La historia de Vergil y Charlotte.- Capítulo 10

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Vergil estaba dormido. Soñaba con el momento de la muerte de Nell Goldstein. También con el momento de la muerte de Gilver.
Se despierta sudoroso y sobresaltado. Aún así, sabe que esa no era la pesadilla recurrente que siempre olvidaba.
Al mirar a un lado, descubre a Dante, jugueteando con su nueva espada, pero mirandole fijamente. Su hermano menor dijo:
- Ya llevas casi un mes sin contarme nada sobre tu chica y lo que sucedió tras la semana de... Tranquilidad...
- Si... Eh... ¿Quieres que continúe ahora?
- ¿Qué si quiero? ¡Empieza de una vez, viejo!

"Después de aquella semana aburrida, Marcus no apareció por un tiempo, algo extraño, ya que antes iba a visitar a Charlotte todos los días.
Ya era el segundo mes a partir del embarazo de Lottie, yo no me sentía preparado para eso... No sería un buen padre, pensaba. Ella me miró a los ojos y, sin que yo haya dicho nada, me dijo:
- No te preocupes, lo harás bien.

•••

Lottie estaba dormida. Yo no podía dejar de darle vueltas al tema de quién era la segunda persona que tenía la voz de Solemnis. Decidí salir hacia el castillo. Una vez allí, esquivando a los guardias, subí hasta la habitación donde Sanctus hubo hablado con Haeresis.
No había nadie, pero las luces estaban encendidas. En la habitación no había mucho que ver. En el centro de esta había una cama extraña, de repente escuché murmullos acercándose. Me escondí a tiempo, pude ver cómo un hombre caminaba hasta una de las paredes, donde, después de pulsar un trozo saliente, se abrió una puerta oculta.
Cuando el hombre ya no era visible, corrí tras él. La puerta se cerró una vez hube entrado.
Llegué a una sala grande, casi como una réplica de la anterior, a excepción de la cama, que era sustituida por una mesa, que tenía en el centro un casco. Era el casco de Haeresis.
Entonces una luz muy potente se encendió delante de mí, cegandome. Un hombre al cual no pude verle la cara a causa de la luz cogió el casco. Ya con este puesto me dijo:
- Chico, no deberías estar aquí.
Era esa voz ronca y metálica, pero esta vez, al estar más cerca, pude escuchar cómo el casco distorsionaba la voz de aquel hombre, que me resultaba familiar.
- ¿Quién eres?
- Jajajaja, eso es algo que ya deberías saber. Te creía más inteligente, al fin y al cabo, eres el hijo de Sparda.
- Solo te lo preguntaré una vez más, ¿quién eres?
- La arrogancia es tu debilidad, hijo, no deberías hablar así a tus mayores, jajajaja.
Entonces, tan rápido como un parpadeo, me atravesó el pecho con una lanza. Me dió una patada, lanzandome hasta la otra punta de la habitación, donde otro hombre al que no había visto me encadenó a unos grilletes.
- Lo siento, chico, yo nunca quise esto.
Esa era la voz de Solemnis.
- ¿Qué?
Haeresis le golpeó en la cara.
- Calla, viejo inútil. Bueno, demonio azul. Se acabó. Espero que hayas disfrutado del tiempo con tu chica. Cuando estés libre, no encontrarás ni una pizca de vida en Fortune.
Le hizo un gesto de "sigueme" a quien por su voz pensaba que era Solemnis, que, levantándose del suelo lentamente, esperó a que la luz se apagara.
No tenía el color gris del pelo de Solemnis, ni su barba poblada, en su lugar, tenía un bigote unido a la patilla. Era su cara, la cara de Solemnis.
Dejó caer una llave. Se fue rápidamente.
Yo, sin saber por qué mi curación acelerada no parecía actuar, me quedé inconsciente.

•••

No sé cuanto tiempo pasó. Cuando desperté escuchaba gritos. Sólo gritos. Vi la llave. Estaba justo entre mis pies. Recordé la amenaza de Haeresis. Charlotte. Entonces rompí las cadenas, me saqué la lanza del pecho, viendo cómo la punta tenía un brillo azul. Me la acerqué a los ojos para verla mejor. El brillo salió de la punta, como si fuera vapor, y desapareció al tocar mi pecho. La herida de la lanza se me curó al instante.
Salí del castillo. Llegué a la ciudad. Había cadáveres por el suelo, sangre por todas partes. Increíblemente, los edificios no tenían ni un rasguño.
Vi a los demonios, contra ellos luchaban Agnus y Marcus, y detrás de éstos, la familia del primero, una chica a la que no había visto antes y el pequeño Credo, tiraba piedras a los demonios.
- Fuera - dije.
Desenvainé Yamato. Un segundo después, los demonios, que eran las armaduras de Haeresis, caían vacías al suelo.
- ¿Dónde está Charlotte?
Marcus me miró con preocupación.
Entonces salí hacia donde el ruido era más fuerte.
Ahí estaba Haeresis.
Con Yamato en la mano, mi piel se tornó escamosa y azul. Mis ojos parecían llamas de aquel color. Mis dientes eran colmillos. Mi gabardina se unió a mi piel, asemejando unas alas. De mis codos salían llamaradas azules.
En sólo un instante, estaba atacando al demonio.
- ¿Qué haces aquí? - me dijo.
Le intentaba atacar pero él me esquivaba.
- Chico, vete, te di una oportunidad de salir vivo de esta, lárgate.
El primer corte sólo atravesó su armadura. Yo dije:
- ¡Solemnis! Eres tu, ¿verdad?
- No deberías estar aquí.
El segundo corte le llegó a su pierna. Él intentó golpearme, ya que no tenía armas. Yo contraataque, cortando sus puños superficialmente.
- Agh... Chico, vete ahora.
Seguí atacando, el solo esquivaba unos golpes, los demás le daban de lleno.
- Vas a acabar como tu chica... ¡Vete!
- ¿Donde está ella?
Empecé a atacar con más furia, más rápido. Los cortes hacían saltar chispas.
- ¡¡Alejate de mi!!! ¡¡No me hagas daño!! Por favor... No sé dónde está.
Con una furia infernal, empecé a acuchillarle, cortarle, arrancarle la armadura. Él no se resistía. Solo intentaba huir. Yo le cerraba el paso, asestando un corte con cada movimiento, mío y suyo.
Cuando éste ya no se podía mover más, le clavé el pie en el vientre.
Marcus llegó corriendo. No me dijo nada. Yo volví a mi forma humana. Él le quitó el casco.
- Damnatorum...
- ¿Qué? ¿Marcus, qué es...?
Entonces el hombre habló. Nos lo explicó todo...
- Yo... - tosía, su sangre le salía por la boca y por cada una de las heridas que le hice - Cuando descubrí que el poder de Sparda se podía transferir a un objeto, o a un ser vivo... Quise... Hacer desaparecer esa... Manera de conseguir poder... Pero mi hermano... Me encerró. Me mantuvo haciendo todo tipo de experimentos, me torturaba si no lo hacía... Él tiene a tu chica, corre, huye, no intentes salvarla, es demasiado tarde... Chico... Vete...
Esas fueron sus últimas palabras. Y, al contrario de como el hombre quería, estas me hicieron querer ir a salvarla...
Me esperaba una pesadilla...

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