Ya habían pasado doce años.
Argenta se había mudado a Londres junto a Sasha y tuvieron un par de hijos, una primogénita, Kira y un chico, Brandon.
Jennifer empezó a dar clases en la Academia del Séptimo Circulo, allí empieza una relación con Gerald, el antiguo rival de Dante y el mejor controlador del rayo que ha existido.
Yusuf y Aldwin han seguido buscando a los homúnculos para evitar que puedan revivir a NecroKiller.
Toby se desapareció sin dejar rastro.
Finalmente, Dante y Crimea se casaron y tuvieron tres hijos, Alex, un chico con el mismo carácter que su padre y contemporáneo con Kira, Sonia, una dulce niña que no le gusta comer espinacas ni las sardinas, y Jake, un chico pequeño y regordete con cara de buena gente. Ekaterina se había convertido en una señorita que estaba experimentando el instituto y el primer amor.
Dante solía pasar los días en una casa a hora y media de un pequeño pueblo en Oregón, donde trabaja en un taller hasta el invierno y en un gran trigal que compró junto a esa pequeña casa de tres habitaciones hasta el verano. Todos los días, entrenaba con sus niños, trabajaba, pasaba el rato con Crimea y en sus ratos libres entrenaba solo en el bosque, se ponía unas latas o botellas de vidrios en algunas ramas y piedras. A veces, practicaba puntería con pistola o con sus técnicas de fuego, otras veces probaba a romperlas con sus puños o sus espadas en carrera devuelta y otras, simplemente practicaba agilidad y velocidad, igual, en carrera, corría y saltaba entre los árboles para agarrarlas sin que ninguna se rompiera.
A veces, cuando necesitaba leña, talaba árboles a puñetazos. Pasaba desapercibido, nunca se peleaba y siempre se comportó formal delante de los demás.
Un día de primavera, cuando los perales y las higueras que se camuflaban en los bosques estaban en flor, estaba caminando, aprovechando para recolectar unas cuantas fresas silvestres y aprovechar la sombra de los árboles tras pasarse siete horas cegando el trigal e ir a comprar naranjas y cerezas para comer en la noche. En un momento dado, se para para comerse un poco de la fruta y se da cuenta que olía a cabello quemado y escuchaba unos chasquidos y quejidos de frustración.
Era Alex, estaba intentando quemar una cigarra parada en un árbol, pero no es capaz de generar una misera llama y solo producía chispas que le quemaban el brazo. Dante sacó un cigarrillo y se puso a observarlo durante un ratico. Se acercó a él y le sostuvo la mano para evitar que se siguiera quemando con las chispas.
—No te empeñes en solo quemarla — le dijo tragándose el cigarrillo —, el fuego es rebelde, si lo quieres forzar a hacer algo, no lo hará.
—¡Déjame! —le replicó su hijo —. Yo puedo hacerlo solo.
—Solo procura relajarte e ir poco a poco.
Dante se sentó a su lado y le observaba. De vez en cuando le daba algún consejo mientras le compartía unas pocas piezas de frutas.
—¿Te volviste a pelear con Kira? ¿verdad?
—Que te importa.
—Coma torta.
—¡Ya, papá! Pareces un niño.
—Y me lo dice el niño... Ultima oportunidad, ponte recto, respira hondo, se claro con lo que quieres hacer y chasqueas los dedos.
Alex siguió las instrucciones a rajatabla, un pequeño hilo de fuego se dirigió hasta el árbol y al chocar, causo una pequeña explosión que espantó a la cigarra.
—¡Diablos! —exclamó el chico decepcionado de si mismo.
—¡Oye! — dijo Dante revolviéndole la castaña cabellera de su hijo—. Esa estuvo bien, ya dominaste la técnica, ya solo te queda mejorar tu puntería. Yo creo que es hora de que volvamos a casa. Tu mamá y tu tía se enojarán si no llegamos antes de que anochezca.
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Abriendo puertas
FantasiDante, tras cuatro años enteros entrenando con Asura y ahora ya han pasado siete desde que empezó todo. No supo nada del resto de sus amigos, ni de su hermano o el resto de su familia. Ahora que le queda poco para alcanzar su máximo potencial, abri...