Es probable que deba pasar la noche en un vagón de tren. Por fortuna, no viajo sola, y eso no significa que me sienta insegura por mí misma, sino que en Clayton Gall encuentro una agradable compañía.
—¿Qué no tienen Wi-fi aquí? —pregunto, olvidando el hecho de que estoy muchísimos años antes de tan necesaria invención.
—¿Qué es Wi-fi? —Clayton ahoga una risa corta—. Sí que dices cosas raras, Beatrice.
—No hagas caso a lo que digo. —Miro por la ventana—. Por cierto, ya casi anochece.
—¿Estás aburrida?
Es gracioso que Clayton haya adivinado cómo me siento, o quizá, soy demasiado predecible.
—¿Qué te parece si jugamos otra partida de póquer?
Levanto mis hombros. No me molesta jugar a los naipes por séptima vez desde que subimos al tren.
—Bien. —Clayton saca nuevamente la bolsita de cuero que lleva en su equipaje—. No permitiré que ganes esta partida.
—Eso mismo dijiste antes de fallar —bromeo—. Veamos si por fin puedes resultar ganador.
Una partida después...
—Fue todo un gusto hacer que mordieras el polvo. —Coloco algunas cartas sobre la mesa rectangular que separa nuestros asientos—. ¿Qué sucede, Clayton? ¿No piensas aceptar tu derrota?
Él se echa a reír, como si fuésemos las únicas personas que ocupan el reducido vagón. Las miradas criticonas de otros pasajeros están sobre nosotros.
El tren reduce la velocidad, hasta detenerse. Clayton ni siquiera se inmuta.
—¿Acaso no te preguntas por qué nos hemos detenido? —Mi sugerencia suena más a reclamo.
—Los maquinistas deben hacer una parada en Biltown —me explica Clayton—. ¿No lo sabías?
—¿Y nosotros qué haremos?
—Podríamos bajar junto con los demás pasajeros. A menos de que tú no quieras cenar.
—¿Bromeas? Tengo mucha hambre —admito—. ¿Qué tendrán en el menú?
Clayton hace una mueca como de “olvídate de encontrar comida elaborada especialmente para ti”.
No tengo otra opción, de lo contrario, seguiré con el estómago vacío hasta quien sabe cuándo.
Minutos más tarde, ya dentro del restaurante...
—Y lentejas para la señorita —dice una mesera, tras colocar un plato enfrente de mí.
Clayton ha pedido lo mismo, y come tan rápido. De seguro él cree hay escasez de lentejas.
—Están deliciosas, deberías probar.
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Un suspiro elegante: El regreso
Fantasy• Segundo libro de la Trilogía Elegante Cuando Bea Amkind deseó que el tiempo corriese hacia atrás, nunca habría imaginado que el otoño se lo tomaría literal. Tampoco era su intención provocar un suspiro lejano, capaz de cruzar dos vidas por segunda...