Capitulo 49 - Miedo - Cerbero

4.7K 244 33
                                    

Mi piel duele, arde. Es una sensación indescriptible. Ni las propias llamas del averno me han hecho sentir así. Debo salir de aquí, debo alejarme de esos tipos, de lo contrario…me matarán. Ese exorcista debía ser uno altamente entrenado, no cualquiera resiste hacer un salmo entero sin recibir daños en el alma. Ahora eso no importa, me preocuparé por salir de aquí. Mis dos hermanos están muertos, y ahora solo quedo yo. Nunca quise esto, ellos siempre me obligaban. Yo nunca quise invadir el mundo terrestre, yo nunca quise desatar una guerra, yo nunca quise pelear.

Cuando nacimos, se nos asignó una muy simple misión, no dejar que los demonios salgan del infierno, pero mis hermanos siempre fueron ambiciosos, siempre buscaron una manera de liberarnos de aquel castigo eterno, sin saber que las cosas ocurren por algún motivo. Primero se nos entregó una cadena, esta podría aparecer cada vez que la llamásemos, completamente indestructible e inacabable, sería usada para encadenar a cada ser profano que morara los tres mundos. Pero mis hermanos…ellos no sabían en lo que se metían.

En un momento, nos encontrábamos haciendo nuestro trabajo habitual, Veltesta y Drittesta se quejaban de lo aburrido que era hacer ello, todo normal, hasta que Veltesta descubrió que la fricción de las cadenas podía rasgar la tela de la realidad, allí fue cuando todo comenzó. Usamos…demonios, almas, o cualquier otro ser que fuera fácilmente controlable, les dimos nuestra forma, y los llamamos engendros. Por alguna razón, Drittesta tenía la capacidad de ver los lugares donde la tela de la realidad era más débil, con ello comenzamos a abrir grietas, grietas que guiaban a otro mundo. Tarde o temprano, habíamos hecho un pasaje hacia este podrido mundo, Gaia. Recuerdo que mis hermanos se habían alegrado de una forma que nunca antes había visto. ¿Yo?, yo nunca me quejé realmente del averno, era un lugar cálido, y aunque escuchabas gritos y quejidos todo el tiempo,  era un lugar donde no ocurría nada, era bastante pacífico para ser un lugar de castigo. Intentamos atravesar un portal hecho para nosotros, pero descubrimos que necesitaríamos un catalizador para poder romper la última barrera. Enviamos engendros a buscar información por cientos de años, hasta que por fin la encontramos. Descubrimos que en un principio, mucho antes de que siquiera naciéramos, los avatares habían designado guardianes en el mundo, siete dragones elementales, cuya sangre portaba la esencia de los primigenios. Supimos la verdad, y elaboramos un plan, un plan de muchos años. Hicimos alianzas con humanos, intentamos atravesar el portal múltiples veces, pero siempre fallábamos por un pelo.

En una época, hicimos un trato con los que mayor resaltaba, Artrom y Garrison, recuerdo que hicimos muchos tratos convenientes, todos buscábamos algo, y entre nosotros podríamos ayudarnos. Artrom quería ir al núcleo fundido, nunca supimos para que. Garrison solo quería ser alguien importante, lo terminamos utilizando como una herramienta. Por ese tiempo, las grietas que habíamos abierto se habían cerrado, y dependíamos completamente de seres que pudiesen usar maná, ahí entró Garrison, recuerdo que le mentimos diciendo que él sería nuestro amo si nos ayudaba a entrar a ese mundo, todo lo que tenía que hacer era abrir una puerta dimensional lo suficientemente grande como para que un gran ejército de engendros pudiese entrar. Yo nunca estuve de acuerdo con eso, para que un humano abra una puerta dimensional, sin la ayuda de un avatar, necesita de muchos sacrificios, el maná que se halla en la sangre es más poderoso que el del ambiente, ya que en esta está el potencial del alma, pero se encuentra en menor medida, por ello se necesitan múltiples muertes.

Garrison lo logró, abrió la puerta, y momentos después, sacrificando a toda la ciudad de Garrim, invocó las puertas, intentó atravesar el portal para unirse a nosotros, pero los engendros lo devoraron, comandados por mis hermanos. Recuerdo su ansiedad, diciéndome que debía actuar déspota, así nos respetarían y temerían los vivos. Solo quedaba un último paso, el dragón primordial. Daba la casualidad que por allí cerca estaba Celcius, el guardián del fuego. Enviamos a engendros para cazarlo, no fue muy difícil hipnotizarlo y atraerlo, el que estaba con él, un mago de fuego, fue lo suficientemente estúpido como para debilitar en exceso una parte de la tela de la realidad, facilitando en gran medida nuestra llegada.

Arrasando con la Magia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora