Capítulo extra.- Celine

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Hoy ha sido un día extraño, junto con las dos semanas en las que he estado con el marido de mi hermana.
Ahora veo como ese demonio se acerca lentamente a mi, mientras Vergil, encadenado y furioso, trata de romper las cadenas y Marcus corre hacia Haeresis, queriendo evitar lo que los tres sabemos que va a pasar. Pero mientras va ocurriendo, el tiempo se detiene para mí, gastandome una última broma al hacerme recordar todo cuanto había querido olvidar.
Todo ese dolor que había escondido, todas esas cosas que había camuflado con falsa felicidad.
Cuando era una niña, con tan sólo cuarto años, mi hermana, que ya tenía diecinueve años, se había ido a vivir con Marcus, enamorada perdidamente de él. De lo que no se percató fue que dejó a una niña sin su hermana mayor en una familia que pronto enseñaría las grietas que dejó su ausencia.
Nuestra madre dejó de hablarme, sólo me quería para hacer lo que ella no quería.
A los pocos días me confesó que nunca había querido tener más que a su adorada Jeanie, que yo había sido su castigo por la lujuria de nuestro padre, el hombre que no me había dirigido la palabra en la vida.
Cuando cumplí los dieciséis años era una chica inocente, tonta. Mi madre salió a hacer un recado, dejándome sola en la casa. Pero no estába tan sola, pues mi padre seguía ahí.
No me dijo nada... Tan sólo intentó...
Yo corrí fuera de casa, tenía el vestido roto, ya que mi padre casi conseguía lo que se había propuesto hacer con su "error". Tenía sangre resbalando por mi pecho, desde el cuello.
Solamente corrí, sin ninguna verdadera dirección a la que ir pues estaba buscando a mi hermana. Cuando hubo pasado un mes, me rendí. Quería volver a casa, aunque supiera lo que me iba a pasar. Lo prefería antes que comer de la basura y beber de los charcos del suelo.
Una mañana me encontré a un hombre, algo viejo, mirándome. Al ver mi miedo dijo:
- No te preocupes, pequeña, no voy a hacerte daño. ¿Hace cuanto que estás en la calle?
- A... Mmm... Hace un mes... Es difícil escapar de los guardias...
- No lo hagas más. Ven conmigo.
Yo, sin entender por qué, ya no sentía miedo de ese hombre. Su mirada, su tono de voz, transmitían cordialidad... cariño...
Llegamos a una vieja casa, con algunas ventanas rotas y las puertas llenas de tablones que impedían el paso.
Estuve dos años con ese hombre, aunque nunca me dijo cómo se llamaba.
A lo largo de esos dos años, el hombre me enseñó a usar una espada, y a pelear sin armas, ya no tendrás que preocuparte cuando alguien con malas intenciones se acerque a ti, me dijo. Unos meses después ya sabía defenderme y deshacerme de un enemigo en dos minutos. El hombre que me enseñó todo me cuidaba y me quería, y yo le quería a él, le llamaba Papá. A tan sólo un mes de la primera aparición de Haeresis, mi nuevo padre enfermó muy gravemente. Murió mientras yo estaba fuera.
Había dejado una pequeña nota.
"Pequeña, cuando te encontré vi en tu mirada el mismo miedo que veía en la mirada de tantas otras personas... Nunca había tenido una familia, pero desde que te acogí, te quise como a una hija. Pequeña, no necesitas saber nada más de mí. No soy nadie. Solo tu padre."
Las lágrimas corrían por mi cara.
Sólo mi padre...
Vague por las calles una vez más. Pasaron días, meses... Estaba segura de que no podía pasar nada más, ninguna otra desgracia, cuando encontré a dos guardias. Y como mi primer padre, intentaron violarme. Yo habría podido defenderme, pero mi mente había regresado a los días en que estuve sola y con miedo, tenía tanto miedo... Pero otro guardia llegó, parecía borracho, y empezó a golpearlos, sin parar, con mucha ira... Le detuve, diciendo que si los mataba no sería mejor que ellos. Su cara me era familar, así que le seguí. El hombre se dirigió a un puente... Tenía planeado suicidarse... Cuando estaba a punto de tirarse dijo... Jeanie...
- ¡¡Marcus!!
No podía creerlo. Era el marido de mi hermana. Me lo llevé a la casa de mi segundo padre, le di de comer, aunque no quiso, y le pregunté por mi hermana. Cuando me terminó de contar la historia los dos estábamos llorando, él miraba la cicatriz de su mano. Unas semanas después, Haeresis  hizo su acto final, Marcus encontró a su amigo Agnus, el científico, pero no encontraba por ninguna parte a un tal Vergil ni a su chica, Charlotte. Llevaba a un niño en brazos, creo que su nombre era Credo. Agnus se lo llevó a un sitio seguro. Marcus corría por la ciudad buscando a sus amigos, pero ésta estaba devastada.
Al fin, encontramos a Vergil, que, con un aspecto demoníaco, buscaba al demonio-armadura, que según Agnus bien podría estar vacío. Y después...
Después llegamos a éste momento, que no se mueve para nada, mientras observo lo que está pasando...

                                 •••

Veo a mi única familia caer al suelo.
- ¡Celine!
Es lo único que soy capaz de decir.
Vergil empieza a romper las cadenas.
Agnus intenta hacer algo con sus demonios mascota, pero no llegan a tocar a Haeresis. Éste se acerca muy lentamente a la hermana de mi mujer.
La cicatriz de mi manos arde como si estuviera en llamas. Mi espada parece fundirse en ella, uniéndose a mi mano.
Corro con furia hacia el demonio. Grito, no puedo evitarlo, porque no quiero perder a nadie más. He perdido tanto... Cuando llego hasta él, Vergil está a punto de librarse. Intento atacar a Haeresis, pero solo soy un soldado humano más. Él me da un golpe, el peor de mi vida. Me lanza a la otra punta del sitio donde nos encontramos.
Antes de cerrar los ojos, ya que no soporto el dolor,  veo como el demonio se acerca a Celine. Lentamente le coge del cuello, la levanta  y la tiene colgando, asfixiandose. Vergil se libera y corre hacia él, pero es demasiado tarde. En la habitación resuena un leve chasquido.

La historia de Vergil y CharlotteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora