💜 Decimocuarto capítulo

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Un tranvía ha estado demasiado cerca de aplastarnos en plena calle

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Un tranvía ha estado demasiado cerca de aplastarnos en plena calle. Sin lugar a dudas, ese sobresalto viene incluido en nuestra colorida aparición de un lugar a otro.

—¿En dónde estamos? —formulo mi pregunta, en medio de una ciudad a la que le sobran luces.

—¡¿Qué acaba de pasar?! —grita Clayton, mirando alrededor, y por lo visto, a punto de caer en shock.

—Magia del color —susurra la pequeña Minerva—. ¿Pero cómo?

Ambos esperan una respuesta. La niña me observa con detenimiento, mientras que Clayton se deja vencer por su espontaneidad.

—¿Qué eres?... ¿Y qué fue eso tan raro que hiciste?

Guardo silencio. Por más perspicaz que parezca este chico, siento que perdería muchísimo tiempo explicándole hechos que solo le generarían más preguntas. O quizá, yo únicamente intento protegerme de la incomprensión.

—Oye, tú no me asustas —admite de pronto una gentil Minerva, quien juega con sus cabellos ondeantes en el viento, los cuales parecen resortes, todos castaños.

Clayton Gall recapacita, y enseguida me pide una disculpa.

—La niña tiene razón —añade él—. No debería asustarme, sino agradecerte por sacarnos a tiempo de ese tren.

—Debía hacerlo —afirmo con humildad—. De no ser así, quien sabe qué habrían hecho ese par de malhechores.

—Son unas ratas —comenta Minerva.

—Oye, pequeña. Y si mejor nos cuentas el porqué esas malas personas te obligaban a ir con ellas —le sugiere Clayton.

Una asustadiza Minerva me abraza.

—Lady Scarlett y Buck, no solo quieren el dinero de la recompensa —explica—. También planean hacerle daño mis padres. —La niña comienza a sollozar—. ¡Y no quiero que eso suceda!

—Tranquilízate —le ofrezco consuelo—. Te prometo que todo estará bien.

—Descuida —agrega Clayton—. Te aseguro que esta chica simpática no miente. —Él me señala, confiado—. Puedes contar con ella. Ya viste cómo nos salvó... A propósito, ¿qué era eso?

—Era magia —informo, mostrándome risueña.

Luego de intercambiar algunas sonrisas, los tres recorrimos el centro de la iluminada ciudad, cuyo nombre era Glasselt. Según Clayton, no estábamos muy lejos de Aruvialt, y si queríamos llegar ahí, era necesario tomar de nuevo un tren. A partir de ese momento, nuestra intención era una sola: llevar a Minerva Amkind sana y salva con sus padres.

Por cierto, contrario a lo que comentó la Minerva de los años cincuenta, su versión más joven resultó ser amigable y comprensiva pese a ser una niña de tan solo diez años.

Un suspiro elegante: El regresoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora