Capítulo 10: Regalo de cumpleaños

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Esa noche Sergio y yo dormimos en el sofá, el acostado a todo lo largo, y yo pequeñita sobre su pecho, era increíblemente incómodo pero a ninguno de los dos parecía molestarnos.

Está vez despertó el primero y me dio un beso en la frente mientras me miraba sonriendo.

Avergonzada solo pude decirle "Buenos días".

- Feliz cumpleaños- dijo sonriendo como un niño.

Se levantó del sofá y camino en dirección al árbol, busco la caja de regalo con mi nombre y me lo trajo.

En cuanto lo tuve en mis manos sabía que era demasiado pesado como para ser un jersey tejido a mano que era lo que me regalaba siempre mi abuela.

Abrí la caja y la cerré al momento de ver el interior.

- ¡¿Una laptop?!- no me lo podía creer- Sergio yo no puedo aceptar esto.

- ¿Por qué no? Es Navidad y tú cumpleaños, si hay una fecha para aceptar regalos es esta.

- No, no puedo, esto te debe haber costado una fortuna y yo jamás podría pagartelo.

- Ya lo has hecho- me quedé mirándolo en silencio- me has dado los mejores días de mi vida- sonrió y por dentro yo me aguantaba las ganas de llorar de felicidad.

- Aún así, no me parece bien aceptarlo.

- Quiero ayudarte en todo lo que pueda para que logres tu sueño
de ser escritora, escribir a mano es muy cansado, aquí puedes hacerlo mucho más rápido, no admito que me lo devuelvas es tuyo y listo.

Era una persona increíble.

Corrí hacia el árbol para buscar su regalo.

- Este es el tuyo, no es nada tan caro ni lujoso como una laptop, pero espero que te guste.

El regalo era un jersey tejido a mano, como me enseñó a mi abuela, y decía las palabras "Te quiero".

- Me encanta- dijo mirándolo con una sonrisa- mira esta casa, estoy rodeado de cosas lujosas y caras super aburridas, pero esto, ¿acaso has visto por aquí otro como este? Me gusta porque se que pensaste en mi mientras lo hacías, es el mejor regalo que me pueda dar.

Era demasiada felicidad en mi interior, no pude evitarlo y me lancé a sus labios hambrienta de sus besos.

Nuevamente la familia de Sergio, y uno que otro amigo, llegó a la casa, está vez había una pequeña fiesta.

No conocía a nadie, exceptuando a la familia, así que para no quedarme sentada en un rincón sin hablar con nadie, ayudé a Sergio a repartir las bebidas y los bocadillos.

- Tú estás saliendo con Sergio ¿verdad?- dijo Eugenia sin más haciendo que yo me atragantara con mi propia saliva.

- ¿Qué? No, él es sólo mi profesor y un buen amigo.

- Mírame, tengo 75 años, ¿crees que se me puede engañar?

- No se de que me habla- bajé la mirada avergonzada.

- De esto- buscó a Sergio con la mirada y lo saludó con su mano, seguido Sergio me miró y me sonrió- esa mirada, esa mirada no se la da un profesor a su alumna.

Mi rostro ardía de la vergüenza y no sabía que decir.

- Tranquila, me alegro de que salgas con él, Sergio no tiene suerte con las chicas, pero parece quererte y tú a él, así que solo te pido que hagas feliz a mi niño.

Tomé sus arrugadas manos y la miré a los ojos.

- Prometo hacerlo todo lo feliz que pueda- la viejecita me dio una sonrisa y yo se la correspondí.

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