Capítulo XVI

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Personas Buenas

Oaxaca. Una noche antes de la mudanza a la Ciudad de México.

Temo miró alrededor de su habitación. Parecía que no había pasado nada, pero si se observaba detenidamente, se podía notar que las cosas que definían a esa habitación como suya ya no estaban. Sobre la cómoda había dejado algunas fotografías de su familia, pero la única foto que conservaba de su madre ya estaba resguardada en su maleta. Había descolgado los banderines de los equipos de básquetbol y fútbol en los que habían estado Ari y él.

Su armario estaba prácticamente vacío. Sólo había dejado alguna ropa vieja que ya no le quedaban, junto con los recuerdos de su primer uniforme de básquet y la guayabera con la que había ido a la boda de Doña Imelda. Guardaba bonitos recuerdos de ese viaje y todos involucraban a Ari.

Entonces, Temo miró hacia el suelo del armario y se encontró con LA alcancía.

La noche que Ari le había dicho que no podía corresponderle, Temo llegó devastado al edificio, fue casi un milagro que la alcancía no terminará rota en el camino de regreso a casa.

En esos dolorosos días, poco o nada se acordó de esa alcancía; tenía el corazón roto y en el proceso había perdido a su mejor amigo. Lo único que quería era salir de Oaxaca y no regresar jamás. Paradójicamente, fue Ari mismo el que le recordó que tipo de persona era. Cierto, tenía el corazón roto, pero nunca había sido un cobarde y Ari se lo hizo ver cuando fue a buscarlo. Su viaje tenía que continuar y debía presenciar el inicio del viaje de Ari, estar con él. Descubrir juntos muchas cosas que aún les faltaban.

Temo amaba lo que tenían, ser amigos, enamorarse y estar juntos mientras seguían caminando por la vida construyendo su historia.

Acarició la superficie de la alcancía casi con reverencia, sintiendo algo metálico rozando las yemas de sus dedos. Miró por la ranura y sonrió. Estuvo veinte minutos intentando sin éxito tomar lo que estaba atorado ahí. Se convenció que necesitaba implementos para conseguirlo. Tuvo que pedirle una pinza de cejas a Susana y regresó a su labor. Diez minutos después tenía la argolla en la mano y sonrió.

Le había perdido la pista a ese arete. Siendo honestos, habían pasado muchas cosas a su alrededor, entre ellas, su salida del armario y muchas otras cosas que dejaron ese arete lejos de la trama central del drama de sus vidas. Pero, ahora que lo tenía en su mano, lo recordaba con cariño. Había sido parte de las primeras muestras de Ari queriendo ser libre, queriendo ser él, queriendo ser feliz.

Tomó el celular y le hizo una fotografía que le envió a Ari.

"¿Te vas a poner una argolla?" Temo rió ante la respuesta de Ari. Ese arete le había traído tantos problemas y resultaba un poco tonto que ahora no lo recordará. Pero, de nuevo, en aquel entonces pasaron muchas cosas.

"Es tuyo, Tahi. Es tu arete, ¿recuerdas?" Temo vio el en línea por unos segundos y luego el escribiendo y luego nada y luego la respuesta.

"¿Lo guardaste todo este tiempo?"

"Técnicamente sí. Se quedó atascado en la alcancía de aquella noche y lo acabo de descubrir hace un momento". Temo volvió a ver el en línea y luego el escribiendo. Pero pasaron varios minutos y no hubo respuesta. Temo se preocupó un poco y se decidió a enviar otro mensaje.

"¿Está todo bien, Tahi?" Temo esperó otros segundos. Iba a llamar, pero Ari respondió por fin.

"Lamento haber sido tan idiota y haberte roto el corazón". Temo le sonrió a la pantalla. Ari se olvidaba que él también había sufrido, él también había estado para él en sus momentos oscuros y, al perderle, también estaba perdiendo a su mejor amigo.

MomentosWhere stories live. Discover now