02 | Silencio en los pasadizos

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Hubo un día en el que la gente la saludaba con respeto, inclinando la cabeza cuando Xia caminaba frente a ellos. Ella les sonreía con amabilidad inocente, con las mejillas sonrosadas y los ojos enormes, y les decía que un simple hola era suficiente, porque no era como si ella fuera mejor que los demás. La gente suspiraban y contestaban «lady Xia es tan bondadosa» porque para ellos, ella no dijo nada más ―nunca le hacían caso―. Entonces otro día pasaba y todo sería igual hasta que llegó el día en el que algo cambió; ellos continuaban pidiendo su atención y adulándola, pero Xia ahora tenía sonrisas tensas porque les había repetido hasta el cansancio que no quería nada más que jugaran con ella en el jardín, saltando la cuerda y dejándola trepar árbol sin que alguien le dijera que eso no era de señoritas. Ellos suspiraban como si jamás hubiera hablado y todo volvía al inicio.

El almirante Zhao, en ese entonces solo un capitán más sin renombre, fue el primer en burlarse de ella. «No es más que una niñita llorona», había dicho con desdén antes de girarse y dirigirse al salón de guerra. Era más que cierto ―Xia no hablaba más después del fuego y lloraba en las noches―, por lo que se quedó inmóvil con los ojos fijos en la punta de sus zapatos. La gente ya no le saludaba para adularla porque, para esa fecha, ya no había razón de hacerlo. El fuego arrasó todo. La saludan pero ahora solo con pena, como un animal lastimado del que tenían la obligación de cargar. Y mucho tiempo después de esto, la gente ya no la saludaba porque olvidaron quién era ella.

Dentro de la armada de la Nación del Fuego, el cargo de almirante era el de mayor valor jerárquico, siendo codiciado por todos los que navegaban en busca de terminar la vida de aquellos bárbaros de piel oscura y ojos azules. Xia, con diecisiete años y hablando lo primero que se le pasaba por la cabeza, se preguntó seriamente qué pasaba con el Señor del Fuego como para promover a un hombre que había tenido un historial de impulsividad y descontrol, no importándole si mataba a sus aliados. El Señor del Fuego Ozai podría ser muchas cosas, pero no un idiota.

Apenas habían llegado a la Fortaleza con el Avatar, Suzu y los otros arqueros de mayor rango dentro de la captura se presentaron ante el almirante Zhao y, allí, la líder informó los sucesos, incluida la pelea física entre Cheng y Xia y otros dos. Cheng, que estaba al final de todos los arqueros y escuchaba con absoluta atención, apretó los labios.

―Chismosa de mierda ―susurró bajito, con las cejas fruncidas. Xia, a su lado, le dio pellizco en el brazo. Él se calló al instante.

El almirante Zhao, con los ojos fijos en el Avatar inconsciente a sus pies, felicitó las habilidades de la líder y los del equipo; muchos de ellos, con las expresiones serias, hincharon el pecho ante tales palabras. Después de ello, el almirante ordenó la detención del Avatar en la celda de máxima seguridad de la fortaleza. Suzu indicó con un gesto hacia dos arqueros y estos, al mismo tiempo, sujetaron al Avatar de los brazos y lo levantaron. Los pocos arqueros que estaban allí salieron y, cuando Xia iba a salir antes de Cheng, se detuvo ante la voz del almirante.

―Tú te quedas.

Cheng salió de la habitación, dándole una mirada preocupada al pasar por su lado. Xia giró y puso las manos frente al pecho, en el saludo formal de la nación. Era una de las mejores arqueras de aquella fortaleza de piedra ―necesitaban ser inquebrantables, fieles y cautos―, pero aun así contuvo el aliento cuando el hombre empezó a caminar de izquierda a derecha frente a ella. Zhao era un recordatorio amargo de lo que fue su niñez y no lo quería allí, en su fortaleza, en su territorio, con su gente como si fuera uno de ellos cuando no, no lo era. Quería que se largara en su acorazado con actitud despreciable.

―No tuvimos tiempo de hablar antes de... tu travesía con los demás, pero me alegra saber que ha dejado de ser la niñita tonta que andaba de la mano del general Iroh. Era una molestia así.

debajo del arrebol ━zuko [ATLA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora