Quizá debía arrancarte de mi hace tanto tiempo, pero tardé lo suficiente para ya no solo pensarte, soñarme contigo; esperé a que mi pecho ardiera en tu ausencia, a que tu voz resonara desde mis oídos hasta el interior del estómago; y que la mía temblara en la insinuación de tu nombre.
Ni siquiera puedo pronunciarte sin mentirme, antes, el porqué mi corazón llama a tus recuerdos.
Esperé tanto tiempo, que mi cabeza se ha vuelto el apogeo de tu vida y continúo maquinando realidades utópicas de mi presencia concordando armónicamente con la tuya.
¿Por qué mi estupidez alcanzó el punto de no retorno?
Atsushi, todo el amor que siento no puedo decírtelo. Acabé sufriendo el cariño que te tengo. Por fingir indiferencia a tu felicidad sin la mía, arranqué las oportunidades de mi pecho y dejé que se desangraran por pensar que... «eso no era lo correcto».
Daría todo por sentir la maduración de mis emociones, dejar el recuerdo de tu presencia y avanzar a dónde deba sin pensarte a cada hora, cada segundo.
Si así fuera, empezaría por disculpar el tiempo en el que te conocí. Vislumbraría los vestigios de esos días como gratas memorias, como si el amor de nuestro verano guardara cuidadosamente en nuestros corazones la verdad de que el sentimiento era mutuo, pero que, por sabernos tan inexpertos, no supimos cuidarlo y terminó floreciendo sin sus protagonistas en el escenario.
Quizá debí brindarle más calor del necesario. Me pregunto cuánto era suficiente para no ahogarle, y cuánto le faltó para que germinara apropiadamente.
Pero el verano terminó y no me queda más que marcharme sin haber aprendido nada. Porque aún tan penosamente solitario que me encuentro, tengo la idea egoísta de que en el fondo, Atsushi, tampoco serás capaz de deshacerte de mí y que, aunque sea en tus sueños, también debes estar lamentando no hallarte a mi lado cuando despiertas.
Si mi corazón creciera, admitiría la desagradable manera en que te pienso, y no me satisfaría afirmando que la desgracia ha de acaecerte si rehaces tu vida sin imaginarme. Pero por más que deseara el cumplimiento de mis ideales, la dicha siempre te acuna y sonríe con templanza, sin la consideración que debería tenerme por verme tan miserable en la vida.
Si dejara una carta, deberá ser culpándote de todo y nada. Pues podré admitir para mi mismo que el tiempo desperdiciado en saciar mi desdicha ocurrió al no aceptar que simplemente no perteneces a nadie, pero para ti, Atsushi, tengo que tomar fe en que si te culpas por mi infelicidad, no serás capaz de olvidarme nunca.
Si es la única manera de conservarme en tu mente «en tu corazón», habré de guardarme mis arrepentimientos, desecharé mis disculpas y haré que te lamentes el ser feliz mientras yo sufría silenciosamente.
Así que...
—Atsushi, esto no es...
—Yo no debería haberlo dejado solo, Izumi. Solo... no debería...
Y que llores por el resto de tu vida.
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Del autor:
Curioso es que intento escribirles algo bonito a ellos dos, pero el rumbo de la palabras siempre termina haciéndolos infelices.
Cuánto lamento la tristeza que Atsushi pasa en estos relatos. Pero es más fácil expectar o indagar que hacer algo al respecto. Y no puedo ir en contra de mi imaginación.
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Sen no Katachi 「Dazatsu」
Fiksi Penggemar«La forma del amor después de la tragedia» Pedazos extraviados.