Capítulo 11: Mi mejor amiga y mi amante

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Lastimosamente las vacaciones navideñas terminaron y al empezar el nuevo año tuvimos que regresar a la escuela, pero aún el espíritu navideño mantenía una sonrisa en mi rostro.

- Hola Jackson- lo saludé con un abrazo, no lo veía hace semanas y ciertamente lo extrañé- ¿qué tal tus vacaciones?

- Prepárate para alucinar, fui a París, unos tíos míos viven allá y mi familia quiso reunirse para pasar las navidades y año nuevo. ¿Y las tuyas qué tal?

- Bien- dije sin poder ocultar la sonrisa.

- Uy esa sonrisa yo creo que te fue mejor que bien.

Jackson y yo nos encontrábamos en el recreo, él escuchaba uno de mis relatos para ayudarme pero mi narración fue interrumpida.

- Hey zorra- levanté la mirada y vi a una chica rubia dirigiéndose a mi, me parecía conocida pero no lograba recordar quien era.

Inmediatamente Jackson se puso de pie y la alejó de mi para hablar, minutos después volvió, parecía enojado.

- ¿Qué acaba de pasar?- pregunté sin quitar la vista de mis escritos.

- April, mi exnovia, terminamos en las vacaciones y ahora no me deja en paz.

- ¿Y eso que tiene que ver conmigo?- levanté ligeramente la mirada.

- Mejor olvídalo, ella está loca, no deberías acercartele.

- No planeaba hacerlo, ¿pero qué tiene que ver conmigo?- volví a preguntar.

- Vale, pero prométeme que no te vas a enojar- asentí- terminé con ella por ti, porque me gustas.

Me levanté sin decir una palabra y comencé a caminar en dirección al jardín pero me detuvo.

- Hannah no te enojes, yo se que no tengo ninguna oportunidad contigo pero sería un pésimo novio si seguiera con ella estando enamorado de otra.

- Jackson eres un imbécil, déjame sola- me alejé todo lo que pude, no quería complicar mi vida de esa manera, no ahora que era perfecta, debía concentrarme en escribir, la entrega de los concursos sería en dos días.

El resto del día no volví a ver a Jackson, ni a April, excepto a la hora de la salida, ambos discutían y sus miradas se fijaron en mi al pasar, los ignoré y seguí mi camino.

Al llegar a casa le mostré mi trabajo a Sergio, estaba extrañamente nerviosa.

- ¿Quieres que te de mi opinión como Sergio o como escritor?

Suspiré, eso no significaba nada bueno.

- Como escritor.

- Pues está bien, pero puede estar mucho mejor, te ayudaré- me encontraba sentada en el sofá y el se sentó a mi lado, dejé de prestarle atención, me perdí en sus ojos, marrones y profundos, sentía que debía memorizar cada detalle de su rostro.

- Una duda profesor- me miró curioso- los profesores no tienen prohibido seducir a sus alumnas, porque yo no puedo concentrarme si usted me mira de esa manera.

Él sonrió, amaba su sonrisa.

Me besó y continuamos con la escritura, a pesar de que mi atención no se la llevaba la narración.

(...)

El trabajo duro tiene su recompensa, estuve esas 48 horas trabajando sin descanso en el relato que entregaría y valió la pena, porque gané el primer lugar, bueno no sólo yo, dos chica más compartieron el premio conmigo, lo importante era que tenía una carrera asegurada, y justo ahora era la persona más feliz del mundo.

Un Café PendienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora