasado a mayores. Como por ejemplo: que Katsuki lo golpeara.

No importaba que tanto estuviera de malas, nunca le había golpeado antes. Aunque le gritara que desapareciera de su vida y que era una escoria inservible, nunca hizo algo como llegar a herirle físicamente.

Pero esta vez había sido la excepción.

Y eso le hizo sentir mucho miedo.

—¡Respondeme, mierda!

Se encogió en su lugar y asintió con la cabeza varias veces, dando a entender que si le había escuchado.

—Eres un inútil. Por eso te llamas «Deku» —dijo con desprecio, para después irse como si nada hubiera pasado.

Cuando ya no pudo verlo, Izuku soltó el aire que había retenido en sus pulmones por casi un minuto.

Luchó contra los terribles temblores de su cuerpo, pero se levantó del suelo adolorido, se sacudió sus ropas como pudo, y se sentó en uno de los columpios que estaban cerca.

Miró a su alrededor, notando que no había casi nadie en el parque.

Solo unos cuantos ancianos jugando el ajedrez de la tarde, una que otra pareja paseando y algunos estudiantes que daban curso de verano.

Y al parecer, nadie se había dado cuenta de lo que había pasado.

Pero eso tampoco era nada nuevo.

Por lo general, él era invisible para todas las personas a su alrededor. Nadie se daba cuenta cuando lo molestaban. Cuando lo humillaban.

Y si lo hacían, solo lo ignoraban.

Eres patético.

Una voz en su cabeza hizo eco. Y él no era nadie para negarlo.

Siempre quería pensar lo contrario. Pensar que tenía justificación al ser más débil ante los demás y que no tenía como defenderse.
Pensar que esa voz se equivocaba.