La historia de Vergil y Charlotte .- Capítulo 1

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Vergil y Dante estaban exhaustos, en el mundo demoníaco, luchando como si aún fueran jóvenes niños ajenos a los problemas de los "mayores".
Cuando al fin pararon de pelear, sin descansar ni un minuto, Dante dijo:
- Oye, viejo, ¿alguna vez te has enamorado?
- ¿Qué? ¿A qué viene esa pregunta ahora?
- Tengo mucha curiosidad por saber cómo nació el pequeño Nero.
Vergil se quedó pensativo, recordando. Cuando Dante estaba a punto de decir algo, respondió:
- Si, una vez estuve enamorado. Si quieres que te lo...
- Si, si, ya... cuéntame.
- Muy bien...
"Yo era muy joven, creo que tenia... ¿dieciséis? Bueno, estaba en Fortune, en busca de lo único que ansiaba: Poder.
Algo, no sé qué, hizo que decidiera ir allí.
Cuando eran las seis de la mañana, yo había estado dando vueltas por la ciudad; estaba mirando, estudiando la vida cotidiana de los habitantes de aquélla isla.
Iban todas las mañanas a una iglesia, tenían una religión muy parecida a la cristiana. También iban todos vestidos con trajes, algunos rojos, otros azules y algunos de otros colores.
Todos llevaban una capucha blanca unida a la chaqueta o, en el caso de las mujeres, en el vestido.
Había también una especie de ejército, vestian normalmente de blanco, con otros colores, y también llevaban capucha. Se llamaba..."
- Si, ya, la orden de la espada, todo eso ya lo sé - interrumpió Dante.
- Bien, pero no me gusta que me interrumpan.
- Vale, no lo haré más.
"Cerca de las doce, toda la ciudad estaba llegando a la iglesia; yo habia notado que una chica me estaba siguiendo, así que, cuando logré perderla de vista, me quité la capa que llevaba puesta y seguí mi camino.
Algunos minutos más tarde, como los guardias no me dejaron entrar a la iglesia, y no quería llamar mucho la atención, (ya sabes, por la gabardina, la catana y el pelo blanco) volví al sitio donde había dejado mi capa.
Cuando llegué, la chica estaba allí, con mi capa en las manos.
Llevaba puesta la capucha de manera que yo no podía verle la cara completa.
Entonces me vio y dijo:
- Yo... lo siento...solo... no tenemos muchos visitantes y yo... queria conocerte, para saber algo hacerca del mundo de fuera de nuestra ciudad...
Tenia una voz dulce, muy amigable. No dejó pasar ni un segundo cuando prosiguió:
- Por favor, ¿puedes contarme como es?
- No debería interesarte - respondí, sin poner ningún tono en la voz.
Estuvimos callados un tiempo que me pareció eterno.
Empezaron a sonar las campanadas de las doce, y una vez que hubo silencio le pregunté:
- ¿Por qué no estás en la iglesia, como los demás?
Cuando respondió, su voz sonaba más seria:
- Porque... porque yo busco hacer algo distinto con mi vida diaria... algo distinto a rezar a Sparda para nuestra salvación... es como una parte de nuestra vida, todos los días, yo... solo...
- ¿Sparda? ¿Has dicho Sparda?
- Si... ¿por qué?
- Dime tu nombre.
Cuando le dije eso pareció alegrarse, y con una sonrisa me dijo:
- Charlotte. ¡Pero mis amigos me llaman Lottie!
- Muy bien, Lottie,- cuando dije su nombre con cierto énfasis ella pareció notar que dije "Lottie" para darle a entender que quería ser su amigo- en ese caso, si puedes ser mis ojos y mis oídos en esta ciudad, te contaré todo acerca del mundo de fuera. Tienes mi palabra.
Una vez más, nos quedamos callados durante varios minutos, estudiándonos el uno al otro.
Cuando me propuse irme, ella me cogió suavemente del brazo y me dijo:
- No creo que tengas una casa aquí y... yo tengo mucho espacio en la mía, vivo sola. ¿Por qué no vienes y duermes conmigo..?
Me quedé mirandola, sin saber qué decir, cuando ella se ruborizó y se corrigió:
- ¡Quiero decir, en mi casa! Yo no... no pretendía...
- Claro, iré a tu casa.
Fuimos por callejones oscuros, aún a la luz del día.
Fortune podía ser una bella ciudad, pero todas las bellas ciudades tienen lugares de los que avergonzarse.
Pronto salimos de aquellos sitios, y llegamos a una calle más iluminada, con casas que, unas junto a las otras, parecían muy caras, con adornos sin sentido y todo bien cuidado.
Entre ellas había una casa más simple, muy... normal.
- Esta es, hogar dulce hogar -me dijo Charlotte.
- Me gusta. No pretendes llamar la atención entre gente que sí lo busca.
Ella se ruborizó. Sacó una llave bastante antigua y abrió la puerta.
Al entrar, vi un reloj que marcaba las cinco.
- Tengo que ir a trabajar, ¿te importaría quedarte aqui? - me dijo.
- No, para nada, pero... ¿cuál es tu trabajo?
Ella me miró y respondió:
- Trabajo para unas personas en un orfanato. Cuido de los niños, en especial el hijo de los dueños, se llama Credo. Son muy buenas personas, aunque casi no les conozco.
Me sorprendió aquella confianza: confiaba en los demás, aún sin conocerles.
Era todo lo contrario... a mí.
Cuando se hubo marchado, decidí registrar su casa..."
- Ah, pillín, registrando las casas de chicas guapas, ¿eh? - interrumpió por segunda vez el menor de los hijos de Sparda.
- ¡No! Yo solo... era muy desconfiado en aqulla epoca y...
- Ya, claro. Si, el inocente Vergil, solo en busca de poder. Cuéntaselo a otro.
Por un momento, Dante pensó que le había ofendido, pero entonces Vergil empezó a reír como nunca antes le había escuchado.
Entonces, en el mundo demoníaco se escuchó algo que jamás se había oído: La risa de los hijos de Sparda, juntas como una sola.
- Continúa, por favor, quiero saber más.
Vergil se sintió orgulloso por haber cautibado la atención de su hermano gemelo. Prosiguió:
"Cuando se hubo marchado, miré por su casa.
Tenía algunos muebles, libros, revistas pasadas de moda, dos mesas, una baja y la otra normal, sillas, por supuesto, un sofá y un sillón, y un televisor muy modesto.
Cada una de las cosas tenía un sitio y, si hubieras estado allí, incluso tú habrías pensado《no puedo poner otro orden, todo está perfecto》.
Entonces fui a su habitación.
Cuando entré, pensé que habia pasado a otra casa, muy distinta. No había ningún orden, a excepción de la cama. Había ropa por allí, braguitas por allá y..."
- Yo querría estar allí -. Ya llevaba tres. Tres molestas interrupciones.
- Esta vez ni siquiera llevo hablando ni medio minuto.
- Perdón. ¿No había ropa mas... sexy? - dijo Dante.
- No - le respondió Vergil, sin tono, pero ruborizado.
- Pero...
- No.
- Bah. Continúa.
"Charlotte llegó a las ocho y algo.
- Hola - me dijo.
- Hola - respondí.
- ¿Quieres cenar algo?
- No, gracias.
- Mmm... vale.
Con una sonrisa fue a la cocina, y al cabo de unos minutos salió diciendo que ya había cenado.
Después dijo que se iría a la ducha pronto, y preguntó que si yo queria ducharme.
Le dije que no una vez más.
Ella se dirigió al cuarto de baño y sin siquiera cerrar la puerta se quitó el vestido.
Yo no pude apartar la mirada.
Tenía un cuerpo maravilloso, tan solo cubierto con unas bragas negras y opacas.
Sus piernas tenian un aspecto suave y bello, sus glúteos, ni muy grandes ni muy pequeños, su vientre liso y unos pechos bastante grandes para ser una chica de dieciséis años.
Después de que ella se duchara, le dije:
- Creo... Creo que dormiré en el sofá.
- ¡No! Yo... esto... ahora que tengo compañía... no quería dormir sola.
Entonces no pude contenerme más.
Me acerqué a ella y le besé, una y otra vez, y una vez que no tuve ropa encima..."
- Oh, si, me lo puedo imaginar. Pasaste una gran, gran noche. Y de las buenas.
- Oh, Dante, ¿tienes envidia?
- ¡No! Bueno... un poquito si. Pero no por Charlotte, yo tengo a mi propia "princesa". Prosigue con tu historia, pero después de... "eso".
Cuando Vergil se mantuvo un buen rato en silencio, Dante comprendió que no iba a seguir contándole nada.
- Durmamos. Cuando nos despertemos, continuare con mi... historia- dijo Vergil.
- Claro- le respondió su hermano menor.
Cuando se acostaron en el suelo del mundo demoníaco y Vergil se hubo dormido, Dante vio como le caía una lágrima. Parecía estar reviviendolo todo en sueños...

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