𝟷𝟶

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Se supone que, todos los niños deben de tener una infancia memorable. Una infancia feliz, con una familia unida y con bellos recuerdos que algún día traerán una sensación de nostalgia en uno mismo. 

Pero, no todo niño tiene una buena infancia... No todo niño puede llegar a tener una infancia.

Todomatsu, ese era el nombre que le habían brindado a nuestro pequeño protagonista. Este no poseía un apellido, porque familia no tenía. Siendo encontrado a las afueras de una iglesia, de un pueblo muy alejado. 

''En la casa del señor todos son bienvenidos''

Fue un día de lluvia, el día que él  lo encontró. El viento soplaba con fuerza arrasando con las hojas y con la maleza, mientras que las nubes negras opacaban el armonioso cielo. Sin duda alguna, aquel día era muy sentimental. Los ángeles lloraban haciendo que las copas de los árboles se mojaran. La rudeza del viento, y el estruendo de los relámpagos significaba descontento. ¿Quién habría pecado para que nuestro creador estuviera tan enojado? 

Ese mismo día, el padre Karamatsu decidió cancelar la misa por el mal tiempo. No era buena idea arriesgar la salud de los pobladores sabiendo la escasez de doctores y médicos en la zona. Que imprudencia sería de la suya si los obligaba a venir. 

Saliendo con las ropas más abrigadas que poseía, sin haberse quitado su sotana con la predicaba la palabra del señor, fue a poner un cartel en el portón de la iglesia notando a lo lejos, a mitad del camino, a un niño en el sendero. Aquello le extraño, puesto a lo inusual que era. 

Dejando que el cartel chocara con sucio suelo, se acerco. Primero a pasos lentos para luego llegar a correr hacía el menor. 

— Esta inconsciente... —hablo para el mismo mientras lo examinaba rápidamente con la mirada. El niño, que no pasaba de los cinco años de edad, traía algunas heridas y estaba frío, esto último quizás por el clima. ¿Cuanto tiempo estuvo allí? Y ¿Por qué estaba tan herido?

El padre alzó la mirada intentando buscar a alguien o al culpable de tal atrocidad por los alrededores, pero no había nadie más que ellos en el lugar. Nadie más que ellos y la friolenta brisa del día. 

''¿Quien se atrevería a dejar a un niño en el bosque?''

Desde entonces sus dudas de aquella primera vez que lo vio nunca fueron respondidas.

Sin más opción, llegó a adoptar a aquel pequeño niño. Lo curó, lo vistió y le enseñó todo el conocimiento que el poseía. No podía creer como alguien tan dulce como aquel pequeño pudo pasar por algo tan horrible, el abandono. Pero aquello ya no importaba, el cuidaría del chico. 

Y eso hizo... 

Así el tiempo paso, primero fueron días pero los días se volvieron semanas y las semanas, meses. El padre no pensó que fuera tan fácil cuidar de Todomatsu, si así le puso a nuestro chico. Puesto a que el niño era muy obediente, muy fiel a las palabras que predicaba y ante todo muy amable. Y ni que hablar de la hermosa voz que poseía. 

Karamatsu, al ver que el contrario podía ayudarlo con unas cuantas cosas de la iglesia lo nombró su monaguillo. Así Todomatsu fue ayudándolo en las misas, ya sea preparando el altar, limpiando o al cantar en los coros. 

A los pobladores les encantaba el pequeño muchacho, aunque nadie sabía de donde había aparecido. 

Fueron tres años llenos de gloria y paz las que vivieron el monaguillo y el padre de la iglesia.

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