Otoño, 2020.
Algunas oportunidades suelen perderse en el viento, y nadie es culpable de arrojarlas lejos, al menos no hasta que se demuestre lo contrario.
Yo, Bea Amkind, tuve mi oportunidad hace un año. Hablo de aquella ocasión, ahora irrepetible, cuando encontré y perdí a mi primer amor.
Me habría gustado tener millones de palabras para despedir a Vince Vern, todas esas que él guardó, y que con su último aliento, redujo a una frase.
Su recuerdo todavía viene a mí de forma tan esporádica. Casi siempre cuando sueño despierta, aunque también si me encuentro resignada. Porque no importa cuánto lo desee de vuelta a mi lado, debo conformarme con esa carta que Vince dejó.
Salir adelante, desde luego que no ha sido sencillo. Aún me culpo de todo aquello que debí decirle, incluso antes de que él apareciese en mi vida, bajo el rostro elegante de Trevor.
Por otro lado, es un hecho que continúo ensimismada con hallar a quien me haya arrebatado a Vince. Pues le prometí a él que no descansaré hasta que se haga justicia, y... si tengo que descansar, será a costa de todo para encontrar la verdad. Tal como él lo hizo esa fatídica noche.
Hoy, es cuando emprendo el camino de esas verdades. Esta mañana por fin regresaré al valle de Aruvialt. Sí, ese lugar, en donde ocurrió absolutamente todo.
Hoy, me marcho de Zéfert con una canción de otoño reescrita, y con algunos planes que no pienso compartir, ni siquiera con el viento.
Asimismo, me voy de aquí con el recuerdo de mis días que no resultaron desagradables, como en algún momento lo creí. A decir verdad, nunca me faltó nada en esta mansión, y no hablo de bienes materiales, sino de la comprensión que recibí por parte de quienes me aman.
Nostálgica, así tomo asiento sobre la cama. De inmediato deslizo el cierre de cada maleta que llevaré, como si un acto tan simple abriese un nuevo capítulo de mi vida, en vez de resguardar todo el equipaje.
Un mayordomo entra a la habitación. Muy apresurado toma las maletas y sale. Yo lo sigo, no sin antes, dar un último vistazo a esta recámara que realmente nunca sentí mía, y admito que comparto la misma sensación con respecto a Zéfert. No es mi lugar, aunque a fin de cuentas haya resultado tan grato como para acostumbrarme.
Un par de minutos después...
—Buenos días, Beatrice. —Me saluda papá desde el volante—. Ven rápido, que ya es hora de irnos.
—Nunca entenderé el afán que tienen ustedes con ese lugar. —Se queja mamá, quien está sentada al lado de mi padre.
Aunque ellos estén separados, mamá insistió en venir, solo para asegurarse de que yo no tenga contacto con nada relacionado a la magia. Es increíble que ella no entienda siquiera mi habilidad de colorear telas con las manos.
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Un suspiro elegante: El regreso
Fantasía• Segundo libro de la Trilogía Elegante Cuando Bea Amkind deseó que el tiempo corriese hacia atrás, nunca habría imaginado que el otoño se lo tomaría literal. Tampoco era su intención provocar un suspiro lejano, capaz de cruzar dos vidas por segunda...