Capítulo IV

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Sueños


Temo apoyó por completo su espalda en el respaldo de la silla. Su oficina estaba inusualmente silenciosa, muestra de que se estaba haciendo tarde y debía regresar a casa.


Temo desvió la mirada hacia la pared lateral de su oficina y se concentró en la última foto que había colgado ahí un par de meses atrás. Era la del último aniversario de la fundación. Estaban todos: Ari, Arqui, Mateo, Diego, Papancho, las calcomanías, el personal de la fundación, los niños, Soledad. Había sido un día muy bonito. Ari había estrenado una nueva canción, los niños habían jugado y se habían divertido mucho. Él se había sentido tan orgulloso de todo lo que habían creado en esos años.


Él era feliz, su trabajo lo hacía feliz. Estaba ayudando, haciendo la diferencia y, con los años, cada vez habían obtenido más apoyos sociales y habían surgido más ideas para generar una fundación sustentable. Todo estaba saliendo bien. Estaba concientizando gente, estaba logrando sus sueños.


Y, sin embargo, una parte de su mente le decía que no todos sus sueños se estaban haciendo realidad.


Temo pensó que esa parte de sus sueños estaba acabada. Pensó que después de lo de Ubaldo había tenido suficiente y que esa parte de la política se había quedado fuera de su vida. Sin embargo, una parte de él aún la consideraba, aún tenía esa flama encendida esperando algo, un volátil, un combustible que la hiciera expandirse... y Mateo llegó con ello.


Esa mañana había tocado a su oficina con una sonrisa que Temo conocía muy bien después de tantos años trabajando juntos haciendo equipo. Era una mezcla entre el cinismo y el triunfo de poner un plan maestro en marcha. Temo se había esperado todo menos lo que Mateo puso en su escritorio.


Era una propuesta seria, completamente bien articulada y fundamentada, para hacerlo un candidato serio al senado de la república. Temo no lo podía creer. Había estrategias, había figuras apoyándole y todo se basaba en tres grandes ideas que Temo quería impulsar en el senado. Mateo y él habían hablado de eso en muchas ocasiones, pero ellos mismos sabían que, siendo quienes eran, muchos políticos los tomarían como monedas de cambio.


Mateo había salvado eso haciéndole a él un candidato independiente. Uno que no volaría por encima de las pretensiones, sino que mantendría sus propuestas lo más terrenal posible. Mateo había hecho posible que no le debiera nada a nadie, pero ellos sabían que, en el proceso, eso podía torcerse.


Temo había estado tan tentado a decir que sí sin pensar en nada más. Pero no era algo que pudiera decidir a la ligera. Sí, era un sueño que se estaba volviendo añejo, que casi creía olvidado y moribundo, pero Mateo lo había traído de nuevo a la vida.


―Sigues dándole vueltas ―ni siquiera se sobresaltó cuando Mateo entró a su oficina sin tocar y tampoco le extraño la afirmación. Mateo y él se conocían demasiado bien para saber lo que estaba pensando a penas con verse.

―Es tarde, deberías estar con Sebastián. Odia que llegues tarde a cenar ―Mateo rió.

―Ari también odia que llegues tarde para cenártelo, y mira, aquí estamos.

MomentosWhere stories live. Discover now