Tarde

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El teléfono suena desde el pasillo, la luz se cuela, tenue, através de la puerta semiabierta en el closet dónde Atsushi está sentendo, abrazandose a si mismo, mordiéndose los labios para no llorar.

Suena otra...

Una vez más...

La puerta se desliza y Atsushi gatea hasta dónde está su celular que unas horas atrás había tirado al suelo, harto. Cuándo se para nota su reflejo en un espejo ovalado colgando en la pared; ni siquiera parece haber llorado, sus labios han sanado y los ojos del tigre poseen un brillo curiosamente errático, alegre... Si, esa es la palabra, se encuentran curiosamente felices.

Se traga el nudo en su garganta y contesta. Es Dazai, ha estado llamándolo desde la mañana preocupado, ah, siente hacer eso, quitarle su tiempo en algo banal.

—Iré allá ahora mismo —lo escucha bociferar del otro lado, como si tuviera prisa de pasar entre un tumulto enorme de personas en el centro de la ciudad.

Siente que llorara de nuevo.

—Dazai-san...

—No te disculpes —se le adelanta ¿por qué ese hombre puede verlo todo? ¿o es acaso la desagradable obviedad de sus pensamientos? —, no es culpa tuya.

Nota el tono ansioso en la declaración, sabe que se encuentra mortificado por los acontecimientos que ni siquiera él, Dazai Osamu, pudo evitar.

Nakajima pretende haber atendido a su petición de que no cuelgue pero en cuánto el otro se distrae lo hace. No quiere oirlo, no quiere verlo, o quizá no quiere ser visto.

Lo cierto es que el detective sabe que no fue culpa de Atsushi, fue solo suya, por no estar a su lado, conteniendo la parte que le aterra al joven.

Dazai llega al edificio casí sin aliento, no es bueno para las maratones definitivamente, sin embargo, no se detiene a recuperar aire, abre la puerta del departamento desde dónde emana el edor a sangre. Busca en las habitaciones, pero no hay nada, nadie...

Atsushi no está ahí y brevemente, Dazai siente que el aire no le llega a los pulmones, producto de la mezcla entre el ejercicio que no acostumbra y el temor de no haber llegado a tiempo una vez más.

Golpea el marco de la puerta intentando llamar de nuevo a su subordinado, esta vez más desesperado; pero es inútil, ya es tarde, siempre le acurre la desgracia del tiempo cuándo se trata de Atsushi y esta vez se había prometido no sucumbir a ella.

Pero de nada sirve, él no sirve, no importa cuanto intente, cuánto duela, el destino no quiere verle en compañía de quién ama tanto y no puede apoyarlo, consolarlo.

No puede lo más simple, hacer que el tormento de una habilidad abandone a su usuario momentáneamente. Pero tampoco consigue la oportunidad de abrazar las dolorosas lágrimas de Atsushi hasta que se calme.

Es que...

Siempre llega tarde.





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Sen no Katachi 「Dazatsu」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora