He olvidado lo que significa disfrutar de mi tiempo libre, pues intento no colapsar con mis tareas y el cronograma de estudios. Básicamente, sucede que ni siquiera puedo concentrarme bien, mas si mantengo el orden, evitaré contratiempos.
De una u otra manera, siempre me encuentro luchando contra el reloj. Tal hecho suele ocurrir con una pregunta: ¿Qué pasaría si en vez de mantener mi lucha, fuese amiga de las agujas, con cada una de sus veinticuatro horas?
Sin duda regresaría en el tiempo. Y ahora que lo pienso, no sería mala idea viajar un año atrás, solo para que el destino de mi primer amor fuese distinto. Aunque, eso es imposible.
Es hora de ser realista. Aun si yo dejase de luchar con el tiempo, este no se detendrá. Y sé bien que lo mínimo a pedir sería compasión por lo incierto.
De repente, suena la alarma que yo misma programé en mi teléfono. Por fin se han agotado los ciento veinte minutos de estudio.
Bostezando me alejo del escritorio, no sin antes mirar la carta que no dejo de leer. Me refiero a las palabras de Vince Vern que roban al menos diez minutos de mis responsabilidades. Y no me quejo, porque son instantes perfectos para recordar el otoño que nunca volverá.
Libero todo el estrés con un suspiro, y de inmediato me dispongo a revisar mi agenda.
—Pijamada a las nueve, junto a Leelah y Misaki —leo en voz alta.
Ahora doy un vistazo a la pijama de seda que llevo puesta. Es de color turquesa, con listones decorativos alrededor de cada botón, desde luego en rosa melocotón.
Frente al espejo, opto por aplicar un poco de brillo labial, no mucho, quizá lo suficiente para que el frío no agriete mis labios durante la madrugada.
He decidido no llevar maquillaje encima. Para una pijamada es preferible mostrarse natural. Además, solo basta con sonreír por anécdotas graciosas, de la cuales algún chico difícilmente va a enterarse.
Salgo de la recámara, al mismo tiempo que sostengo el móvil y leo los mensajes recibidos.
Papá: Solo quería avisarte que tu madre y yo regresaremos mañana, quizá al atardecer. Así que mientras tanto, cuida de Leelah por favor.
Leelah: ¿Adivina qué? Tengo una idea para una pijamada fenómenal. Bea, hablo en serio. Ven rápido al vestíbulo en cuanto acabe tu hora de estudio. Pero apresúrate, que ya comienzo a aburrirme sin remedio.
Misaki: Oye, Beatrice. Todavía estoy en el supermercado. Lo siento, pero no encuentro los pretzels que me pediste. ¿Te molesta si llevo papitas con chile?
No respondo un solo mensaje. A veces suelo sentirme abrumada por quienes me rodean. Lo mejor será ignorarlos por un rato. Simplemente dejaré que las nimiedades se resuelvan por sí solas, ojalá a mi favor.
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Un suspiro elegante: El regreso
Fantasía• Segundo libro de la Trilogía Elegante Cuando Bea Amkind deseó que el tiempo corriese hacia atrás, nunca habría imaginado que el otoño se lo tomaría literal. Tampoco era su intención provocar un suspiro lejano, capaz de cruzar dos vidas por segunda...