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Un gruñido y un lápiz violentamente cayendo de la mesa expresaron la enorme frustración de Axl. El cuaderno que tenía en frente estaba lleno de rayones y palabras tachadas de una canción que no funcionaba. Poseía la idea, pero no lograba expresarla de forma correcta.
—¡Llegué!
Dejó de enfocarse en la fuente de sus malestares y observó a Donaji ingresar al hogar que compartían, enseguida lanzando los zapatos a un lado y apoyándose en la pared con increíble cansancio.
—¿Mal día en el trabajo? —preguntó al levantarse y acercarse.
—Nada en especificó sucedió, pero... —se encogió de hombros, tanto agotamiento haciendo que ni quisiera hablar.
Axl comprendió y la abrazó por la cintura, al acariciar la zona sintiendo como hasta esos músculos se hallaban rígidos.
—Relájate o terminarás adolorida.
—Estoy feliz de estar en casa, ya pasará —sonrió viendo sus claros ojos.
El pelirrojo imitó el gesto y acortó la distancia para besarla, sus labios apoyándose y presionando en un contacto simple e inocente.
—¿Te gustaría un masaje?
—¿De verdad? Nunca me diste uno.
—Cambiemos eso —le agarró la mano antes de guiarla escaleras arriba—. Quitate la ropa y acuéstate de espaldas.
—Solo la remera, ¿no? —preguntó a pesar de que estaba segura de que se refería a eso.
—Dije ropa, así que es todo —respondió mientras buscaba alguna crema o aceite en los cajones.
Donaji dudó un momento al considerar que sus piernas estaban bien, pero, con cierta vergüenza, siguió lo dicho y quedó en bragas. Rápidamente se acostó y cerró los ojos tratando de estar tranquila y encontrar la mejor posición, pronto escuchando a Axl acercarse sin saber como negaba en desaprobación al notar que todavía tenía una prenda encima. Sacudió la botella y giró la tapa para descubrir el pico, así vertiendo un par de gotas en la espalda de la femenina viendo como se tensaba y elevaba el estómago del colchón.
—¡Está frío!
—Ya pasará —rió mientras dejaba el objeto sobre la mesa de luz.
Humedeció sus manos con el aceite y comenzó a repartirlo por la piel de Donaji al tiempo que presionaba y relajaba en distintos puntos, aquellas administraciones siendo tan buenas que casi le hicieron caer en sueño. Estaba relajada, pero, incluso así, su mente no pudo evitar imaginar los escenarios de libros y películas donde tales situaciones llevaban a otras mucho más intimas. Por eso, su tapada entrepierna de a poco comenzó a reaccionar.