Prólogo

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Los vastos campos se extendían más allá de lo que abarcaba su vista. Gun alzó los ojos y se maravilló al contemplar como el sol de julio iluminaba y calentaba aquel espléndido paisaje, todos los tonos de verde del mundo se desplegaban ante él, aquella tierra salvaje que se convertiría pronto en su hogar era sencillamente preciosa, las montañas que habían ido haciéndose cada vez más altas se elevaban cubiertas por un manto verde más oscuro, los valles brillaban con ese verde esmeralda, salpicados por los amarillos, los violetas, los blancos y los rosados de las innumerables flores, grandes y diminutas, que crecían libres en la naturaleza. Inmensos bosques con árboles tan grandes y tan altos, que parecían querer llegar a ese cielo azul limpio de nubes, bordeaban el camino que la llevaría hasta la casa del que sería su esposo.

Gun detuvo su montura y volvió a recorrer con los ojos aquellas tierras hermosas. Cabalgaron casi sin descanso durante cinco días, abandonó su hogar, su refugio, en compañía de los seis leales hombres que su padre dispuso para que lo acompañaran, esa había sido su compañía por casi una semana, seis hombres poco habladores y un carro con dos baúles, uno con sus pocas pertenencias y otro con parte de su dote, seis hombres que reprimían sus soeces conversaciones por no intimidarlo, les miró y les sonrió, eran fornidos, de cuerpos musculosos y preparados para la lucha, se sentía seguro con ellos, sabía que darían su vida por protegerlo si tuvieran que hacerlo, que morirían por defenderlo sin pestañear.

Se movió sobre su yegua torda, suspiró y la azuzó para seguir su camino.

Gun se perdió en sus pensamientos, mientras llenaba sus pulmones de aquel aire limpio y fresco, se secó las pequeñas gotas de sudor que cubrían su frente insistentemente, aunque era verano no hacía demasiado calor y por la noche aún refrescaría más. No, no era por el calor por lo que estaba sudando, eran los nervios que un rato antes comenzaron a atenazarle el estómago, unas horas más, en apenas unas horas más, conocería al hombre que lo convertiría en su esposo con todos los derechos, un hombre del que se decía que era frío y despiadado, que mataba a hombres, mujeres y niños por igual sólo para saciar su sed de sangre, un involuntario temblor le recorrió la espalda, sólo esperaba que Off Jumpol, al que llamaban "El Lobo", se apiadara de él.

Uno de los hombres se acercó y le señaló algo con la mano, él alzó la vista y siguió con los ojos aquel dedo, se quedó sin aliento, cortando el paisaje se dibujaba la silueta del castillo Dà Teintean, aunque no era muy grande, o no tanto como el de su padre, no dejaba de ser majestuoso. Dà Teintean estaba situado en lo alto de una rocosa colina, la piedra negra de sus muros brillaba allí donde el sol lo golpeaba, una única torre recortaba el cielo, Gun suspiró y un mal presentimiento lo llenó de pronto, aquel castillo no iba a ser su hogar, sino su prisión. Bajó la vista al inmenso bosque que se extendía a sus pies y que todavía debían cruzar antes de llegar a los brazos del que sería su marido.

No quería llorar, pero una furtiva lágrima escapó de sus ojos, mientras cabalgaba en silencio entre los árboles. De pronto sus hombres lo rodearon, formando un circulo a su alrededor, dándole la espalda y sacando sus espadas con movimientos rápidos y ágiles, parpadeó sorprendido por aquella reacción, pero cuando aparecieron los desconocidos armados de entre los árboles comprendió, había estado tan absorto en sus pensamientos que no se dio cuenta que los estaban vigilando, se recriminó así mismo por ser tan estúpido, uno de aquellos inesperados visitantes se adelantó, lo mismo que uno de sus hombres, después de hablar unos minutos, su escolta se dirigió hasta él.

-No os preocupéis señor -le dijo-, son los hombres de vuestro prometido, han venido para acompañarnos hasta vuestro nuevo hogar.

Él miró al grupo de hombres que lo miraban con insistencia y se sonrojó, asintió haciendo un leve movimiento con la cabeza, en un segundo se vieron rodeados por aquel grupo formado por unos veinte hombres fuertes y casi salvajes que los guiaban, entre pinos, abetos y helechos, directo al infierno.

El lobo -OffGun-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora