04 | No hay gloria para el perdedor

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Su destino estaba sellado desde el día en el que lo asignaron como arquero en la fortaleza Pohuai, decidió Cheng con amargura. Su futuro había parecido prometedor en algún punto de su vida pero en realidad no era más que un espejismo porque a fin de cuentas él era un donnadie ante todos, solo el hijo de un traidor.

Xia y él eran hijos que vivían con la desolación cultivándose en sus entrañas.

Ser hijo de hombres con cargos militares nunca fue fácil porque siempre se les miraba como si estuvieran esperando que hicieran algo grandioso, como si quisieran a alguien que fuera igual o superior a su predecesor. Podría haber trabajado con eso, pero el problema era que para Cheng todo se fue a la mierda desde que su padre huyó de una batalla y su familia fue marcada como traidora. Eran quienes los demás del pueblo miraban con enojo incluso varios años después de aquel suceso y de que el hombre causante ―el verdadero traidor, aquel desertor que huyó, que prefirió poner su egoísmo sobre la nación― se hubiera esfumado. Ser hijo de un coronel no había sido fácil porque en sus hombros siempre estaba el no decepcionar, pero ser hijo de un coronel que se volvió traidor era mucho peor porque además no decepcionar, debía levantar el nombre de la familia y no dejarse pisotear. Toda la mierda iba contra los niñatos que dejaban esparcidos. Debían servir a la nación con los corazones valientes incluso cuando los insultaran porque el orgullo de la familia iba primero.

En conclusión: ser hijo de militares apestaba.

Levantar a la familia quería decir enlistarse a la fuerza militar, pero parecía que todo iba en contra de él porque cuando se enlistó lo único que notaron de él era que corría más rápido que los demás, sabía esconderse y que tenía una buena puntería lanzando bolas de fuego dentro del círculo que marcaban. No les importó que fuera fuerte y alto y que podía servir bien como soldado, que era un maestro fuego decente y que estuviera adelante que los demás en las evaluaciones. Vieron su nombre, supieron quiénes eran sus familiares y lo marcaron. Él jamás pondría el pie en el ejército porque se negaban a darle la oportunidad de ser lo que su padre jamás pudo. En vez de tragarse el orgullo, lo enviaron a lanzar flechas, donde jamás podría salir de una fortaleza de piedra destinada a que se la protegiera con su vida. Cheng había tenido sueños de valentía, de ser el guerrero perfecto que su padre jamás pudo ser; por eso quiso servir a su nación al pelear en la primera línea, ser alguien en que la gente pudiera confiar, pero a sus veintiún años aquel pensamiento quedó enterrado y solo podía ver las puertas cerrarse cada día. Estaba más que resignando a pasar toda su vida allí.

O era así hasta que lo enviaron al mar junto a Xia.

No fue por camarería, fue lo primero que se dijo el día en que zarparon. Tampoco fue por respeto a su padre o por cariño. Cheng valía nada allí y no tenía nada que ver en el desagrado con el que se trataban Zhao y Xia. Cheng solo era el hombre al que llamaron de repente, como acordándose de su existencia, para deshacerse de él también. Siempre había querido salir de ese agujero pero ahora que tenía su boleto de salida lo único que quería era encajar las uñas en la cama y no dejar que lo llevaran. Zhao miraba a Xia como si fuera basura y, por consiguiente, a él también, así que no le hacía ilusión tener que convivir con este y recibir sus órdenes. Más bien, a ninguno de los dos les hacía gracia abandonar la fortaleza siguiendo a un hombre con aires de grandeza porque parecía que en cualquier ataque de enojo podía matarlos ―y eso no podía permitirlo porque tenía una familia que atender, muchas gracias― pero a nadie le importaba. Se iba el dúo de mierda ese y eso se festejaba a lo grande. Se reían a pesar de haber perdido al Avatar un día antes y sacaban el alcohol que habían comprado en el puerto semanas antes. Quiso pedirles una botella pero seguro se la tirarían a la cabeza por imbécil. Mientras caminaba como alma desamparada y ojos tristones hacia la puerta de la fortaleza, pensó en que debió coquetear más con el cocinero. Podrían haber tenido una gran historia de amor.

debajo del arrebol ━zuko [ATLA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora