- ¿Qué?- le pregunté.
- Puedes vivir conmigo, vivo en una casa realmente grande y siempre estoy yo solo, y será como si estuvieses sola, tendrás una habitación con tu propio baño y todo.
- No puedo aceptar, eso es demasiado, sería una molestia.
- Una amiga jamás molesta- me sonrió- además siempre estoy solo y me va a venir bien tener alguien con quien hablar. ¿Qué dices?
Me quedé en silencio pensando, no estaba acostumbrado a recibir ayuda, no quería ser una carga para nadie y menos para él, pero para qué negarlo, la idea sonaba realmente bien, y estar aquí sola no me ayudaría nada, solo lograría seguir llorando por los rincones, y debo continuar con mi vida.
Tomé aire y contesté.
- Vale, iré a vivir con usted.
Él volvió a sonreír y juro por Dios que nunca había visto una sonrisa tan hermosa.
- Bien, recoge tus cosas y nos iremos ahora mismo.
- ¿Ahora?- pregunté y él asintió.
Me levanté del sillón desorientada sin saber bien que debía empacar.
Tomé una maleta y la llené con mi ropa, la cual no era mucha, pero era lo que tenía y Sergio habló con el propietario del apartamento quién enseguida localizó a una pareja que querían comprarlo, ahora sería cuestión de días recibir el dinero.
Bajé del edificio con mi maleta y la nostalgia me invadió, había vivido muchas cosas aquí con la abuela, ese viejo departamento estaba lleno de recuerdos, pero no tenía porque perderlos, los recuerdos seguirían estando dentro de mí y tendría una nueva oportunidad de crear nuevos recuerdos, junto a alguien más.
El viaje hasta casa de Sergio duró media hora y al llegar, ¡wao! No sabría cómo describirla.
Era una casa enorme, de dos pisos, con un jardín delantero precioso, el salón estaba pintado de blanco con unos muebles en gris que contrastaban perfectamente, luego venía la cocina, con una mesa de 6 sillas color caoba preciosa y una pared completa de cristal que daba vistas al jardín, luego venía el baño, el cual era más grande que mi departamento, en el egundo piso estaban las dos habitaciones, y por último había un precioso jardín trasero que conectaba con la playa.
Esa casa era un sueño hecho realidad, e incluso me parecía demasiado para mí, yo me había criado entre cajas de cartón y paredes agujereadas, pero aquí, me sentía una princesa.
- ¿En serio esta es tu casa?- le pregunté mientras bajaba mis maletas del coche y las llevaba dentro.
- Sí, ¿te gusta? Un poco grande para una sola persona, a veces vienen mis tíos a visitarme, pero la mayoría del tiempo está vacía.
- Mi sueño era comprarme una casa bonita para que la abuela tuviese un jardín, le encantaba sentarse a tejer mirando al cielo- dije con nostalgia, sacudí mi cabeza y volví a sonreír- esto le encantaría.
Sergio me mostró mi habitación y era justo como la había soñado, una cama estilo princesa en el centro, un armario enorme que jamás lograría llenar solo con mi ropa, un baño muy bonito, y lo que más se gustaba, una ventana con vistas al mar, imaginarme despertando todas las mañanas y abrir esa ventana para sentir el aire cargado de sal se me hacía tan irreal.
Ya casi era hora de la cena y decidí darme un baño.
Revisé entre mi ropa pero debido a la situación en la que me encontraba descuidé la limpieza de mis cosas, no tenía pijamas limpias.
Metí las que tenía en el cesto de la ropa sucia y con algo de vergüenza me dirigí a Sergio quién se encontraba cocinando.
- Sergio- lo llamé y me miró- no tengo pijamas limpios- fue lo único que alcancé a decir y luego bajé la cabeza de la vergüenza.